Certamen de Poesía Joven «Laura Damián»

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«¡Si trabajas muchísimo!… Lo que sucede es que trabajas sin fruto en un país que no necesita literatos, sino agricultores, comerciantes…». Enrique Gómez Carrillo ilustró esta cita en una discusión que tuvo su madre con su padre (ella acusándolo a él, claro) que inmortalizó en 30 años de mi vida, publicada en 1919, cuando él tenía 46 años; así que hagamos de caso que esa discusión ocurrió a sus 10 años, es decir, en 1883, finales del siglo XIX. De cualquier manera, esas palabras de la madre de Gómez Carrillo eran válidas hace 100 años, así como hace 200 años, y lo siguen siendo ahora y seguramente lo serán hasta el fin de los tiempos en este pequeño país y en este pequeñísimo subcontinente llamado Centroamérica –ojo que a lo mejor no es casualidad, tomando en cuenta el discurso relegado del arte en la historia cotidiana, la sarta de tribulaciones políticas que hemos sufrido desde la fundación de estos países y seguramente hasta el final de sus días–.

Pues bien, sabiendo que esta ha sido la tónica de Guatemala, creo que verdaderamente es digno de celebrar cuando se hace el arduo esfuerzo de elaborar plataformas que impulsen la creación artística –específicamente la literatura, en este caso– en medio de tantos desastres sociales a los que inevitablemente estamos condenados y, mejor aún, cuando las edificaciones de estas plataformas están circunscritas al arte emergente de jóvenes creadores –recordemos que este certamen era para autores de 20 años o menos–.

Así, bajo el seudónimo de Zombie, surge el poético título in situ del poemario Bestias, míralas, el cual, en la sección «Disolutos» conjuga una serie de pesimismo poético por la vida que nos arrasa, la imposibilidad del «camino por la vereda frente a mi casa», lo que siempre se quiso a pesar de las despedidas y la soledad, el impostergable final de los días, de un recuerdo, de una ilusión, de un deseo, del miedo manifestados a través de una expresión un tanto abstracta en el sentido en donde las imágenes del texto se superponen a una realidad creada, inexistente, pero tan real, tan universal. Sin embargo, luego nos adentramos en la sección «Bestiario», en donde nos encontramos nosotros, seres humanos, involucrados con nuestra llana humanidad, intentando sobrevivir a pesar de la explotación, de los anhelos que nos persiguen como lastre irreconciliable del «desdén por la vida».

En definitiva, creo que en el poemario podemos observar dos visiones del mundo: la primera, etérea, que se pliega en los surcos de la abstracción, y la segunda, más terrenal y descriptiva, que intenta perseguir una humanidad que se nos escapa de las manos, a pesar de tenerla enfrente de nuestras narices.

Por Eynard Menéndez


Este libro fue publicado en Guatemala, por Sión Editorial en 2018.

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