Ciudadanos a medias

Enrique Castellanos | Política y sociedad / ENTRE LETRAS

En Guatemala, al hablar de ciudadanía debe tomarse en cuenta la dicotomía entre la realidad legal y formal de la institucionalidad del Estado y la realidad socioeconómica de los habitantes del territorio.

La idea concepto de ciudadanía ha sufrido variaciones a lo largo de la historia y ha estado determinada por la estructura social y económica. En la Grecia antigua, ya se tenía una muy clara concepción de los «ciudadanos». Asimismo, en el Imperio romano y los estados nacionales de la Europa del siglo XIX. Etimológicamente se considera un ciudadano, como el que pertenece a una ciudad, tomando en cuenta que «la ciudad» es referenciada como la organización política más importante.

Cuando se habla de democracia o de un sistema democrático, se infiere que uno de sus rasgos más elocuentes y precisos es la existencia de un vigoroso bloque de ciudadanía, que en activo movimiento es capaz de confrontar a gobernantes y activar el dispositivo de vigilancia a las competencias que han delegado en ellos. Perissé [1] indica que «es un concepto que se encuentra relacionado a las distintas formas de organización humana, y las mismas se van transformando a lo largo del tiempo». Y continúa: por estas razones acordamos con Landau en concebir la ciudadanía como una construcción, en la medida que «si la ciudadanía es algo que remite a un proceso histórico, siempre vamos a estar hablando de una construcción de ciudadanía y de que haya también una reconstrucción constante de esa ciudadanía».

En Guatemala, uno de los elementos más rescatables de la posfirma de Acuerdos de Paz, es que cada vez más, diversos sectores sociales arriban al ámbito político y precisan más la idea de una democracia en construcción. Es más clara la idea de «una libertad política», que permite comprender los derechos políticos que posibilitan ejercicios de participación ciudadana, como el derecho al sufragio, optar a cargos de elección popular y a los distintos tipos de consulta, entre otros.

No obstante, uno de los problemas es que si la ciudadanía se definiera por el acceso al desarrollo y sus indicadores básicos como: acceso a educación, servicios médicos, electricidad, agua entubada, transporte público y lugares poblados con servicios de drenajes, alumbrado público y seguridad, más de la mitad de la población serían ciudadanos parciales o no alcanzarían la categoría de ciudadanos. Los indicadores reflejan una elocuente tragedia en pleno siglo XXI. No se puede hablar, por lo tanto, de democracia para todos o, al menos, del mismo tipo de democracia. En este caso, coloquial y técnicamente, puede afirmarse la coexistencia de dos Guatemalas: la Guatemala de los centros urbanos con acceso a servicios y la Guatemala rural y de las periferias desprovista de los mismos.

La historia colonial refiere que ciudadanía era un término inclinado a favor de quienes creían que eran poseedores de una herencia colonial. Reflejada no solo en posesiones de carácter material particular, sino de herencia de los atributos coloniales que persistirían a pesar de los eventos como: la independencia y conformación del Estado de la República de Guatemala. La idea de patria que estaba naciendo en Guatemala en el siglo XVII, y que se halla presente en el fondo de los arrebatos y alegatos de la Recordación Florida, es la patria del criollo. «Como cualquier otra idea política, esta idea era la expresión de un complejo de intereses de clase que tenía su origen en una situación económica (…) los criollos estaban defendiendo su patrimonio de herederos de la conquista y ese patrimonio fue la base material de la que surgió entre ellos la idea de patria» (Martínez Peláez, 1982).

Hay un contraste muy alto en términos de lo que une y separa a los habitantes del campo y la ciudad. De lo urbano y lo rural. De lo tecnológico a lo mecánico. De la economía de mercado a la economía de subsistencia. De los estudiados a los iletrados. Esta realidad tarde o temprano salpicará la historia, y la ciudadanía activa y en lucha por una verdadera democracia real, funcional y participativa, reclamará de nuevo avanzar en el verdadero desarrollo con justicia y equidad social.

[1] Agustín Horacio Perissé. La ciudadanía como construcción histórico-social y sus transformaciones en la Argentina contemporánea. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Núm 26 (2-2010). Disponible en: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/26/agustinperisse.pdf
Imagen tomada de Colourbox.

Enrique Castellanos

Estudios de Historia, educador popular, promotor del desarrollo. Voluntario de cambios estructurales y utopías.

Entre letras

Un Commentario

Tito Medina 15/10/2018

Gracias por recordarnos que Guatemala no es más que la patria del criollo, su estado garantiza la componenda que beneficia y privilegia al 1% de la población. Se necesita algo más que la refundación de ese Estado de ellos. Hay que construir una patria de todos y para todos.

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