Centroamérica a la sombra de Rusia 2018 (III)

Hernán Alvarado | Para no extinguirnos / VUELO DE ÁGUILA

Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo,
no necesitas temer el resultado de cien batallas.
Si te conoces a ti mismo pero no al enemigo,
por cada batalla ganada también sufrirás una derrota.
Si no te conoces ni a ti mismo ni al enemigo,
sucumbirás en cada batalla.

Sun-Tzu (545-496 a. C.) [1]

Hace ya un año que Costa Rica y Panamá fracasaron en la copa mundial de Rusia. ¿Ha llegado la hora de obtener algunas lecciones? Primero hay que ubicarse en lo que respecta al alto rendimiento. Luego será necesario ocuparse de las cuestiones estratégicas.

Del alto rendimiento

A un mundial se llega a demostrar el avance de cuatro años de trabajo, en relación con la meta alcanzada previamente y en comparación con los demás países. Pero esa evaluación es difícil.

Panamá, por ejemplo, cayó ante Inglaterra seis a uno, en el Nizhny Novgorod Stadium, la tarde del 24 de junio del 2018. Fue una goleada estremecedora. Hasta Hernán Darío Gómez, su director técnico, se sonreía en el banquillo a la altura del quinto gol.

No obstante, los del sur estaban en su primer mundial; al caer el gol a favor, el primero de su historia, la afición estalló en júbilo, como si se hubiera ganado el partido. Los asistentes brincaron en las graderías hasta el final y después siguió la fiesta. Los seis goles de Inglaterra se hicieron humo. La prensa panameña no paró de alabar a Felipe Abdiel Baloy. El segundo gol contra Túnez, cuatro días después, ya no tuvo tanta resonancia.

En contraste, cuando Brasil perdió 7 a 1, con Alemania, el 8 de julio de 2014, en el estadio Mineirão, aquello fue una tragedia. Los brasileños se tapaban la cara de vergüenza, cada gol les parecía más increíble. El gol de la honra no les supo a nada. No obstante, esa derrota enterró, irónicamente, la peor experiencia de su historia, la del Maracaná, en 1950. El rendimiento futbolístico es así de relativo.

El alto rendimiento, como el amor, es una marcha: si no va para adelante, va para atrás. Puede ir paso a paso, o dar un gran salto adelante, pero cualquier retroceso o detención resulta fatal, injustificable. Cuando no se alcanza la meta anterior, no hay razón que valga; a ese nivel las excusas son inútiles. Los que hacen lo mismo, los que no se superan, salen por la puerta de atrás. El equipo es de los mejores o vuelve a casa. El desfile de los fracasados, conforme avanza el torneo, puede ser conmovedor, pero es inapelable.

En ese torneo, una serie encadenada de acciones se ponen en marcha y se mantienen a prueba cada segundo. Se habla, entonces, de máximos y óptimos, personales y organizacionales, la excelencia no conoce exceso. Como en la guerra, ser eficaz resulta una cuestión de vida o muerte. Bajo ese lente, los jugadores aparentan ser una forma sublimada de gladiador romano.

Competir en un mundial implica conjugar un saber hacer y una férrea voluntad de victoria. En ese escenario, siempre estará en juego la actualidad del mejor. Ahí nunca se podrá triunfar con jugadores que no estén en óptimas condiciones. Nunca habrá tiempo para recuperar lesionados, ni a quienes han perdido continuidad. Ni siquiera se podrá ganar a puro corazón y pulmón. Se requerirá inteligencia, organización, liderazgo, estrategia y táctica efectivas para cada encuentro y, sobre todo, un grupo de jugadores decididos a hacer historia.

El famoso «Ser o no ser» del soliloquio de Hamlet[2], también parece lapidario en ese nivel de competencia. Todos los que se quedan en la primera ronda fracasan. Al final, solo uno triunfa, solo hay un campeón mundial. Los demás van cayendo de la escalera del torneo, hacia una especie de nunca jamás. Hasta el subcampeonato parece un premio de consolación que no consuela a nadie. El que más copas levanta es el campeón de campeones. Brasil ostenta hoy ese título, con cinco copas ganadas, lo que compensa un poco la ventaja que Europa le ha sacado a América en el marcador total de doce copas a nueve. Europa ha sacado una ventaja considerable, América tendría que ganar los siguientes tres campeonatos para empatarle, lo que le tomaría al menos 12 años.

La llamada ley de Edward Murphy (1918-1990) se cumple a este nivel con una contundencia avasalladora: lo que puede salir mal… saldrá mal y, probablemente, en el peor momento. También se puede decir, en alusión al principio de Lawrence J. Peter (1919-1990), que cuanto más éxito se obtiene con lo que se ha entrenado, más cerca se estará del nivel de incompetencia.

Por eso, en el alto rendimiento, los resultados deben ser objeto de la crítica más severa, porque se trata de aprovechar mejor la siguiente oportunidad. Esconder los errores, disimularlos, o minimizar las malas decisiones, es fracasar por partida doble: fracasar de hecho y fracasar a la hora de aprender del fracaso. Eso sería caer en una mediocridad mayúscula.

No obstante, se trata de ser duros con las ideas y suaves con las personas, porque, contrario a lo que pensaba Friedrich Nietzsche (1844-1900), la humanidad no tendrá futuro mientras no se renuncie definitivamente, y en todas las esferas, a las éticas elitistas de la crueldad. Justo con los adversarios y con los enemigos se pone en evidencia la evolución moral de cada ser humano. Siempre será necesario sobreponerse a los odios primordiales cuando se quiera que brille el bien sobre el trasfondo espiritual del mal.

En particular, porque el deporte seguirá siendo el medio más práctico de canalizar y sublimar nuestra más arcaica agresividad. Si el «hombre» ha sido un «lobo» para el «hombre», el deporte ofrece una metáfora alternativa. Puesto que otro modo de ser humano es posible, y cada vez será más indispensable para nuestra Madre Tierra.

[1] Sun-Tzu. (2004). El arte de la guerra. Versión completa. Buenos Aires: Longseller, p. 50.
[2] Obra de William Shakespeare (1564-1616), probablemente del año 1600.

Hernán Alvarado

Director técnico titulado, Universidad Nacional, Costa Rica, mejor promedio de 1994. Exguardameta de tercera, segunda y primera división. Sociólogo y economista, con Maestría en Teoría Psicoanalítica de la Fundación Mexicana de Psicoanálisis. Autor de varios libros y artículos; entre ellos: Alvarado y Alvarado. Guardametas de fútbol. Estrategia para el siglo XXI. Heredia: Editorial Fundación UNA, 2003.

Vuelo de águila

Correo: hernanalvaradougarte@gmail.com

Un Commentario

Carlos Castro 28/06/2019

Mi querido amigo Hernan:

Realmente me llena de alegría que te hayas incorporado al staff de colaboradores permanentes de Gazeta.gt

Que bueno que tenés una tribuna para exponer libremente tus ideas sobre el deporte y que bueno que a Gazeta.gt se incorporará una pluma de mucha calidad con una visión de crítica constructiva.

Esperemos que tus reflexiones sean tomadas en cuenta no sólo por las «autoridades deportivas» de Costa Rica, si no que por todos aquellos que estén buscando imprimirle una dinámica distinta a esa bella actividad natural que es el deporte.

Un fraterno abrazo desde la distancia. Tu amigo. Carlos Castro Furlán «El Chapin»,
«Sombrerito de Sandino»

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