Bolso incontinente

Leonardo Rossiello Ramírez | Política y sociedad / LA NUEVA MAR EN COCHE

Jair Bolsonaro empezó su mandato con bríos. Se diría que no se puede contener. Eso me hizo pensar (¡lo que es la asociación de ideas!) en que parece haber un consenso en el sentido de que los bolsos no existen para contenerse a sí mismos. Podría decirse que tienen una finalidad: contener cosas, generalmente menores que el propio bolso. Le comenté esta observación al Hombre que Nunca se Equivoca (conocido como HNE y primo del Capitán Zapata), y me dijo que esa teleología admite excepciones y exige matices, precisiones y puestas en contexto.

Por ejemplo, me dijo, el señor Jair Bolsonaro. Poco antes de asumir como presidente, lo salpicó un caso de sospecha de corrupción que involucraba a la esposa y a uno de sus hijos, Flávio Bolsonaro. Justo a él, que se había jactado de no tener máculas de corruptelas. Mais pouca coisa; el monto asciende a poco más de 300 000 dólares, de acuerdo con Lava Jato.

Le pedí a HNE que me explicara en qué sentido este caso sería una excepción a que los bolsos no se contienen a sí mismos. Entonces ejemplificó: uno podría poner un globo adentro de un bolso, inflarlo y hacer que el globo fuera al fin un poco más grande que el bolso. Pero al mismo tiempo que todavía estaría dentro del bolso o, al menos, una buena parte del globo estaría adentro. En esa eventualidad, tendríamos una cosa metida dentro del bolso que sería más grande que él. Pero claro, concedió, habría que definir el concepto de «grande». Porque el globo podría tener aire o helio o cualquier otro gas, y lo que contaría solo sería la superficie del globo.

Se me iba por las ramas, pero ahora quién lo paraba. Nadie en su sano juicio, prosguió HNE, diría que veintisiete litros de gas (o cualquier otra cifra mayor que la capacidad del bolso) son más grandes que un bolso de dieciocho litros para ir al gimnasio. Yo estaba un poco confuso, pero HNE se encargó de aclarar las cosas: no se puede comparar un volumen con un objeto que si bien implica volumen también es más que volumen, por ejemplo peso y superficie, propiedad y devenir, etcétera. Concedió que habría que discutir si en realidad ese globo es más «grande» que el propio bolso, solo por el hecho de que su superficie esté expandida por el gas que contiene.

Puestos a jugar a las ardillas e irnos por las ramas, sugerí que habría que definir los criterios, porque uno no podría poner solo la superficie extendida del globo, sin gas, adentro del bolso. Esto es así porque sin gas, la superficie del globo no sería una superficie extendida. Sería un globo desinflado, que cómodamente cabría dentro del bolso. Quedaría como «bolsudo», ¿no?, me ilustró HNE. Era un centro que no quise cabecear: demasiado fácil. Así las cosas, retornamos no al bolso concreto, sino a la idea de bolso: un objeto destinado a contener cosas menores que él y que no se contiene a sí mismo.

Una vez definido definido «bolso», le recordé que el presidente de Brasil, el mismo que le había hecho el saludo militar al señor Bolton, dijo que no le molestaría que hubiese bases miltares estadounidenses en territorio brasilero, ante lo cual el ministro de Defensa, un general, empezó a carraspear. Claro: dónde se ha visto a un capitán retirado dar órdenes a un general activo… Pero así y todo es un bolso, le dije, que no se puede contener a sí mismo.

Pero el carraspeo castrense, explicó HNE, logró contenerlo y tuvo que retractarse. Pero yo no estaba convencido y le dije que era difícil aceptar que los padres lo hubieran maleducado tan bien. Bolsonaro incluso tomó una medida de fundamental importancia para el bienestar do povo brasileiro: retiró a Brasil del acuerdo firmado por más de 150 países en torno a la emigración. Era más, continué, eliminó el Ministerio de Trabajo. Y el de Cultura. Y aprobó un decreto para liberalizar la compra de armas por parte de civiles. Además…

No era fácil convencer a HNE. Para poner las cosas en claro, HNE propuso el siguiente experimento mental: pongamos dentro de un bolso otro bolso. Pongamos dentro de un tercer bolso el bolso que contiene al otro. Es bastante evidente, ahora, que, como las muñecas rusas (Lenin, Stalin, Nikita…, hasta Putintín), los bolsos tienen que ser cada vez un poco más grandes para poder contener a los otros bolsos (sugería, creo, que el Partido Militar representado por el ministro de Defensa habría sido más grande que el bolso Bolsonaro).

No necesariamente, arguí: uno podría comprimir, es decir, quitarles el aire a los bolsos uno, dos, tres y cuatro y ponerlos dentro del número cinco, que quizá puede ser del tamaño del bolso (por ejemplo, el número dos). Pero todo tiene sus límites, señaló HNE. Cuando la prensa hidráulica más potente haya expulsado a la última molécula de aire de los bolsos, todavía se va a necesitar bolsos más grandes que los anteriores. El bolso contenedor de bolsos, tarde o temprano tiene que ser más grande que los bolsos contenidos. De seguro será, pensé, uno Made in China.

Podemos continuar poniendo bolsos dentro de otros bolsos, no hasta el infinito, porque el universo de los bolsos es finito, sino hasta que dentro del último y muy gigantesco bolso estén contenidos todos los bolsos del universo. Pero eso solo es posible si el bolso en el que hemos puesto el penúltimo bolso se contiene a sí mismo. En caso contrario estaría excluido de la noción de «todos». Dicho de otro modo, continuó HNE, si ese bolso no se contuviera a sí mismo, pondríamos dentro de él todos los bolsos menos uno: el más grande. Pero digamos por un momento que sí lo hace: está entonces transgrediendo la definición de bolso: un objeto destinado a contener cosas menores que él a los efectos de transportarlas y que, además, no se contiene a sí mismo.

Se llega así a una paradoja: o bien un bolso es un objeto destinado a contener cosas menores que él y que SÍ se contiene a sí mismo (en cuyo caso el consenso en torno a la idea y definición de bolso es erróneo), o bien el último bolso no es un bolso. No hay concordancia lógica entre la frase y lo que la frase significa.

Por Dios, qué denso este HNE. Pensé que los términos «Todo», «Siempre», «Nunca» y semejanes son afines a los totalitarismos; pueden ser trampas de la racionalidad y aun de la lógica dialéctica. Por eso le pregunté al Hombre que Nunca se Equivoca si era verdad que nunca se equivocaba. No es tonto; me concedió que no siempre. Una vez (eliminando tácitamente el «Nunca»de su alias) sí se había equivocado: el día en que creyó que se había equivocado, pero resultó que no.

Uno puede preguntarse, al fin, si hay bolsos de verdad incontientes. Por ahora Bolsonaro (y quien dice Bolsonaro dice lo que él representa y significa) parece incontinente, que no es lo mismo que incontenible.


Leonardo Rossiello Ramírez

Nací en Montevideo, Uruguay en 1953. Soy escritor y he sido académico en Suecia, país en el que resido desde 1978.

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