-Fernando Zúñiga Umaña / EN EL BLANCO–
Son decepcionantes, y hasta repugnantes, aquellos economistas que se esconden detrás de su refinado vocabulario, de sus manejos gráficos y de ecuaciones y modelos, para justificar una situación que a la larga es solo una manipulación política para salvaguardar intereses ocultos. La economía siempre ha tenido a su favor una amplia gama de términos, fórmulas, desarrollos matemáticos y gráficos que le dan un mayor peso en comparación con otras ciencias sociales, incluso se da el lujo de tener un Premio Nobel cada año, a la par de ciencias duras como la física y la química.
El uso de los supuestos, que dentro del método científico son importantes para aislar fenómenos y extraer las variables que más explican una situación, sirve para otros fines cuando los utilizan estos economistas. Por ejemplo, el mito de la infalibilidad del mercado como mecanismo de control del sistema social, la soberanía del consumidor, la utilidad del consumidor, la racionalidad económica, los inexistentes equilibrios y muchas otras categorías que son vitales para ocultar realidades.
Un economista debe tener la capacidad hermenéutica de “traducir” sus elaboraciones, por más sofisticadas que sean, a un lenguaje comprensible no solo para la comunidad científica. Los distractores en ese discurso son sus gráficos, ecuaciones o fórmulas, que pudieron haber sido básicas para obtener los resultados, pero que deben abstraerse para concluir, eso en el caso de que estemos hablando de un investigador científico serio. En caso contrario, el “vulgarismo científico” es cuando ese “combo” de símbolos y ecuaciones se convierten en formas de disfrazar el discurso.
¿Qué sucede cuando un economista explica un fenómeno económico bajo el supuesto de la infalibilidad del mercado? ¿Qué implicaciones tendrían las políticas propuestas por parte de ese economista? El tiempo se encargaría de demostrarle y arrojar en su cara la verdad de los hechos. El mercado falla, la mano invisible de Smith no existe, el consumidor no es racional, tampoco es soberano y nunca se llega al equilibrio, menos en la sociedad actual. Al final, se resume la historia en “daños colaterales” del modelo o las denominadas “externalidades”, conceptos muy adecuados para justificar el error.
Este planteamiento lleva a grandes errores en la historia, uno de los más recientes se cometió en el centro del capitalismo financiero moderno. La crisis financiera del 2008 en Estados Unidos, precedida de lo que se denominó crisis de las hipotecas subprime, no fue nada más y nada menos que una serie de errores de los diferentes agentes económicos, asesorados por los “gurús de las finanzas”. En muchos casos, sustentando sus análisis en que serían las fuerzas del mercado las que llevarían al sistema financiero e inmobiliario al equilibrio y a la superación de cualquier crisis. En ese largo camino, los daños colaterales fueron la ruina de los propietarios de viviendas, desposeídos de ellas, y algunas instituciones financieras. Prueba de la falla del libre mercado fue la intervención estatal para darle apoyo monetario a muchas entidades bancarias.
De la misma forma, en nuestros países constantemente se cometen “errores” por parte de esos economistas autorizados a participar en la toma de decisiones. Por ejemplo en política tributaria, aplicando impuestos progresivos pero con sistemas de cobros regresivos que perjudican a los que menos tienen. Políticas salariales, que implican incrementos irrisorios en los ingresos de los trabajadores, bajo argumentos imprecisos financiados por las cámaras patronales. Asignación de precios, modelos que tienden en el mediano plazo a aumentar las tasas de interés, con el enorme “daño colateral”, no solo en los potenciales usuarios de crédito sino en aquellos que sufren ese incremento en las cuotas mensuales.
También, tratando de salvaguardar el sistema de libre mercado, se permite el ingreso de empresas que llegan a nuestros países a utilizar mercados cautivos, infraestructura, recursos naturales y hasta crédito nacional. Esta pobre justificación se la dieron al presidente de Costa Rica para que apoyara el ingreso de cemento chino. Triste experiencia, porque aparecieron en todas las esferas del poder, personajes dispuestos a “defender la libre competencia”. Esta historia recién se está escribiendo.
Imagen: Vulgarismo por Fernando Zúñiga.
Fernando Zúñiga Umaña

Costarricense, estudioso de la realidad económico social y política nacional e internacional. Economista de formación básica, realizó estudios en la Universidad de Costa Rica y en la Flacso México. Durante más de 30 años laboró en la Universidad Nacional de Costa Rica. Actualmente es director del Doctorado en Ciencias de la Administración de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica. Consultor privado en el campo de la investigación de mercados, estudios socio económicos.
2 Commentarios
Lenguaje verbal y gráfico de tu mensaje, que nos recuerda la inclusión de terminología de las ciencias duras en las disciplinas sociales ,en claro afán de aparentar robustez analítica.
Me haces evocar a Bernard Maris, el de Charlie Hebdo, con tu estilo caústico y directo
para » eschingar» el discurso interesado,de sus tafetanes pseudoeconomistas.
Nos pones a pensar Doctor, gracias.
Pues esa tónica debería aplicarse a otras áreas que juegan de elitistas en su incomprensible lenguaje con el que tratan de explicar diversos fenómenos sociales, científicos y técnicos. Sin embargo, en cualquiera de los casos, nunca se debe renunciar a una excelente ortografía, la cual ayuda a plasmar la claridad de lo expuesto.
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