Calaverita

Meme Barrientos | Literatura/cultura / APRENDIZ DE ALERO

Son las seis de la mañana, el sol empieza a calentar poco a poco la fría madrugada del primer día de noviembre, el olor del sereno empieza a dispersarse entre la tierra y los rayos del astro rey, la gente se apura a arreglarse porque el día será muy largo y oficioso. Hay que madrugar para ir a limpiar la tumba; barrerla, pintarla con cal, colocar los arreglos de flores y de ofrendas, tirar el pino y los pétalos de rosas, encender el incienso para purificar el ambiente y que disipe un poco el olor a tristeza, el olor al recuerdo, el olor del dolor. Mientras, los niños corren detrás de una pelota entre los laberintos de lo mausoleos y sepulcros, y otros inocentes se suben a alguna cripta para darle rienda suelta a la alegría a través de los barriletes que sirven como canales entre el pasado y el presente, quienes comunican las voces de los abuelos con la de los nietos.

Es el primero de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, tan tradicional en nuestro país. En la mañana se engalana la tumba, mientras el otro grupo familiar prepara las viandas y las bebidas que al medio día se disfrutarán en compañía de los que ya no están a nuestro lado físicamente, pero que mientras existan en la memoria seguirán vivos, esperando un día reunirse con nosotros en el más allá.

Las culturas prehispánicas del continente americano realizaban celebraciones en las que se recordaba la memoria de los ancestros a través de rituales que se ofrecían a las deidades, en el caso de los aztecas a la diosa Mictecacihuatl y en el caso de las civilizaciones del sur, descendientes de los mayas, al Xibalbá o lugar a donde viajan los muertos a través de su paso a la eternidad, estos lugares rituales podían ser cuevas o cavernas. Para las culturas mesoamericanas la muerte es un paso importante que el ser da como parte del ciclo de la vida. Estas culturas conmemoran el día como parte de una celebración a los antepasados.

Con la llegada de los españoles y durante su etapa de catequización, fue fácil adaptar esta creencia a los principios cristianos, ya que comparten la idea de la eternización del alma o el espíritu (para los indígenas). Para la cristiandad esta celebración se festejaba desde el siglo IX, cuando el papa Gregorio IX promulgó el primero de noviembre como el Día de los Todos los Santos y lo incorporó al calendario litúrgico. Cuatrocientos años antes,, el abad san Odilión de Cluny había impulsado ya la celebración del Día de los Fieles Difuntos, propagándose por toda la cristiandad. Ambas fechas fueron instituidas por los misioneros enviados al Nuevo Mundo a catequizar a los nativos americanos.

La celebración que llega y trasciende hasta nuestros días es un aporte de las dos culturas que se fundieron y aportaron. Los sentimientos de ambas culturas y sus profundas visiones de su cosmovisión crearon una de las conmemoraciones rituales más hermosas y significativas de la región mesoamericana. El plato tradicional del fiambre junto con los jocotes en dulce o el dulce de ayote complementan el significativo día ritual que nos devuelve por un momento al lado de nuestros ancestros.

Todas las buenas celebraciones y acontecimientos se producen alrededor de la mesa, disfrutando al lado de los seres queridos. La celebración del Día de los Fieles Difuntos es una de las fechas en la que podemos disfrutar del calor familiar, una fecha en la que todos aportamos con fines que van más allá de lo banal, la elaboración del plato tradicional es un exquisito pretexto para acercarnos y unificar el lazo que en muchas ocasiones, debido a las exigencias de la vida moderna, descuidamos. Es necesario aprovechar el día para ceder ante las disgregadas ideas que muchas veces nos empujan a enfrentarnos con los que siempre han estado allí y que sin importar las circunstancias son incondicionales.


Meme Barrientos

Licenciado en Arte y restaurador de bienes muebles, carrera que amo y me quita el sueño. Apasionado de la historia del arte guatemalteco, admirador y fanático de la arquitectura. Acumulador compulsivo de historias de antes y de objetos de otras épocas. Un alma vieja pérdida en este trajeteado siglo.

Aprendiz de alero

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