Chichicaste, de Rafael Romero

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Bartolo, excharamilero, sale de la cárcel con la ayuda de la Chata. Se mudan a Jocotenango; él se hace pasar por su tío para engañar a la pareja de ella. Estando allí, envicia a los miembros de una mara criminal, drogadicta, putera y alcohólica con brebajes a base de chichicaste; los convierte en sus seguidores, confunde y mata a algunos, y trastorna al resto hasta llegar a un desenlace fatídico.

Chichicaste tiene cuatro narradores: Bartolo, Misil, Maco y la Chata; predominan Bartolo y Misil. El autor prescinde de su propia voz, aunque con algunos deslices, como cuando un personaje dice «Eureka» y el autor lo corrige, dando una explicación. Cuando habla Maco o Misil, a veces se deja entrever la voz del autor o lo que uno presiente que va a ser cuando la ponga de manifiesto; una voz reflexiva, perspicaz, de oraciones cortas.

Se percibe por lo menos tres audiencias narrativas: el amigo o amiga cuando se habla de tú; una figura respetable, quizá el autor mismo, cuando se habla de usted; y la sociedad en general o a una sociedad en particular cuando se dice «ustedes».

La historia es lineal y avanza un buen trecho sin que haya un giro que rompa el «estado de cosas», lo cual ocurre hasta la página 86. Sería más intrigante, por ejemplo, si se hubiera dado alguna pista relacionada con el agua de chichicaste antes de esa página, como cuando Bartolo está viviendo donde Maco. Esto también ayudaría a explicar por qué Maco se deja embaucar de manera tan fácil y hasta sosa por la Chata y Bartolo.

El lenguaje es el que corresponde a los personajes. El registro de los masculinos resulta bastante parecido. Romero parece conocer lo suficiente a las maras de Jocotenango, pero no a un nivel tan íntimo como para percibir y expresar las diferencias entre uno y otro; algo similar se ha dicho de Juan Rulfo y su lenguaje del campesino mexicano. El lenguaje de la Chata, sin embargo, sí es bastante diferente al de los personajes masculinos.

Se trata de un castellano guatemalteco, a pesar de que el autor vive en Madrid y conoce bien el peninsular. Los personajes se mantienen fieles a la forma de hablar, narrar y describir de su entorno social y cultural. Pertenecen al inframundo de Jocotenango, Sacatepéquez y la ciudad de Guatemala; los que no, aparecen más bien como extras, por ejemplo los enfermeros del hospitalito, los policías que los persiguen y los parientes de los protagonistas.

No hay metáforas, pero los símiles abundan, son originales y casi todos afortunados; la caída de un hombre como el desplome de un platanar cuando se le da el último machetazo, el beso de una mujer como meterle la lengua a una lata de leche condensada y el abalanzarse de un hombre sobre el sexo de una mujer como una camioneta que se desbarranca. El único símil desafortunado es cuando se compara el abrirse paso de una lengua entre el vello sexual con el de un machete entre la maleza.

El microcosmos novelístico se resquebraja un par de veces; cuando la Chata le pide a Maco un favor, que es más bien una condición; la relación entre Maco y Bartolo está demasiado poco definida. No se puede ser más explícito sin revelar la trama. Se experimenta un retorno a la incredulidad cuando uno de los personajes comete una transgresión con mucha ingeniosidad y artificio, pero deja olvidado un objeto de valor en la escena del crimen y después no se acuerda dónde lo perdió. Si estaba tan borracho y drogado no podría haber sido tan hábil y artificioso, y si no lo estaba, no habría olvidado ese objeto o se habría acordado de dónde lo dejó. Dada la importancia del objeto en la narración, esta discontinuidad lo devuelve a uno, por un momento, al estado de incredulidad.

El agua de chichicaste es una poción mágica en la novela. Cuando alguien la toma se convierte en un súper villano. Bartolo es un superhéroe negativo, un ángel vengador contra la sociedad y sus propios compinches, que lo despreciaron. Esta razón de ser, vengativa, se extiende a la sociedad en general y hasta a toda la especie humana.

Resultó gracioso confirmar el estereotipo del antigüeño y su afición por las hierbas. El chichicaste es la principal, pero también se mencionan el quimiche, el higuerillo, el chipilín, el bledo, el apazote, la malva, los cogollos de naranja, la hoja de maguey, la jacaranda, la flor de izote, la hoja de caiba, la hoja tierna de granada, las puntas de güisquil y el loroco. Esto confirma la estirpe del autor como oriundo de Sacatepéquez, la tierra de los «panzas verdes»

La novela es «políticamente incorrecta», como cuando se asocia la violencia hacia la mujer con el sexo. El autor muestra perspicacia psicológica y ausencia de pelos en la lengua. Lo mismo pasa en algunas caracterizaciones, como cuando el Sapo, después de comportarse bravucón, se mete el meñique en la nariz y se saca «un moco de esos difíciles».

También parecería ser un exorcismo por interiorización. Al meterse de lleno a una mara, el autor le pierde la distancia, el miedo y la sensación de alienación. «Repito otras voces que siento como mías y se encierran en mi cuerpo». «Los astros no están más lejos que los hombres que trato, hablando de la soledad, del vergazo de distancia que hay entre la mara y yo, en ese trato que ni siquiera existe». Se percibe también la solidaridad con el amigo que murió en forma trágica y traicionera, como si una de las motivaciones del autor fuera hacerle un homenaje a Rudy Estuardo Valle Gómez, citado en la dedicatoria. Éste podría estar representado por el Sapo, mientras que el Misil podría encarnar los sentimientos de cólera y frustración del autor, ante la muerte violenta del amigo. En pláticas con el autor durante la presentación de libro se confirmó que, en efecto, así es.

En general, el microcosmos novelístico funciona. Uno se mantiene interesado y cerca del final no quiere que la novela termine. Se ha encariñado con los personajes, a pesar de sus maldades, por estar tan bien caracterizados y por reflejar un mundo que se percibe como desafortunado y extremo, pero plausible.

Por Eduardo Villagrán


Este libro fue publicado en Guatemala, por Editorial Alas de Barrilete en 2013.

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