Jiménez Suchité | Literatura/cultura / VOZ EN OFF
Una de las últimas series insignia de Netflix es Altered Carbon, una distopía cyberpunk con una estética similar a Blade Runner, protagonizada por Joel Kinnaman (el flaco drogaticto de The Killing que aquí está hecho puro músculo) y la mexicana Martha Higadera. Y sí, yo también me sorprendí al verla ahí.
La premisa es apasionante, perfecta para el tópico: en el futuro, el año 2384 para ser exactos, las personas al morir pueden transferir su identidad a otro cuerpo y seguir viviendo. Así, todas las veces que se pueda, excepto cuando les destruyan el almacenamiento de la identidad, que todos tienen ubicado en la parte de atrás del cuello. En ese caso, mueren definitivamente.
La primera mitad de la temporada es muy interesante porque se comienzan a conocer todos los datos de la premisa y no todo es tan simple, pues hay que sumarle varios factores sociales, como las diferencias perpetuas entre ricos y pobres, la religión, la justicia y la ambición. Nunca el capitalismo salvaje había sido tan salvaje como en ese futuro, los cuerpos se denominan fundas y un pobre que muere no puede pagarse el cuerpo que quiera, por lo tanto, debe conformarse con el que le sea asignado, cuerpos deteriorados en la mayoría de los casos, cambios de edad radicales o cambios de sexo. El caso que mejor ejemplifica esto es el de una niña que murió, su madre la espera con su nuevo cuerpo y como no había cuerpos de niña disponibles, le dan el de un hombre mayor. En el otro extremo están los ricos, quienes pueden mandar a crear todas las fundas parecidas que quieran con cualquier edad y físico, además de que los más ricos pueden comprarse satélites para que su identidad se esté guardando constantemente en la nube y así vivir por siempre.
No todas las personas pueden transferir su identidad a otra funda, antes deben hacer el proceso para que su identidad sea almacenada en una especie de USB que, como ya mencioné antes, llevarán en la parte de atrás del cuello. Obviamente yo no lo pensaría dos veces, pero como no podía ser de otra manera, en ese futuro la religión aboga para que sus adeptos no se sometan al proceso, pues eso es ir en contra de las leyes de Dios y es pecado. Curiosamente parece ser que esto solo les interesa a los pobres, pues son los únicos, en su mayoría, que no se someten al proceso.
Todos estos factores no se tocan una única vez, se van mezclando con la trama y la van haciendo más interesante todavía, llegué al quinto capítulo muy enganchado y esperando que todo ese potencial explotara. Pero no, la segunda parte de la temporada fue un fiasco enorme, un absurdo salto al vacío. Se los pongo así para no extenderme más: la primera parte de la temporada es una serie de muy alta calidad con premisas y estéticas geniales. La segunda parte es una telenovela mexicana con malísimas actuaciones y con un triángulo amoroso innecesario que termina influyendo en el desenlace de toda la trama. Un desperdicio.
A pesar de todo, véanla. Está bien para pasar el tiempo, deja un mal sabor de boca con esos últimos capítulos, pero nadie le quita lo interesante al argumento.
Fotografía principal tomada de Star2
Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.
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