-Bienvenido Argueta Hernández / DANZA CÓSMICA–
Algo que une a la gente son las lecturas comunes que realiza. Quizás más profunda que la propia historia y el culto a los símbolos patrios es la huella que deja el canon literario en la formación ciudadana. Sean obras dedicadas a las diferentes cosmogonías como las lecturas del Popol Vuh y el Rabinal Achí, o los relatos de los paisajes trenzados por las historias basadas en la extraordinaria naturaleza y fauna como la Rusticatio mexicana y la Mansión del pájaro serpiente, o la complejidad del entretejido de las identidades como en La hija del adelantado, El tigre y Entre la piedra y la cruz, o la crítica social de las lecturas como Delito, condena y ejecución de una gallina, Los compañeros y Democrash, la poesía feminista y erótica de los Poemas de la izquierda erótica y Los designios de eros, o los fantásticos relatos profundos y cortos como La oveja negra y demás fábulas. La literatura edifica, devasta y reconstruye mundos de vida que articula esa compleja y plural guatemalidad. Ciertamente desde relatos anónimos hasta obras de diferente género literario escritos por Rafael Landívar, José Milla, María Cruz, José Batres Montufar, Enrique Gómez, Virgilio Rodríguez, Flavio Herrera, Mario Monteforte, Manuel José Arce, Augusto Monterroso, Luz Méndez, Ana María Rodas, Margarita Carrera, Dante Liano, Marco Flores, Enrique Noriega y Carmen Matute han sido parte de los textos más leídos por los estudiantes. Sin embargo, el autor infaltable desde los años setenta del siglo pasado ha sido Miguel Ángel Asturias.
En quinto curso la obra El señor presidente se ha convertido en una lectura clásica. Es prácticamente la introducción a una literatura de denuncia y condena a los regímenes marcados por las dictaduras. A pesar de la importancia de la obra, esta resulta compleja para el análisis de la mayoría de estudiantes. También se incluye la lectura de algunos poemas escritos por Asturias, los cuales son habituales en los certámenes de declamación, particularmente Tecún Uman y Es el caso de hablar.
Mi experiencia personal con Asturias inicia en el segundo curso de la secundaria. Como una cuestión extraordinaria, el régimen marcado por la lista tradicional de textos sería afortunadamente vulnerado por un profesor de lenguaje. Este peculiar docente sustituía a otro profesor que había mostrado ser conocedor a profundidad de la lingüística, pero con serias dificultades en la didáctica. El nuevo profesor de inmediato, como cuenta cuentos, nos hizo leer El espejo de Lida Sal de Asturias, mientras él lo leía en voz alta. Su particular método era preferible a las clases de sintaxis a nivel universitario dictado por el primer maestro.
Parecía extraño y, por qué no decirlo, hasta cursi el método empleado por el profesor. Repentinamente había iniciado con la narración:
Los ríos van quedando sin resuello al decaer el invierno. Al blando resbalar de las corrientes sustituye el silencio seco, el silencio de la sed, el silencio de las sequías, el silencio de láminas de agua inmovilizada entre los islotes de arena, el silencio de los árboles que el calor y el viento tostado del verano caliente hacen sudar hojas, el silencio de los campos donde los labriegos dormitan desnudos y sin sueño.
Recuerdo a mis compañeros de hasta atrás, lo más molestones, haciéndonos ojos e incitando al desorden. Hasta que apareció Lida Sal, “una mulata más torneada que un trompo”. Asturias describía cómo Lida “sentía que las monedas con que le pagó Felipito Alvizures escurríansele de los senos hacia el vientre, igual que si su corazón estuviera ya soltando pedazos de metal caliente”. La narración era necesaria pues el docente daba vida al texto de Asturias.
A los días terminaría su relato, con la trágica muerte de Lida Sal quien resbalaba de una piedra en lo alto y caía a una laguna que le serviría de espejo. Ella quería verse de cuerpo completo para conquistar al amor de su vida. La voz entrequebrada del maestro casi no podía finalizar con el texto
Cuando llueve con luna flota su cadáver. Lo han visto las rocas. Lo han visto los sauces que lloran hojas y reflejos. Los venados, los conejos lo han visto… Redes de lluvia de plata parpadeante sacan su imagen del espejo desazogado y la pasean vestida de «Perfectante» por la superficie del agua que la sueña luminosa y ausente.
El profesor lloraba cabizbajo. No podía ser menos. Literalmente sostuve el nudo que tenía en la garganta. Ese fue mi primera lectura de Asturias.
Bienvenido Argueta Hernández

Aprendiz permanente de los relatos encantadores de las gentes y explorador de las historias que nos muestran mundos diferentes entretejidos entre poesía, cuentos y pinturas. Me gusta jugar, subir volcanes y cruzar arroyos, recorrer laberintos y ser capaz de observar estrellas, paisajes y sonrisas. Escucho jazz o rap y en los intermedios hago investigación social y escribo sobre filosofía y educación.
0 Commentarios
Dejar un comentario