-Jaime Barrios Carrillo / SIGNOS–
Las recientes elecciones en Costa Rica se definieron por la cuestión políticamente no prioritaria, hasta hace unas semanas, del matrimonio gay y en extenso los derechos de los ciudadanos homosexuales y transexuales.
El 9 de enero, poco antes de la fecha de las elecciones, la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH, cuya sede está precisamente en la capital costarricense, anunció que hay derecho en la orientación sexual y la identidad de género como categorías protegidas por la Convención Americana de Derechos Humanos.
Las reacciones de todas las iglesias fueron atronadoras. Y el impacto político enorme, ya que a falta de propuestas consistentes y en plena crisis de la democracia tica, el abstencionismo y la falta de interés por los debates y las propuestas partidarias pasó a segundo lugar y fue sustituido por una cargada plataforma moralizante de defensa de valores conservadores, amarrados a la familia nuclear y la heteronorma. Fabricio Alvarado, cantante de música cristiana, periodista y activista protestante obtuvo el primer lugar con 24 por ciento, candidato por el ultraconservador partido evangélico Restauración Nacional. No hubo en el resultado electoral ningún claro ganador y los partidos tradicionales fueron los grandes perdedores, por ejemplo, el histórico partido Liberación Nacional con Antonio Álvarez Desanti obtuvo tan solo 18 por ciento y un tercer lugar, lo que saca a esta organización de la segunda ronda.
Un esclarecimiento inmediato sería la base religiosa amplia y conservadora de Costa Rica, que no es la excepción en Centro América y la mayoría de países latinoamericanos. Agregando que la raquítica oferta política y el descrédito por razones de mala gestión y acusaciones de corrupción del partido oficial produjo un efecto generalizado de desinterés y en lo concreto el más alto abstencionismo de las últimas décadas, con una participación de apenas 65 por ciento. En todo caso, el conservadurismo que pretende a contracorriente restaurar valores de raíz fundamentalista cristiana triunfó en la primera ronda, aunque precariamente, sobreponiéndose a cuestiones perentorias como el deterioro de los servicios de salud, educación y seguridad pública, el cuidado y manejo del medio ambiente y esencialmente el combate a la pobreza.
Resulta oportuno ahora recordar aquí que la emblemática cantante Chavela Vargas (1919-2012) nació en San Joaquín de Flores, el cantón más pequeño de la república centroamericana de Costa Rica. Su padre era un policía que se llamó Francisco Vargas y la madre Herminia Lizano. La bautizaron con los largos nombres de María Isabel Anita Carmen de Jesús. Primero le decían María Isabel, luego Isabel y finalmente Chavela, como mundialmente se le conoce. Estaba por cumplir los 18 años cuando se fugó a México antes de que la casaran con «un señor».
La fuga del país natal tiene que ver con su condición de lesbiana. Inaceptable en aquella época en los lares católicos de las repúblicas cafetaleras y bananeras del Istmo. «Costa Rica es una funeraria», diría muchos años después. Jamás se reconcilió con su tierra natal, aunque hizo un intento, ya bien cumplidos los setentas, de regresar por un tiempo. No soportó mucho y se largó:
«Qué país Costa Rica. Yo pondría allí a todos los suicidas del mundo. Les pondría allí un departamento. Sería un buen negocio una tienda de ataúdes», dijo en una entrevista al final de su vida al periódico español El País.
En México nunca tuvo problemas con su elección sexual. Cantó rancheras de hombres. Fumaba y tomaba como los «machos mismos». Decía Chavela:
Yo he tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma, para mí, es un orgullo. Llevar el nombre de lesbiana. No voy presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego. He tenido que enfrentarme con la sociedad, con la Iglesia, que dice que malditos los homosexuales… Es absurdo. Cómo vas a juzgar a un ser que ha nacido así. Yo no estudié para lesbiana. Ni me enseñaron a ser así. Yo nací así. Desde que abrí los ojos al mundo. Yo nunca me he acostado con un señor. Nunca. Fíjate qué pureza, yo no tengo de qué avergonzarme. Mis dioses me hicieron así.
Jaime Barrios Carrillo

Columnista, escritor, investigador, periodista nacido en 1954 y residente en Suecia desde 1981, donde trabajó como coordinador de proyectos de Forum Syd y consultor de varias municipalidades. Excatedrático de la Universidad de San Carlos, licenciado en Filosofía y en Antropología de las universidades de Costa Rica y Estocolmo.
5 Commentarios
Tampoco decimos que somos suizos y que no somos centroamericanos. Hay una canción que dice que somos la “Suiza centroamericana”, y no por que seamos rubios de ojos claros, tampoco por ser un paraiso fiscal. Es por el paisaje verde de grandes praderas similar a la campiña suiza. Lo decque les griten indios, perdone pero esos son la chusma en los estadios, mucho sufrimos cuando murieron en el estadio decenas de guatemaltecos y ahora que estan castigados no tenemos a quien golear ( jaja broma)
Lo que mi pais le hizo a Chavela no tiene perdón. Sin embargo Costa Rica es vanguardia en los derechos de la mujer, en las libertades de gays y lesbianas en comparación con países como Guatemala, donde tienen mas fuerza los religiones conservadoras y hay mas temor a “salir del closet” incluso los resultados a favor decddtos homofobicod en la primera ronda fue de apenas 16.0% de los electores.
Totalmente de acuerdo Fernando.
Un texto muy interesante y oportuno.
Poco a poco, pero de pronto de a montón se está evidenciando el conservadurismo de la sociedad costarricense. Muchos de los ticos se consideran suizos y rechazan ser centroamericanos. No olvidemos que cuando la selección guatemalteca ha viajado a jugar a Costa Rica, a los jugadores les han gritado ¡indios!. El mundo de ahora nos está haciendo ver «cosas de cosas«. A la salud de Chavela Vargas brindemos porque todo sea para mejorar.
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