Clamor por la renuncia de Jimmy

Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL

La terrible tragedia causada por la erupción del volcán de Fuego, el domingo 3 de junio, ha tenido la particularidad de poner en evidencia la solidaridad del pueblo guatemalteco –como siempre ocurre– y, simultáneamente, una indignación sin precedentes, originada por el torpe manejo de la emergencia por parte del gobierno de Jimmy Morales.

Ha sido tan espantosamente anodina la gestión de crisis, que la población ha reaccionado con furia y lo que hasta hace poco era una necesidad sentida, en dos semanas se va convirtiendo en clamor incontenible: Jimmy Morales debe renunciar al cargo. Para ayer si es posible.

Obviamente, es la reacción emocional de quienes perciben que si el mandatario es incapaz de asumir actitudes coherentes frente a una situación crítica, aunque localizada, ¿cuánta menos capacidad tendrá para enfrentar una catástrofe de efectos más amplios e insospechados?

¿Y cómo reaccionar de otra manera, frente a la suprema ignorancia de quien en más de dos años ha sido incapaz de distinguir entre las limitaciones que impone la Ley de Contrataciones en casos como este, y las restricciones puramente de ejecución presupuestaria? ¡Si no ha entendido algo tan elemental, en el tiempo que le resta de gestión es imposible que llegue a entender los laberintos de la administración pública!

Lo peor para el presidente es que quienes estarían técnica y moralmente obligados a sacarle las castañas del fuego, padecen de una estulticia tanto o más severa que la de su jefe. Pese a que la Conred nunca ha sido un modelo precisamente de eficiencia (no nos engañemos, Alejandro Maldonado tampoco fue una lumbrera), sí es cierto que jamás había caído tan bajo. Y no creo que sea tampoco por incapacidad profesional de su actual director. Es, más bien, la carencia de una visión estratégica general de la administración de turno.

Y nunca antes, y menos a la hora de sufrir desastres naturales, Guatemala había sido el hazmerreír de la comunidad internacional; triste papel en el que la ha colocado una pobre incompetente, que en el peor de los momentos se vino a hacer cargo de nuestra diplomacia. Diplomacia manejada a lo cuadrúpedo, como muy atinadamente la describe Jaime Barrios Carrillo en su columna Canciller Jovel. Genio y figura.

Mire nada más que pronunciar frases tan malditas como esa de “No hay que llorar por la leche derramada”, en alusión al impedimento impuesto en las aduanas a los donativos enviados a las víctimas del volcán. O la torpeza, nivel copa mundial, de solicitar ayuda internacional –con número de cuenta y todo–, pero siempre y cuando sea en dólares o euros, y que no se sabe a ciencia cierta si habrá forma de fiscalizar.

Pero el caso es que todos estos desatinos gubernamentales no han ocurrido únicamente durante la emergencia. Han sido la marca de agua de la gestión de Morales: el asesinato masivo de niñas en el Hogar Seguro, el poder innecesariamente otorgado al Ejército, el descalabro en las políticas de seguridad, la incapacidad de atender la red vial, los atrasos en educación, la renuencia a comprar bienes y servicios por temor a las leyes… salvo, claro está, cuando se trate de lentes de lujo, whisky o mariscos.

A ello habría que agregar las confabulaciones en contra del trabajo de la Cicig, su dependencia total respecto del Pacto de Corruptos, el abandono de las políticas sociales, la negación reiterada de su corresponsabilidad en el financiamiento, si no ilícito, al menos oscuro, de la campaña que lo llevó a la Presidencia y, además, el afán incontenible de congraciarse con militares vinculados con violaciones de los derechos humanos o con el crimen organizado.

Es decir, el clamor por la renuncia del comediante metido a presidente es más que justificada. De eso no cabe la menor duda. Sin embargo, lograrlo exigirá mucho más que likes y retuits. Incluso, mucho más movilizaciones y actos de protesta. Exige visión y estrategia políticas, pero no impuestas por La embajada. ¿Será posible?

Pero es importante llevar al tapete algunas consideraciones previas. 1) Morales se va a aferrar al poder, sin duda con más tenacidad y desesperación que el propio Otto Pérez Molina. Su renuncia significa someterse de inmediato a la persecución penal que hasta hoy ha evadido, gracias al derecho de antejuicio. 2) ¿Su renuncia a cambio de que suba el vicepresidente Jafeth Cabrera? Difícil saber cuál sería el desempeño de este, porque hasta hoy solo ha hecho lo mismo que otros vicemandatarios, como Mario “El Mico” Sandoval o Rafael Espada: agazaparse y alejarse del ojo del huracán (sin dejar de cobrar el sueldo correspondiente, por supuesto).

En el caso de Cabrera se agrega otro elemento: 3) es posible que este enfrente una persecución penal por supuestos ilícitos, que lo obligarían a retirarse de la Presidencia. Esto es una mera hipótesis, pero en el caso de hacerse realidad, ¿su renuncia sería a cambio de que suba quién?

Me parece, entonces, que más que la respuesta a un clamor, la renuncia o no de Morales nos presenta un agudo dilema. En casos similares, se solía afirmar que lo saludable para la institucionalidad era ayudar a que el mandatario concluyera su mandato a toda costa. “Que llegue al final, aunque sea con muletas”, se afirmaba.

Sin embargo, creo que lo único que le queda a Jimmy Morales son dos opciones: a) Aferrarse a la alianza con el Pacto de Corruptos hasta las últimas consecuencias –lo cual no le asegura ninguna certeza de gobernabilidad– y b) romper con FCN, destituir a todo el gabinete y convocar de urgencia a la integración de un Gobierno, sino de unidad, al menos con diversa representación de la sociedad, para emprender un proceso de estabilización que desemboque en una tranquila transición.

En el proceso habría que definir una agenda mínima, en la cual se incluyan las reformas legislativas e institucionales pendientes, la reorientación del gasto público y priorización de temas puntuales que el Estado ha relegado. De lo contrario, el clamor por la renuncia crecerá cada vez más.

Se me olvidaba: el requisito principal para impulsar una estrategia de este calibre es una mente medianamente brillante para entenderla y llevarla a cabo. ¡Lástima de veras!


Imagen principal tomada de López-Dóriga Digital.

Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.

Democracia vertebral

Un Commentario

america arminda torres moya 15/06/2018

Fuera,..fuera…fuera es el clamor popular de peticion de RENUNCIA del Presidente Jimmy Morales Cabrera…Nos pone en verguenza ante la comunidad internacional…el berrinque de sacar a Don Ivan Velasquez, parece que ya bajo de tono y tiene a la Ministra de Relaciones Exteriores metiendo la pata a cada rato…El Volcan de Fuego, un gran coloso, es otro de los desaciertos de un Presidente que no sabe que hacer y solo hace como que hace y al final desprecia a toda esa gente que vivio horrores, muerte y desolacion…

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