Comenzando por el comienzo

Claudia Navas Dangel | Política y sociedad / ORDINARIA LOCURA

Si quieres comprender la palabra felicidad,
tienes que entenderla como recompensa y no como fin.
Antoine de Saint-Exupéry

Han sido días convulsos, días que me han hecho buscar en mis recuerdos, perderme entre los libros, abrazar más fuerte mis cobijas, de ahí estas palabras.

Tenía todo claro. Qué hacer cuando fuera mayor, cuántos hijos tener y cómo llamarlos, sabía perfectamente que el día era para estirar los brazos y alcanzar las estrellas relegadas de la noche y así encenderme, avanzar y transformarlo todo. La noche, en cambio, era ceremonial, charla, guitarra acompañando mis cantos destemplados, poemas…. «Margarita está linda la mar y el viento…»

La noche era cómoda, segura, arropada, feliz. El miedo solo venía cuando mi papá narraba un cuento de La calle donde tú vives, la angustia surgía con historias como Rumpelstikin y la tristeza la provocaba las lágrimas de Candy Candy. El tiempo era evidente por el conejo de Alicia, el hambre y la pobreza podían revertirse gracias a una golondrina y el espíritu de un príncipe alojado en una estatua.

Sabía lo que quería, vivía con quienes amaba y mi mayor problema era pasar los ejotes del plato a la servilleta sin que mi mamá lo notara, y deshacerme de ellos sin dejar rastro alguno.

Hoy, muchos años después, nada está claro, no logro muchas veces ver las estrellas y me detengo constantemente, abatida por el miedo, la tristeza y la impotencia.

Mis noches son muchas veces desveladas, el guitarrista se marchó de este mundo en una caja de madera y los males que aquejan a mi país y mi corazón se repliegan en mi mente, asfixiando poco a poco esa esperanza de una vida feliz. El tiempo rige mi vida, se involucra con mis afectos y anhelo esos ejotes como dificultades.

Trato de vivir como el Principito, viendo con el corazón, espero visitas a las cuatro con alegría desde las tres, pero termino enfadándome luego por la impuntualidad de las cinco. Pero también temo ser domesticada, porque los cariños se acaban, o los acaban y el llanto hace que naufraguen mis sueños.

Busco esa niña dormida, consentida y abstraída por los finales felices de los cuentos de la infancia, que ahora sé que no reflejan la vida.

Quiero dejar de medir las cosas, el tiempo y hacer cuentas, ver el cielo despejado, embriagarme con dulces, perderme en el patio de mi casa y estar segura de que «si usted no me quiere… otro niño me querrá… chocolate… molinillo…».


Claudia Navas Dangel

Periodista, mamá, catedrática de periodismo y literatura. Lectora y redactora nocturna de algo parecido a los cuentos, gestora cultural, comunicadora y gatera.

Ordinaria Locura

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