El título serviría para un ensayo o estudio de gran envergadura que tal vez pensamos realizar y dejar para un futuro. Sin embargo, traigo este título para ilustrar solamente con algunas anécdotas, los diferentes contextos históricos contestatarios en la música, teatro y la plástica, durante periodos oscuros de la historia inmediata. En las redes sociales, y más exacto con motivo de la presente coyuntura, en Facebook, observé las cuentas de algunos artistas dando el “me gusta” a algún mensaje en muros, un par de videos o reenviando mensajes ajenos, con opiniones y expresiones de apoyo al Paro, que se convirtió de último momento en una gran caminata a nivel nacional, exigiendo la renuncia de los 107 diputados desprestigiados y el retiro del antejuicio a Jimmy Morales. Aunque debemos ser objetivos y reconocer que ha sido una minoría la que se expresó, o al menos es lo que parece, los que se expusieron en este vasto universo mediático.
La historia de relación entre arte y política, o más bien entre artista y política, en Guatemala ha sido muy somera y de casos contados. En Guatemala, únicamente en contextos y momentos históricos, algunos artistas de la música fueron valientes y lucharon, dando la cara abiertamente a través de su obra y contra los gobiernos militares represivos de turno. Así, se dio el primer caso registrado el 13 de abril de 1962, cuando el compositor Jorge Sarmientos devolvió la Orden del Quetzal, al gobierno corrupto y asesino de Miguel Idígoras Fuentes [1] como protesta por los asesinatos de tres estudiantes universitarios de Derecho de la USAC. Hasta entonces no existía ningún antecedente en Guatemala. Otros músicos que fueron consistentes fueron Humberto Ayestas, los hermanos Rodolfo y Félix Santa Cruz. La mayoría mantuvo un perfil bajo, por miedo, antipatía o indiferencia. La música de Sarmientos refleja, precisamente esa ontología sociopolítica y cultural de donde vivió, absorbió y reinventó su mestizaje, y fue consecuente con su conciencia política. Guatemala fue siempre el nutriente principal para su creación. Ese acto le costó persecución y prisión en tiempo de Enrique Peralta Azurdia.
En otro campo artístico, el teatro, los nombres de Manuel Galich, Carlos Menkos Deka, Manuel José Arce, Hugo Carrillo, Norma Padilla, Rubén Morales Monroy, entre muchos otros, desafiaban al régimen de turno. Surgiría pocos años después, en las plásticas, el Grupo Vertebra, compuesto por Marco Augusto Quiroa, Roberto Cabrera y Elmar Rojas, único maestro sobreviviente de dicho grupo artístico, quienes definieron una concepción política, crítica, contestataria y comprometida, originando un movimiento y estilo nacionalista. En esa época, exponerse a las autoridades de turno por medio del arte era arriesgarse a lo peor.
La presente coyuntura me trajo recuerdos de mi juventud. Siendo muy rebelde, consecuente pero inocente, estaba seguro de que podía apoyar con mi participación de alguna forma en la lucha de aquella época. Por razones personales y muy afortunadas conocí, visite y tuve una relación corta pero muy estrecha con el maestro Luis Cardoza y Aragón, obviamente por medio de mi padre, Jorge Sarmientos. Era 1980, cuando en la cocina de su casa en Coyoacán, en el D. F., que ahora .pertenece al Colmex (Colegio de México), en profunda plática, y armado de convicción y orgullo, le comenté a forma de pregunta, Maestro, me gustaría mucho unirme a la lucha, a lo cual Luis Cardoza respondió, Nooo joven maestro, combatientes tenemos muchos, pero artistas no. Usted es un guerrillero en su arte y su trinchera es la música.
En aquellos tiempos, la lucha se hacía clandestina, sin embargo, el arte en pocos ejemplos era de denuncia, y en su contenido, no daba lugar a disimulos. Tenía que ser directo y frontal pero discreto. Hoy, en las redes sociales, donde cualquier persona se expresa a pierna suelta o donde se nota su ausencia, indiferencia, valentía o ignorancia, se prefiere, en muchos casos, resguardarse dentro de la multitud virtual. Son pocos los casos de valentía y convicción, como Fernando López, José Chamale y Maco Luna, tal vez se me escapan algunos (no muchos), que dentro de su género dan la cara. La mayoría de artistas fueron indiferentes ante la realidad actual.
Como último apunte, es de observar que en esta generación digital no existe el miedo de ser sacado en medio de la noche, para ser secuestrado y asesinado, eso quedó atrás; al menos que la violencia narco y convencional ajusten cuentas. Los artistas de los 60, 70 y 80 fueron y dejaron en su la lucha ejemplo a seguir, pero son ignorados. A pesar de vivir en un país violento, pobre y corrupto, en condiciones nefastas y trágicas, fueron creadores y transformaron circunstancias trágicas en creativas, a modo perfectamente nietzscheano.
Arte y política tienen una relación intrínsecamente ligada al fenómeno cultural. El arte como reflejo de la sociedad, respondió y responde a eventos y circunstancias que afectan la vida de millones de personas, en nuestro caso, a compatriotas. Lo que no cambió y aún se mantiene, es precisamente la injusticia, violencia, impunidad, corrupción y pobreza. Hoy las circunstancias y el contexto están a favor de la mayoría a través de un clic. Es allí donde las palabras de Cardoza resuenan, no individualmente sino a modo de ejemplo. Desperdiciar esta oportunidad para lograr esos cambios profundos y lograr que Guatemala salga de la pesadilla, es hoy. Y a pesar de que los artistas valientes del pasado ya no están presentes, lo mínimo sería imitar su dignidad.
Igor Sarmientos

Guatemalteco, director de orquesta, cellista, pedagogo e investigador académico. Ha dirigido las orquestas más importantes de Latinoamérica y Europa del Este. Cofundador del programa de orquestas en el Ministerio de Educacion. Exprofesor de la Universidad del Valle de Guatemala y Universidad de San Carlos. Actualmente profesor de etnomusicología y cello en la Universidad George Mason en Fairfax y director asociado de McLean Symphony Orchestra en Virginia.
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