-Francisco Villagrán de León / MIRADA SOBRE ESTADOS UNIDOS: ¿HACIA DÓNDE VA TRUMP?–
El fiscal especial Mueller presentó una acusación penal el jueves pasado contra 13 ciudadanos rusos por su involucramiento en las elecciones del 2016 que le dieron el triunfo a Donald Trump. Esta es apenas una de las líneas de una investigación más amplia sobre la interferencia rusa y la posible colusión con miembros de la campaña de Trump. Las facultades del fiscal abarcan cualquier delito que haya sido cometido por quienes tuvieron contacto los agentes rusos, así hubiera sido por cosas ajenas al proceso electoral en Estados Unidos.
Esta acción penal ha causado una conmoción política, no porque se trate de una nueva revelación, sino por la relación con otras líneas de la misma investigación, que podrían tener que ver con otras personas en Estados Unidos, entre ellas algunos colaboradores cercanos de la campaña de Trump que tuvieron contacto con los agentes rusos, aunque no haya sido con la intención deliberada de concertar acuerdos. Para algunos observadores y abogados que conocen bien este tipo de investigaciones, se sienten pasos de animal grande.
La acusación penal del fiscal es muy detallada, reconstruye una operación muy sofisticada, el modus operandi de los agentes rusos, los identifica con nombres, las empresas de las que formaban parte en Rusia (que no son instituciones de Gobierno), las operaciones de desinformación y propaganda (a favor de Trump o en contra de Hillary Clinton), los medios utilizados, sus transacciones financieras y su participación en distintas actividades políticas, incluyendo las que llevaron a cabo para exacerbar divisiones raciales o religiosas, así como para organizar y fomentar manifestaciones públicas.
Según el fiscal Mueller, la injerencia rusa comenzó desde el 2014 y continúa a la fecha. Se trata, además de las acciones descritas, de una nueva modalidad de interferencia en el espacio cibernético, utilizando las redes sociales como Facebook y Twitter, en las que compraron espacios con nombres falsos y con nombres de personas reales cuyas identidades fueron robadas, para lo cual tuvieron un presupuesto estimado en varios millones de dólares.
Desde luego que la injerencia encubierta en la vida política y las elecciones de otros países no es algo nuevo, y Estados Unidos lo ha hecho en Europa, América Latina y alrededor del mundo desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Durante la Guerra Fría se hizo plantando historias falsas en los periódicos y en los programas de radio, llevando maletas de dinero en efectivo para candidatos afines y financiando propaganda electoral. Hace apenas una década Estados Unidos gastó millones de dólares para derrotar a Milosevic en las elecciones en Serbia.
Lo que argumentan analistas estadounidenses y estudiosos de las relaciones internacionales es que en las últimas décadas todo esto se hizo para apoyar a partidos democráticos y procesos de transición democrática en distintos países, mientras que Rusia lo hace para debilitar y desestabilizar gobiernos democráticos, sobre todo en Europa.
El hecho es que ambos países lo hacen y también lo harán otros en diferentes partes del mundo. Lo interesante es que esta vez se lo hayan hecho a Estados Unidos, y que haya sido para ayudar a Donald Trump a ganar las elecciones presidenciales, aunque la acusación presentada por el fiscal Mueller no lo diga explícitamente.
Lo insólito además es que ante una acusación penal de esta naturaleza el presidente Trump todavía no se haya pronunciado sobre la gravedad de los cargos y se limite a negar que cualquier interferencia rusa haya podido contribuir a su triunfo electoral. Esa es precisamente una de las interrogantes que se estarán haciendo muchos estadounidenses ahora. Si Rusia prefería que él ganara no habrá sido porque tenía la expectativa que las relaciones entre los dos países mejorarían, y es posible que haya sido el resultado de un análisis frío y objetivo en el sentido de que una victoria electoral de Trump debilitaría a Estados Unidos y lo mantendría en una situación de polarización política y división interna.
Mientras tanto, las investigaciones del fiscal Mueller continúan su curso y podrían implicar a otras personas dentro de Estados Unidos. CBS y Los Angeles Times reportaron ayer que Rick Gates, quien trabajó en el equipo de campaña de Trump, estaría por llegar a un acuerdo de reducción de condena con el fiscal a cambio de dar mayor información y presentar testimonio contra Paul Manafort, quien fue jefe de campaña de Trump. El ambiente sigue crispado y hay muchos congresistas y senadores republicanos que están bastante preocupados.
Francisco Villagrán de León

Diplomático retirado, ahora en la Universidad George Washington, en Washington DC. Sigue siempre con preocupación y con mucho interés los acontecimientos en nuestro país. Mantiene la esperanza que se fortalezcan sus instituciones y se consolide la democracia, consciente que eso tomará tiempo. Hay que contribuir a ese propósito desde espacios como gAZeta, y sobre todo hay que apoyar a los jóvenes que quieran asumir con convicciones democráticas el reto y la responsabilidad de lograrlo.
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