Vinicio Barrientos Carles | Política y sociedad / PARADOXA
Dijiste que gobernaste con un 30 por ciento de poder, que inútil, yo goberné con 100 por ciento de poder.
Álvaro Arzú (julio 2016; en respuesta al expresidente Vinicio Cerezo)
Este viernes 27 de abril de 2018 falleció inesperadamente el expresidente Álvaro Arzú Irigoyen, un personaje político a quien, a pesar de que a muchos no les venga en simpatía, se le debe reconocer un liderazgo y una congruencia sin par en la vida política de estas décadas que se han denominado la vida democrática del país. En esta línea de ideas quisiera enfocar estas reflexiones.
Curiosamente, su sorpresivo y fulminante ataque cardiovascular sucede el mismo mes en el que Efraín Ríos Montt fallece, también de un infarto. Algunos expresan que Arzú ha sido el político más influyente de los últimos setenta años, lo cual es difícil de asegurar, según las percepciones y los análisis que puedan hacerse. Lo que si no puede negarse es que fue la persona que se mantuvo durante más tiempo en el ejercicio del poder público, de una manera u otra.
También me parece acertado aseverar que la historia política de los últimos cuarenta años, lo que es bastante, ha sido determinada en torno a tres figuras de liderazgo: Efraín Ríos Montt, Álvaro Arzú y Vinicio Cerezo. A diferencia del tercero, los dos primeros se convirtieron en peso y contrapeso de polos efectivamente complementarios, y cuando una tercera opción surgió de esta dialéctica, vino para quedarse en la gestión y proliferación de la impunidad y la corrupción sistemática y estructural que hoy en día sufrimos.
No tuve la opción de interactuar personalmente con él, pero es interesante observar que quienes sí tuvieron esa oportunidad la describen de la misma manera, con casi las mismas expresiones sobre sus valores, su carácter y su forma de proceder, lo que viene a reforzar la idea de una persona intensa y congruente en todo momento con sus principios y su personalidad.
Por otro lado, he observado en estos días cómo muchas voces se han alzado, emotivas y críticas, y considero que en este punto, aparte del respeto que toda persona merece como individuo, deben separarse las cualidades y defectos de tipo personal, de las obligaciones y responsabilidades que se asumen, libremente, a lo largo de la vida. Las personas no pueden ser juzgadas en ningún momento por lo que son, pero sí por las acciones que de una forma u otra optan por realizar. Y estas acciones se corresponden a distintos niveles de poder. Mientras mayor es el poder que se ostenta y se ejerce, mayor es la responsabilidad que la posteridad reclamará de las acciones emprendidas, pero también de todas aquellas omitidas, aquellas que era deber impulsar y que nunca fueron llevadas a cabo.
Esta separación entre el individuo y el cargo que ostenta es vital en el juicio crítico, sea para algo positivo o algo negativo. Los cargos y las funciones públicas merecen especial atención, porque cada acción, positiva o negativa, insisto, será multiplicada en la población sobre la que inciden las acciones, de forma que no podemos permitirnos, ni permitir a un tercero, que haga uso irresponsable del cargo que voluntariamente ha perseguido y aceptado ejercer. Por ello, todo funcionario público merece respeto, no por la persona en sí, sino por lo que representa en función de la voluntad de unos electores que democráticamente le han escogido para representar una institución o un pueblo.
Sin embargo, acá tenemos una primera desviación de los conceptos clave. En la ausencia de verdadera democracia, son prioritarias otras figuras de poder u otras modalidades para el ejercicio del poder. El expresidente Arzú hablaba de un sistema de democracia dirigida, lo cual siempre generaba dudas sobre la significancia de tales constructos políticos. Simplificando bastante, las formas de Estado pueden ser aristocráticas o democráticas, dependiendo de la cantidad de elementos directivos del rumbo de la gran mayoría. A su vez, la modalidad del ejercicio del poder, del Gobierno, puede ser, fundamentalmente y nuevamente simplificando, monárquico o republicano, con una variedad de modalidades intermedias. Cuando Arzú hablaba de una democracia dirigida, realmente se refería a algo así como una monarquía democrática, lo cual es congruente con su formación y ejercicios políticos.
Es términos generales, cuando Arzú ocupó distintos cargos como funcionario y servidor público, se le señaló de ejercer la autoridad de un manera casi inconsulta, en consonancia con su carácter y personalidad. Sin embargo, acá es necesario considerar lo mencionado sobre la magnificación de los aciertos y los errores, cuando se es responsable del Estado o de parte de él. Por ello, el trabajo en equipo es tan necesario en las actividades laborales de cualquier tipo. Fundamentalmente se persigue minimizar los errores, posibilitando el empoderamiento de muchos. Cuando se decide actuar por cuenta propia, se aumenta la responsabilidad sobre todas las posibles consecuencias. Cuando el poder, a su vez, es mucho, la responsabilidad también lo será en esa magnitud. Por ello, en el caso de Arzú, habrá mucho que discutir y mucho que analizar.
En la vox populi puede percibirse desde distintos ángulos cómo buena parte de la población admira y aspira a la figura del cacique como gobernante. Muchas personas lo expresan de forma clara. La figura del presidente se parece mucho a la del monarca o rey, en donde se aglutina el poder con aspectos subyacentes como el linaje o la clase del gobernante. Arzú respondió muy bien a este imaginario no correspondiente con nuestro marco jurídico establecido en la Carta Magna del país.
