Cæterīs pāribus

Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA

Cæterīs pāribus es una locución latina que literalmente significa «las demás cosas igual». Usualmente escrito como ceteris paribus (pronunciado céteris páribus, abreviado cp), es utilizado ampliamente en las ciencias, especialmente en aquellas que por su naturaleza pueden enfrentar el análisis de sistemas complejos con un gran número de variables.

El ceteris paribus no es una ley científica, sino una heurística, un principio de parsimonia (lex parsimoniae), símil a la navaja de Ockham, cuyo objeto es la simplificación en el análisis de ciertas situaciones, enfocándose en las variables de interés y haciendo caso omiso de todas las demás, asumiendo que las variables que no se mencionan permanecen constantes, sin variación alguna.

Sin entrar en una exhaustiva exploración de la historia de la ciencia, valga decir que el ceteris paribus adquirió especial importancia con el desarrollo de las ciencias económicas, justamente por la introducción de una mayor cantidad de variables. Así, el ideal perseguido por Galileo, en la conjunción con las exigencias positivistas de Comte, conllevaría el desarrollo de métodos que permitieran abordar apropiadamente la complejidad producto del libre albedrío de la acción humana.

No obstante, desde un punto de vista más intuitivo, el ceteris paribus opera como un principio de economía natural, que sin darnos cuenta aplicamos todos los días en las situaciones que menos imaginamos. Por ejemplo, cuando estamos acostumbrados a ciertas rutinas, en las que hacemos caso omiso de determinadas variables que podrían introducir alguna modificación. Es decir, asumimos que los valores de las otras variables permanecen contantes. En términos aún más simples, nos conducimos frecuentemente en función de nuestras costumbres, siguiendo rutas prestablecidas.

Hoy en día, abrumados por una inmensidad de datos, solemos omitir una fuerte cantidad información, lo que se traduce en un sistemático uso de una premisa del tipo ceteris paribus, pues asumimos que las situaciones no cambian y que permanecen básicamente constantes.

En forma paralela, podemos definir accidente como un «suceso imprevisto que altera la marcha normal de las cosas, causando daños de algún tipo». Acá dos ideas son esenciales: la no planificación del evento y el daño que produce. Evidentemente, cualquiera procurará evitarse todo tipo de consecuencia negativa, y por ello ante un percance solemos preguntarnos «¿podría haberse evitado esta situación?»

El primero de este mes de marzo se ha suscitado un accidente de tránsito que ha dejado siete muertos, decenas de heridos y otro tanto de vehículos dañados. Ante situaciones desastrosas como estas, los guatemaltecos buscamos culpables, y aunque nos resulte difícil comprender que se trata de responsabilidades compartidas, no debemos dejar de realizar los análisis críticos de las distintas percepciones que se han vertido en varios medios de difusión.

La evitabilidad de un evento identificado como accidente puede desarrollarse sobre una plataforma de planificación, lastimosamente ausente en nuestra sociedad, estigmatizada por los pobres niveles de formación científica en los actores del ejercicio público. Bajo esta plataforma subyacen implícitas las ideas de control y de comunicación, mismas que constituyen los dos pilares fundamentales de la ciencia cibernética, estrechamente vinculada con la teoría de control, dentro del marco de la metateoría de sistemas.

Sin adentrarnos en los estudios en torno al determinismo y la incertidumbre, puede privilegiarse la noción de equilibrio estable, crucial en la dinámica de sistemas. La teoría del caos confirma que este equilibrio puede ser roto conforme a pequeñas variaciones en algunos parámetros importantes alrededor de los atractores del sistema, que redundan, tanto en la capacidad de carga de los sistemas, como también en los alcances de los algoritmos involucrados.

Esto es especialmente delicado en lo que respecta a sistemas humanos complejos, caórdicos (atractores holísticos), en los cuales los polos de orden-causalidad y caos-casualidad se encuentran igualmente presentes. Un ejemplo de tales sistemas son las ciudades que sobrepasan una determinada población, covariantes con el inconsciente colectivo correspondiente.

Existen accidentes de tráfico que pueden ser fácilmente atribuidos a la irresponsabilidad de algunas personas, pero otros muy probablemente no. El meollo del asunto es que las condiciones metropolitanas han cambiado, drásticamente, y seguramente no hemos tenido el suficiente tiempo para tomar consciencia qué aspectos ya no permanecen constantes.

Hace un par de días me vi involucrado en un conato de accidente de tránsito. Si hubiera ido conduciendo un vehículo mucho más pesado, nada hubiera podido hacerse para evitar otra tragedia. Más allá del susto, he podido comprender que el sistema de tránsito ha entrado en una etapa de inestabilidad crítica, en la que pequeñas variaciones de alguna de tantas variables podrá generar eventos fuera de todo control. Situaciones similares se presentan con el abastecimiento del agua y con el tratamiento de la basura.

En la conducción de nuestros vehículos, y muy probablemente en otras circunstancias citadinas, deberemos empezar a prever los peores escenarios posibles, abandonando la comodidad de un ceteris paribus, que muy posiblemente trabajó muy bien con las generaciones que nos precedieron, pero que no va más. Los cambios violentos que se nos vienen encima no nos lo permitirán.


Imagen principal editada por Vinicio Barrientos Carles.

Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multi-rumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.

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