Cien años de soledad o la verdad de la satisfacción desmesurada de los deseos

Camilo García Giraldo | Arte/cultura / REFLEXIONES

La gran novela de Gabriel García Márquez Cien años de soledad no solo es un gran testimonio literario de lo que los críticos literarios denominaron en su momento «realismo mágico», sino también una excepcional exposición a través de la vida y conducta de sus diversos personajes, de los miembros de la familia Buendía, de los deseos más importantes y significativos que tienen los seres humanos, deseos poderosos que los animan y empujan a vivir dándoles un sentido profundo. Cuatro son los deseos esenciales que animan la vida de sus personajes: el primero, el de amar y ser amado, el de vivir con plenitud el amor; el segundo, el de morir en el lugar donde se nació y se transcurrió una infancia feliz y plena; el tercero, el de verificar o probar las opiniones o saberes que creen verdaderos para sentirse seguros de que lo son, y finalmente, el cuarto, el de sentir el placer sensible que proporciona una sexualidad amorosa, un placer sexual que confirma y prolonga el amor que se tienen dos personas. Cuatro deseos cuya realización les daría una gran satisfacción, les proporcionaría una gran felicidad con la que encontrarían un sentido fundamental para sus vidas.

Pero, además, son deseos que sus personajes nunca pueden cumplir o satisfacer plena o definitivamente porque siempre son coartados o negados por la irrupción de la muerte que su satisfacción paradójicamente acerca o provoca. Pues es la muerte la que en definitiva niega la satisfacción plena y completa, la felicidad absoluta, que la satisfacción de los deseos humanos más legítimos proporciona. Cien años de soledad es una novela en la que sus personajes logran realizar sus deseos, o por lo menos, los buscan realizar con ahínco y empeñada reiteración, pero al precio de encontrar en esa realización el surgimiento de la muerte.

Así, entonces, Meme, la hija de Aureliano Segundo, vive intensa y desmesuradamente todos los días, en el cuarto de baño de la casa, sus encuentros amorosos, hasta el día que su madre Fernanda del Carpio los descubre; en ese momento decide prohibirlos de manera tajante y cruel enviando a su hija a vivir encerrada en un convento en el que llena de pena decide renunciar al habla, a usar el lenguaje, y guardar silencio por el resto de sus días. Al perder su libertad y la posibilidad de seguir viviendo su amor con Mauricio Babilonia que le daba felicidad, Meme perdió las dos condiciones esenciales que le daban sostén y sentido a su vida; decidió, entonces, «quitarse esa vida» renunciado a usar la principal facultad que tienen los seres humanos para vivir, el lenguaje.

El segundo deseo común de los seres humanos es el de vivir los últimos tiempos de su vida y morir en el lugar donde se nació y vivieron felices los primero años de la vida. En efecto, todos los miembros de la familia Buendía murieron en la casa de la aldea de Macondo donde nacieron y vivieron su infancia aparentemente feliz. Y el único que no murió en su seno, José Arcadio Buendía-hijo, logró realizar este deseo poderoso con la sangre de su cadáver que se desplazó por las calles de la aldea hasta llegar a la casa y fundirse en su tierra. Así, de este modo más simbólico que mágico, se consumó este deseo de José Arcadio, y que dominó con gran fuerza a todos los miembros de la familia, de morir no solo en el lugar donde se nació sino donde se vivieron las primeras y más duraderas experiencias felices de la vida.

El tercer deseo fundamental, que es muy propio también del conjunto de los seres humanos, es el de adquirir la plena certeza de lo que se piensa o se cree saber sobre algo fundamental de la vida o del mundo es verdadero. Pues cada persona, al tener o sentir la certeza de que sus ideas o pensamientos son verdaderos, le proporciona verdad y valor a la propia existencia; el valor de la verdad de su pensamiento hace de su vida una vida valiosa, cargada de valor. Es un deseo humano profundo que puso en evidencia Sócrates en la Antigüedad griega y que el padre fundador de la familia, José Arcadio, sintió con extraordinaria fuerza cuando el sabio Melquiades que visitó la aldea, le enseñó no solo la existencia de nuevos aparatos tecnológicos, como el daguerrotipo, sino también una gran variedad de saberes sobre la naturaleza de los que no tenía la certeza que fuera verdaderos.

A partir de ese momento construyó un laboratorio en su casa para tratar de encontrar las evidencias que probaran su verdad. Pero como no las encontraba, repetía todos los días los mismos experimentos con la esperanza de hallarlas. De tal manera que ese deseo se convirtió en una obsesión que lo llevó a perder la razón, que lo enloqueció. Pero no enloqueció por haber leído sin pausa y sin cesar todos los libros de caballería existentes, como le ocurrió al Quijote, los cuales lo condujeron a querer ser uno de esos caballeros heroicos, a querer imitarlos, sino porque se entregó todos los días a repetir una y otra vez, sin pausa y sin cesar, de manera también desmesurada, los mismos experimentos que se negaban a confirmarle como verdaderos los saberes que había aprendido. Y al enloquecer, perdió, como Meme, el deseo de hablar sumiéndose en un profundo silencio. Silencio que lo hará semejante a los vegetales de la naturaleza. Condición vegetal de su ser que se confirma al terminar sus días atado, o mejor, unido estrechamente, al árbol situado en el patio de su casa; árbol que parece ser el espejo en donde se refleja la figura de su ser quieto y silencioso, abandonado por la razón.

