-Jiménez Suchité / VOZ EN OFF–
En las butacas de abajo hay unos niños que gritan y ríen emocionados, en la pantalla Miguel le canta a mamá Coco y más arriba, de mi lado de la sala, varios adultos sollozamos intentando contener el llanto, pero es más fuerte que nosotros. Termina la función. Los niños salen felices, se han divertido y no se aburrieron nunca. Nosotros, los que cargamos con la gris etiqueta de adultos, salimos disimulando las lágrimas. No estamos tristes, al contrario, hemos pasado un momento de felicidad, pero no podemos evitar estar sensibles ante los recuerdos.
Quería ver una película con mi mamá, andábamos en Guate por motivos de salud y podíamos aprovechar un espacio de la noche. Revisamos la cartelera, me sorprendió que todavía estuviera Coco, se ha hablado tanto de ella y la trama parecía ser acorde a un momento mamá e hijo en el cine, así que estaba decidido. Una de las cosas que más se ha comentado de la película es que hace llorar, todo mundo ha publicado en redes sociales que lloraron viéndola y eso no me tenía muy tranquilo, porque al saber que la película era tan emocional, lo más probable era que me iba a dar igual. Y así lo comprobé al comenzar. La típica historia del niño que tiene un sueño, pero su familia no lo deja porque debe seguir la tradición laboral familiar y de todos modos se ve que va a hacer lo que sea para conseguirlo. En los primeros 15 minutos ya sabía como iba a terminar todo: niño cumple su sueño, la familia ve que estaba equivocada y debe apoyar al niño porque tiene mucho talento, todos terminan cantando y ahí queda el mensaje: lucha por tus sueños. ¿Clichés? ¿Dónde?
Pero mi yo cínico, que es mi mayor yo, estaba por recibir una lección de humildad.
Se pueden predecir los destinos generales de la trama, pero Coco te sorprende en el camino con giros emocionales llenos de cercanía, porque si en algo se diferencia Coco de las demás películas de Disney y Pixar es precisamente en eso, en la cercanía. Es una oda a la maravillosa cultura mexicana, especialmente al Día de Muertos, pero son tradiciones que se han expandido por más países de Latinoamérica. Mi abuela hacía un altar para las ánimas, colocaba las fotos de los familiares que habían muerto, dejaba comida, como ayote en dulce, frutas de todo tipo y granos básicos. Ella creía que por esa ofrenda también se nos bendeciría para que no nos faltaran los alimentos en el año. Mi abuela ya no está, pero ahora lo hace mi mamá, para quien también es un acto sagrado el ir a adornar las tumbas, así como para muchas familias guatemaltecas. En muchas ocasiones he sido apático con esa tradición familiar y mamá me ha llamado la atención explicándome la importancia de recordar a nuestros seres queridos y de ir a visitar sus tumbas, porque de lo contrario ellos podría creer que los hemos olvidado. En varias ocasiones me ha pedido también que cuando se marche, no la vaya a dejar en el olvido. Pero no me lo dice porque crea que yo la puedo borrar de mi memoria, me lo dice porque a veces la memoria no es suficiente y los recuerdos se deben plasmar en actos simbólicos y espirituales, como adornos de colores en las tumbas frías, ofrendas deliciosas en las mesas donde diariamente nos congregamos a comer o la luz de una vela frente al retrato de quien ha partido antes, pero a quien no dejaremos sufrir la última muerte: el olvido.
El aporte más grande de Coco es la comunión que consigue entre las nuevas generaciones y sus abuelos, el respeto a sus tradiciones y a su espiritualidad por parte de los más pequeños. En estos tiempos en los que a los niños no les interesan las historias de los más viejos, sino únicamente jugar con sus teléfonos o sus consolas de videojuegos, la película viene a mostrarles la importancia trascendental de la sabiduría de sus abuelos, lo mucho que pueden aprender escuchándolos y conociendo las raíces de sus familias. Así podrán tener una identidad.
Y ya sé que es una película de Disney y que trataron de patentar el Día de Muertos para comercializar más productos. Sí, ya lo sé, pero por hoy dejaré la crítica aguda y el cinismo a parte, porque Coco es amor, es un gran trabajo, es respeto por la espiritualidad de nuestras familias, es la preservación de lo simbólico y es, principalmente, la comprensión de que la eternidad que esperamos después de la muerte habita en la memoria de quienes nos han amado.
Imagen principal tomada de Disney.
Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.
Un Commentario
Muy buen comentario a Coco, película que tengo en fila para verla. Me alegra que en gAZeta le estén abriendo espacio a nuevas plumas como la del autor del comentario. Actualmente en la prensa guatemalteca faltan comentaristas de cine: por lo que considero que Jiménez Suchité está haciendo un gran aporte.
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