Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA
Podemos engañar a nuestras familias, a nuestra aldea, a nuestra casta, pero nunca podremos engañar a Dios.
Mahatma Gandhi>
En la parte precedente hablamos de la tolerancia como un principio para la democratización de la sociedad. Esto viene al caso, pues mucha gente no se da cuenta que todos tenemos derecho de tener y de asumir nuestras propias creencias, y que todos estamos en cierta forma obligados a respetar la riqueza que proporciona la diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras distintas formas de expresión y las diferentes maneras de ser, como seres humanos que somos. Muchas veces asumimos que el otro participa de nuestro mismo credo y esto no es un buen principio para armonizar y condescender. En particular, esta tolerancia atañe al credo religioso o espiritual, y es frecuente en nuestro medio que muchos asuman como aceptable tal o cual especificidad religiosa, tildando o señalando a quien no se adecua a nuestros preceptos o a nuestros pensamientos. Por ello, en la construcción democrática y plural excluimos y evitamos el tema religioso, porque en enfatizar nuestras diferencias nunca será constructivo, sobre todo si partimos de una actitud que señala algún credo como correcto o aceptable, transformando a los otros, los que no, como inaceptables o incorrectos.
Por ello citamos al indígena zapoteca Benito Juárez, Benemérito de las Américas, cuando asevera «Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz». En el tema de la religión Juárez fue muy claro: «Los gobiernos civiles no deben tener religión, porque siendo su deber proteger imparcialmente la libertad que los gobernados tienen que seguir y practicar la religión que gusten adoptar, no llenarían fielmente ese deber si fueran sectarios de alguna». Por otro lado insistimos cómo, a pesar de la laicidad proclamada y aceptada del Estado, los candidatos electoreros tienden a servirse de figuras y prédicas de índole religiosa para atraer y envolver a una gran parte de la población creyente de nuestro país, a través de una imagen pública muy distinta de lo que en la realidad estas personas profesan, cayendo en una mascarada y una obra teatral hipócrita y plena de falsedades. Este es el caso de los presidenciables como Pablo Duarte, Isaac Farchi y Amílcar Rivera, quienes utilizan la imagen de la familia como centro de su campaña electoral. Entre ellos destacamos al señor Pablo Duarte, el «…presidente ¡Como DIOS manda!», como se publicita él mismo, tanto en las carteleras como en el mundo de las redes sociales, siempre listo para la alienación de las grandes mayorías.
Aparte de la comprensión del respeto y la tolerancia como elementos clave en la construcción democrática, es importante identificar las distintas causas estructurales entretejidas que han devenido en nuestra condición actual, polarizada y polarizante, en donde los caciquismos partidistas con liderazgos no legítimos buscan la manera de una manipulación masiva que facilite sus macabros planes de perpetuación en el poder. Una de estas formas de manipulación lo representan las figuras religiosas que de una u otra forma es posible proyectar. Cuando se privilegia un credo o forma de ser, posiblemente popular en las grandes mayorías o en las modas del momento, estamos discriminando y faltando el respeto a los otros que no encajan en esta particular visión del mundo, con fines puramente populistas y demagógicos.
Caso que no podemos dejar de concebir como causal de este tipo de situaciones polarizantes e irrespetuosas es el del minipresidente que tenemos, con todos los desvaríos y afecciones psicológicas que le acompañan. No podemos olvidar una de sus frases de campaña, con aquellos carteleros que inundaron el país, aseverando que «la fe mueve montañas», y en auténtica observancia que quien no creyera en el ungido de Dios no podría sino merecer algún tipo de condena (de tipo espiritual o material) o quien sabe si no el fuego eterno. Sin embargo, la condena y el fuego (gracias a Dios no eterno) ha sido para aquellos que justamente creyeron en tal tipo de argucias, baratijas de mala muerte, de una tragicomedia de la que todos, inclusive los que nunca votaríamos por gente como esta, deberemos aprender.
Por suerte que ha salido a la luz pública el verdadero perfil del presidenciable Pablo Duarte, del cual basta con leer algunos trozos de su libro Masturbatorio para escoger pareja para concluir de qué calaña de persona se trata. En la siguiente imagen se muestran algunos de los comentarios y seudochistes de este señor, a todas luces despótico, retrógrado, machista y misógino a más no poder.
Cabe mencionar que en la entrevista concedida a Publinews, Duarte aseguró que la familia: «es clave, Dios me envió una mujer maravillosa». Sin embargo, el libro es toda una porquería y se tiene que estar rodeado de lo similar para publicar algo tan denigrante. Como enfatizamos, para él «las mujeres son como las cucarachas… como la caca de chucho: entre más vieja más fácil de levantar». Profundizando en esta línea de enfermizos comentarios, una analista política especializada en temas de género consideró que él no es solo un derroche de machismo y de violencia a todo nivel, sino que genera mucha preocupación el hecho que existan seguidores de esta sociedad que se dice democrática que puedan estar de acuerdo con este tipo de ideas, tan extremistas como radicales, citando para ello los altos niveles de violencia contra la mujer, los índices de desapariciones y recurrentes casos de niñas embarazadas.
Para finalizar, uno puede cuestionarse: ¡¿quién puede seguir a alguien así, que dice defender la familia con un discurso fundamentalista en favor de Dios?! ¿De qué dios estará hablando un mentiroso de este calibre? Se hace indispensable rechazar firme y fehaciente a un individuo que no solo piensa así, sino que lo escribe y lo promueve como bandera de pensamiento. Y es que el peligro no es solo de un individuo, sino de la naturaleza del discurso en sí. Por ello no podemos permitir que se siga mezclando el agua con el aceite, y que por una visión fatalista o de predestinación celestial dejemos en manos de las fuerzas sobrehumanas lo que en justicia nos corresponde a nosotros mismos, los humanos, en el ámbito de las decisiones y en el de las acciones, pues al optar por lo primero caemos en el terrible riesgo de quedar a disposición de gente como esta que hemos citado, que desean a toda costa y bajo cualquier costo el poder en nuestro país. Se trata, en pocas palabras, de asumir un rol de ciudadanos responsables, ejerciendo nuestros derechos y nuestras responsabilidades para con la sociedad a la que pertenecemos y a la que nos debemos. No Guatemala, nunca más debemos caer en este sistemático, pero evitable, engaño. De cada uno de nosotros depende el cambio que deseamos promover.
Fotografía principal tomada de Publinews.
Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
Correo: viniciobarrientosc@gmail.com
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