Cambio de estrategia

-Leonardo Rossiello Ramírez / LA NUEVA MAR EN COCHE

El semanario Marcha, que en su momento tuvo una importante proyección en toda América Latina, se publicó hasta 1973, año en que fue clausurado por la dictadura cívico-militar uruguaya. Tenía una columna que se llamaba La mar en coche, a cargo de mi padre, Julio Rossiello; la firmaba con su pseudónimo, Pangloss. Desde la columna comentaba, con agudo sentido del humor, el absurdo de lo que otros medios de comunicación difundían. Eran combustible de La mar en coche situaciones grotescas, malentendidos, contradicciones, declaraciones de políticos y en general todo lo que aludiera de una u otra manera al título: algo imposible o absurdo.

Parece que no hay nada en el horizonte que impida que gAZeta, en esta era digital y globalizada, alcance y aun supere la proyección que en su momento tuvo el semanario Marcha, pero me temo que, por razones fáciles de comprender, no sea el caso de esta, La nueva mar en coche.

En todo caso, a Pangloss no se le habrían pasado inadvertidas las recientes declaraciones del Potus [1] acerca de la llamada ”nueva estrategia” de los Estados Unidos respecto a Afganistán. Es que cuando se anuncia una nueva estrategia para algo tan serio como una guerra, cualquier burro de inmediato para las orejas y desea averiguar algunas cosas. Por ejemplo, me parece razonable averiguar en qué consiste la novedad y en qué medida contribuirá a acortar la guerra. Pensé que la noticia traería información y claridad al respecto, pero traía desinformación y oscuridad.

Para empezar, el cambio de estrategia correría a cargo de ”los Estados Unidos”. Pero ¿qué quiere decir eso, en realidad? ¿Toda la nación estadounidense? ¿Todos los estados, de acuerdo y mancomunados? ¿El Congreso, con sus dos cámaras? ¿El Gobierno? ¿Una parte del Gobierno? ¿O directamente, el Potus, debidamente asesorado por los profesionales de la guerra?

Luego, parece ser que el cambio consiste en ”aumentar la cantidad de efectivos”. No fue suficiente con que el anterior Potus, ganador del Premio Nobel de la Paz, mandara bombardear más países que ningún otro presidente y aumentara la cantidad de soldados. En 2009 mandó 30 000 nuevos efectivos, apenas tres divisiones, a Afganistán, según acabo de corroborar en Wikipedia. No, era necesario que el actual Potus asombrara al mundo soltando sobre ese país la madre de todas las bombas (aunque dizque Rusia dispone de otra, más potente) y, anunciada con bombos y platilllos, con un cambio de estrategia, madre o padre de todos los cambios de estrategia.

− ¿En qué consiste?

− Es genial. Si el anterior Potus aumentó la cantidad de soldados, ahora la nueva estrategia consiste en aumentar la cantidad de soldados. Hombre, una cosa es aumentar; otra, muy distinta, es aumentar.

− ¿A cuántos?

− ¡Vana pregunta! Vaya usted a preguntarle a su tía Gregoria, mi amigo. Porque lo que es Potus, o el Gobierno, o el Congreso, o digamos lo que es lo mismo, ”los Estados Unidos”, no proporcionaron cifras. Gracias demos por saber que se trata de una nueva estrategia.

Hasta ahora más de 2 500 soldados norteamericanos murieron en ese país.

−¿Y en los EE.UU., por suicidio, luego de haber regresado?

− ¡Vaya que estás preguntón, tío!

Honestamente: me parece que con la nueva estrategia las cosas van a cambiar. De manera radical: van a seguir muriendo soldados. Y, algo tanto o más importante: si antes los soldados estadounidenses y sus aliados mataban civiles afganos, ahora, en cambio, van a continuar matando civiles afganos.


[1] Potus es una palabra que se usa en EE.UU.: President Of The United States y que, con buenas razones, se expande por el mundo. Yo evito decir y escribir el nombre y apellido del Potus, ya que, como es conocido, trae mala suerte. Así, valga el acrónimo.

Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Uruguay en 1953 y resido en Suecia desde 1978. Tengo tres hijos, soy escritor y profesor en la Universidad de Uppsala.

La nueva mar en coche

Un Commentario

Paulino Aragon Antigua 09/09/2017

Que interesante la columna de Leonardo Rosiello, además de la fina ironía, esta columna toca un tema fundamental de ética, comunicación y nomenclatura.

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