-Rosa Tock Quiñónez / PERISCOPIO–
Observo algunos paralelismos y coincidencias de los efectos de la campaña #MeToo iniciada hace unos meses en Estados Unidos y la reciente campaña #YoNoSoyImpunidad en Guatemala. La primera, como sabemos, ha sido muy eficaz en legitimar la denuncia de centenares de mujeres víctimas de acoso y agresión sexual en el lugar de trabajo, específicamente en la industria cinematográfica. La segunda es el resultado de la labor diligente desde 2015 de una ciudadanía indignada y hastiada de la corrupción enquistada en las instituciones de Gobierno, segmentos empresariales y partidos políticos. Como extensión de #JusticiaYa, insiste en demandar reformas al sistema de justicia y otras instituciones que fortalezcan la búsqueda expedita de la verdad y la cohesión social.
Pese a ser ámbitos quizás sin conexión evidente que operan en contextos diametralmente distintos, ambas campañas han movilizado y sensibilizado a la opinión pública. El blame and shame (culpa y vergüenza) de este tipo de campañas avanza la lucha para terminar con la impunidad que sistemáticamente ha favorecido a políticos u opresores que ignoran o abusan de su poder y prestigio, ya sea en contra del bien común o la dignidad de las personas. La barra de expectativas de la ciudadanía sobre el comportamiento decente de los funcionarios públicos y empresarios se ha elevado por encima de su fama o reconocimiento.
Hago eco del guacalazo de agua fría con el que muchos despertamos el pasado martes 13 cuando supimos de la captura del exministro de Finanzas Juan Alberto Fuentes, vinculado junto al expresidente Álvaro Colom y otros miembros de su gabinete, al caso Transurbano. No le conozco personalmente, pero como muchas otras personas de mi generación y la que me precede, he seguido muy de cerca su prolífica, incansable y comprometida trayectoria profesional y política.
Pero este caso también me recordó a Al Franken, el famoso excomediante y ahora exsenador por el estado de Minnesota. Justo cuando acababan de destaparse los casos de Harvey Weinstein, Kevin Spacey y otros actores, nos enteramos de que una actriz de variedad acusaba a Franken de acoso sexual. A esta denuncia siguieron unas cinco o seis más. Tales acusaciones causaron sinsabor y fricción entre muchos demócratas locales, como sé que ahora causa congoja, perplejidad, frustración y escepticismo en varios círculos en Guatemala.
Para una mayoría de demócratas, las acusaciones contra Franken de aparentemente posar sus manos en lugares indebidos de manera libidinosa, no podían situarse al mismo nivel que el patrón de denigración y abuso sexual cometidos por Weinstein. De la misma forma, se ha argumentado que el cuestionado procedimiento técnico para otorgar subsidios a la empresa privada de autobuses no equivale al nivel de latrocinio en el que incurrieron los exgobernantes Otto Pérez y Roxanna Baldetti, y sus secuaces. La pena, pues, tendría que ser proporcional a la falta.
Paradójicamente, Franken había estado jugando un papel importante en defensa de los derechos de las mujeres y se perfilaba como candidato presidencial apetecible. Pero la plana mayor del Partido Demócrata a nivel nacional forzó su renuncia pese a que el ahora desaforado senador había solicitado al Comité de Ética del Senado ponerse a su disposición para que condujera una investigación a fondo de los hechos. Curiosamente, luego de su renuncia, ninguna otra denuncia ha emergido en su contra.
Al igual, Fuentes ha apoyado la cruzada contra la corrupción, ha abogado por la transparencia y la rendición de cuentas para transformaciones de fondo del país, y podría haber sido considerado un serio contendiente para la Presidencia. Pero hoy se encuentra en el banquillo de los acusados esperando audiencia por un supuesto fraude al Estado guatemalteco. Ciertamente el sistema penal guatemalteco es fastidioso, pero es lo que hay y habrá que esperar que continúe el proceso para encontrar la verdad. Solo el tiempo dirá si este es un caso de justicia o de ajusticiamiento político.
Franken dice que a pesar de su renuncia no callará y prestará su voz para las cosas en las que cree como ciudadano y activista. Esperemos que Fuentes no capitule y escriba el testimonio de la que es, quizás hasta ahora, la lucha más significativa de su vida.
Imagen principal Entre vidas, Anna Maria Maiolino, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Fotografía por Rosa Tock Quiñónez.
Rosa Tock Quiñónez

Politóloga y especialista en políticas públicas. Nací en Guatemala y ahora vivo en Minnesota, Estados Unidos. Desde hace varios años trabajo en el sector público, dedicada a la tarea de estudiar, analizar y proponer políticas públicas con el propósito de que la labor del gobierno sea más incluyente, democrática, y fomente una ciudadanía participativa.
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