El vacío que queda después de un «árbol frondoso» que no permite el ingreso de mucha luz, como se le describió recientemente al exgobernante en uno de los medios de comunicación, representa una amenaza, pero también una oportunidad para la democracia que, como ciudadanía y como país, estamos tratando de construir.
El modelo de gobierno que Arzú predicó, promovió y practicó, resultaba ya inconsistente con la lucha en pro de un estado de derecho basado en una cultura de legalidad, pero ante todo una cultura de paz positiva y sostenible. Debemos olvidar la guerra, superar con creces la actitud guerrillista y dejar de pensar en resolver las diferencias a morongazos. Debemos, con pasión y determinación, dejar en el olvido la cultura de guerra e instaurar una cultura de paz positiva y sostenible.
Por ello, debemos como pueblo aprender de la desmesura y de los errores de pasado. Señalar o recriminar no bastan. Es más, son muy mala señal. Muchas frases de Álvaro Arzú pasarán a la historia, pero lo más importante es que pasen como un modo de hacer las cosas y de hacer política que debe quedar allí, en el pasado, y sirvan de guía únicamente para tomar lo positivo, con la intención de superarlo, y de rechazar lo negativo, para no repetirlo ya más.
Aunque a nivel mundial la humanidad inició el abandono de la monarquía, apostándole al gobierno por los muchos, desde la Revolución francesa hace ya más de dos siglos, en Guatemala este proceso recién está terminando, pues con la muerte de Álvaro Arzú también muere el modelo verticalista para el ejercicio del poder, muere la visión de unos que, por una u otra razón, se consideran merecedores del linaje y la calidad para dirigir los destinos de esos muchos, sin tomar en cuenta los profundos principios de equidad y justicia, para todos por igual, y de las consecuencia de los mismos.
Deseo terminar citando una de las frases pronunciadas por el expresidente Arzú, en la ceremonia de la firma de la paz el 29 de diciembre de 1996, apropiada hoy para el momento de su partida, y el momento coyuntural en que debemos pasar del papel a la acción en la construcción y puesta en marcha de una cultura de paz y reconciliación para todos y por todos los sectores de nuestra querida Guatemala:
La libertad empieza con la libre expresión, respetuosa, pero fiel a los cuestionamientos que cualquiera pueda realizar. La libertad empieza cuando las personas tienen derecho a enterarse, a pensar, a realizar con juicio crítico y libertad para participar en ese trabajo que todos unidos debemos iniciar ya, ahora, en respeto de cada uno de nosotros mismos, por igual. Porque los gobernantes son y serán lo que el pueblo les demande ser… y nunca al revés.
Imagen principal por Vinicio Barrientos Carles, con fotografías tomadas de Reuters.
Imágenes dentro del texto por Vinicio Barrientos Carles con información tomada de Prensa Libre.
Vinicio Barrientos Carles

Guatemalteco de corazón, científico de profesión, humanista de vocación, navegante multirrumbos… viajero del espacio interior. Apasionado por los problemas de la educación y los retos que la juventud del siglo XXI deberá confrontar. Defensor inalienable de la paz y del desarrollo de los Pueblos. Amante de la Matemática.
4 Commentarios
Con la desaparicion fisica de alvaro arzu, se terminan sus imposiciones…al grado de afirmar que si bien quieren la guerra,.. pues la tendran..,se referia a un golpe de estado que se acercaba lentamente a jimmy…se agarro por mucho tiempo a la municipalidad metropolitanta, siempre disponia de un caracter agresivo contra la Prensa que lo señalaba…los candidatos que aparecian en el escenario politico, para las elecciones, eran escogidos con bajo perfil, y por tanto el ganaba, prueba de ello… que un exsecretario de la AEU, permanece trabajando en laMuni…
Gracias América por tus valiosos comentarios y la información que nos compartes. En efecto, en el caso del Sr. Arzú, la historia le pasará la factura, pues nada queda oculto por siempre. Uno de sus grandes errores fue el hacer crecer aún más el área Metropolitana, pues una mega─capital traerá consecuencias en el corto plazo… y el pecado imperdonable es que lo hizo para implementar, fomentar y hacer crecer los negocios de su familia y allegados. Triste y vergonzoso, pero totalmente cierto. Saludos
Curiosamente, Arzú instauró en nuestro país, la anti democracia, al afirmar que a la prensa se la paga o se le pega; o bien que pudo firmar la paz pero también es capaz de hacer la guerra, y finalmente que le dará garrotes a sus seguidores para saquen a «morongazos a los que se oponen a sus arbitrarias decisiones. Ese fue el verdadero Arzú que se rodeó de una rosca mafiosa, que sigue incrustada en lo que fue su muni y en otras dependencias gubernamentales.
Totalmente acertado lo que comentas Blanca, el Sr. Arzú será recordado en la posteridad como el criollo que impuso un modo autocrático de llevar el poder, en una sociedad que lo que menos necesita es más imposición, pues sin los espacios para la crítica y la movilidad social nunca existirá desarrollo de una ciudadanía con consciencia que aprenda de sus errores, que aprenda a construir por su cuenta… y no únicamente a obedecer al capataz de la finca. Gracias por los comentarios. ¡Saludos!
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