Y finalmente, el cuarto deseo es el que realizaron los dos últimos miembros de la familia, Aureliano y Amaranta Úrsula, durante cuatro años en todos los cuartos y rincones de la casa, hasta el día que Aureliano logró descifrar y leer la última parte del viejo libro escrito en un idioma extraño que le dejó una vez el sabio gitano Melquiades a José Arcadio-padre, en el que decía que sería precisamente él quien lo leería, y que al leerlo por completo no solo encontraría la historia de la vida de todos sus antepasados, de todos los miembros de su familia, sino también hallaría su propia muerte, que en efecto un momento después encontró junto con su amada. Así que al leer finalmente este texto sorprendente, Aureliano descubrió una verdad esencial de su vida y de la vida de todo ser humano, a saber, que la satisfacción desmesurada e incesante de los deseos, en este caso de sus deseos de placer sexual, no dan sino una satisfacción limitada y temporal, porque conducen «secreta y silenciosamente», tarde o temprano, al fin de la vida y, por lo tanto, al cese definitivo de esos deseos que son las expresiones más claras y características de esa vida.

Pero esta satisfacción desmesurada que vivieron los dos de sus deseos sexuales de placer fue posible porque desconocieron la regla cultural que los limita, la regla o norma que prohíbe la práctica de la sexualidad incestuosa. Regla cultural que, como mostró bien Levi-Strauss, es co-originaria de la vida de todos los pueblos y grupos humanos del mundo, debido a que garantiza su supervivencia y prolongación al preservarlos de los conflictos violentos que se darían entre los varones del grupo por la posesión sexual de las escasas mujeres y del deterioro del material genético que los degradaría y degeneraría biológica y mentalmente al cabo de corto tiempo.

Aunque Aureliano sospechó que entre los dos existía un estrecho lazo de parentesco, no pudo comprobarlo debido a que los archivos de la aldea que contenía los datos completos sobre su familia se había destruido con el paso del tiempo. De tal modo que sin esta certeza decidió poner en peligro sus dos vidas, o mejor, la forma, fisonomía y condición humana de esas vidas, violando esta norma cultural, entregándose a vivir este placer de manera incesante e ilimitada con Amaranta Úrsula. De ahí que en realidad o en el fondo, sus muertes –Amaranta Úrsula murió desangrada después de haber dado a luz un niño con cola de cerdo tal como lo había prevenido y alertado en muchas ocasiones Úrsula, la gran matrona de la casa y de la familia– no fueron tanto el cumplimiento de esta predicción escrita sino el resultado de la violación o desconocimiento de esta norma cultural que da y asegura a los hombres la forma y la fisonomía humana de su ser. Por esta razón sus muertes físicas fueron la expresión, o mejor, la prolongación casi inevitable de las «muertes», como seres humanos que sufrieron al violar esta norma fundamental de la vida humana-familiar.

De ahí que esta gran obra literaria, como toda gran obra literaria o poética, nos muestra o revela una verdad esencial de nuestras vidas, nos enseña algo fundamental que nos permite verlas y comprenderlas mejor, a saber, que la satisfacción desmesurada de nuestros deseos naturales y legítimos, de nuestros deseos humanos más significativos y universales, nos conduce inevitablemente, tarde o temprano, a la muerte que entraña la desaparición o negación definitiva e irrevocable de todo deseo. Pero no solo o no tanto de nuestra muerte física, sino sobre todo de la muerte de nuestra humanidad, de la forma y fisonomía humana de nuestra existencia. Por eso la posibilidad de satisfacerlos sin cesar, sin límites y sin condiciones culturales-normativas, nos seduce o nos atrae poderosamente de modo consciente o inconsciente; pero es una seducción que encierra en su seno sigilosamente una grave trampa: la de conducirnos a nuestra propia destrucción. Y García Márquez, al haber puesto esto de presente a través de la vida de los personajes imaginarios de esta maravillosa novela, ha enriquecido extraordinariamente la comprensión de nuestro ser y existencia.


Camilo García Giraldo

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá en Colombia. Fue profesor universitario en varias universidades de Bogotá. En Suecia ha trabajado en varios proyectos de investigación sobre cultura latinoamericana en la Universidad de Estocolmo. Además ha sido profesor de Literatura y Español en la Universidad Popular. Ha sido asesor del Instituto Sueco de Cooperación Internacional (SIDA) en asuntos colombianos. Es colaborador habitual de varias revistas culturales y académicas colombianas y españolas, y de las páginas culturales de varios periódicos colombianos. Ha escrito 7 libros de ensayos y reflexiones sobre temas filosóficos y culturales y sobre ética y religión. Es miembro de la Asociación de Escritores Suecos.

Reflexiones

Correo: camilobok@hotmail.com

2 Commentarios

José urrunaga 10/04/2019

Otra mirada a la gran novela de verdad para reflexionar.
Histórica, apasionante, casi real ,sobre todo aquellos que vivimos en los interiores de país.
Excelente análisis.

Rodólfo Olivera 09/04/2019

Cierto las conclusiones, llega a una gran verdad…

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