Aquí no hay confrontación ideológica

-Hugo Sergio Del Águila Reyes / ViZtAso

En medio de la crisis política que vive Guatemala desde el día en que la Comisión Internacional contra la Impunidad y el Ministerio Público presentaron pruebas de la participación del presidente Jimmy Morales en el financiamiento electoral ilícito, quienes lo defienden están argumentando que toda la coyuntura de movilización y protestas es resultado de una “confrontación ideológica”.

Al estilo más burdo de tiempos pasados, cuando en el concepto de enemigo interno cabían todos los que se atrevieran a alzar su voz contra la opresión, en 2017 los llamados “tanques de pensamiento” y sus asociaciones son los mismos defensores del statu quo que pretenden hacer creer la crisis de corrupción es producto de la “confrontación entre derecha e izquierda”.

Se ha dicho, con cierto grado de verdad, que la lucha contra la corrupción y la impunidad y todas sus secuelas no tiene ideología. Es necesario verla como un reclamo social de la ciudadanía cansada y expoliada por tantos años de prácticas que se convirtieron en conductas socialmente aceptadas y hasta justificadas por cierta parte del sistema de justicia.

Aquí no hay confrontación entre el pensamiento de los grupos y partidos de izquierda con sus similares de derecha o de centroderecha, como pretenden hacer creer los llamados centros de investigación o diputados en el Congreso que defienden la Constitución de cualquier intento de reforma, porque están claramente alineados con la corriente dominante para defender al alicaído gobierno de Jimmy Morales y en sí al Estado oligarca.

La confrontación que se expresa en la lucha social, que ha tenido su expresión en las concentraciones que se realizaron en la Plaza de la Constitución y en los departamentos más grandes el pasado 20 de septiembre, es el rechazo a la impunidad. Es contra ese pacto de corruptos fraguado por integrantes del Gabinete Presidencial bajo la asesoría de exmilitares y fuerzas oligárquicas trasnochadas.

Veamos con más detalle, en Guatemala ocurren dos acontecimientos grandes: uno que es sistémico y el otro coyuntural, pero ambos son del mismo paquete y resultado de la crisis del sistema político, incluido el económico y sus derivaciones, específicamente el modelo de la organización política del país.

Lo más coyuntural es el destape de la corrupción, en el cual si se escarba un caso, sale otro y luego otros y así va llegando a todas las instituciones del Estado, con el claro involucramiento de la iniciativa privada que se sirve de ello. Se va convirtiendo en un fenómeno en el cual los investigados, los encarcelados y los potenciales responsables, cierran filas para convertirse en la expresión conservadora frente a otra que incipientemente está tratando de hacer cambios en el país.

En esta coyuntura, la confrontación es derivación del mismo sistema capitalista, donde la pugna existente no es entre izquierda y derecha, sino entre facciones de la misma derecha, y en las dos más visibles están fuerzas de la oligarquía. Una corresponde a los más salpicados, allí se aglutinan los que fueron violadores a los derechos humanos durante el conflicto armado interno. La otra parte de la oligarquía es la que quiere salvarse, la que prefiere subirse al saneamiento de las instituciones del Estado y de sus propias organizaciones gremialistas, aún a sabiendas de que tiene cola machucada, pero que cree que puede apuntalarse, posiblemente se considere menos involucrada.

En suma, la confrontación no es entre izquierda y derecha, es entre la misma derecha, solo que una de ellas tiene mayor respaldo de Estados Unidos, conocida como la de “los valientes”, en la que las cabezas más visibles son Thelma Aldana, muchos jueces, el contralor general, en su momento el ex PDH Jorge De León, y tal vez algunos analistas que generan influencia, pero que no precisamente son de izquierda; son los que se han atrevido a desafiar a la oligarquía más conservadora.

Los cambios que se están dando ni siquiera son impulsados por la izquierda, son acontecimientos que desnudan el mismo sistema; otra cosa es que ciertas fuerzas de izquierda pudieran tener un papel protagónico y conducir los acontecimientos hacia un desenlace favorable para la sociedad que ha dicho basta.

Al respecto se prevén tres desenlaces posibles: uno que quizás tenga menos posibilidades y es el conducido por la derecha más corrupta y sanguinaria que quiere mantener el statu quo, pero que a estas alturas lo único que le queda es ganar tiempo.

El otro es el pretendido por la derecha oligárquica que quiere sumarse a los cambios, que en el mejor de los casos busca sacarle raja al pretendido diálogo nacional y llegar a un acuerdo con reformas a la Constitución y a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que no modifiquen sustancialmente el Estado, si no que solo pongan un freno a la corrupción vigente. Esto ya es positivo y podría tener un desenlace en las elecciones de 2019 con un gobierno de fachada democrática, aunque sustancialmente no cambie mucho.

El tercer escenario es el que no está diseñado, en el que potencialmente hay fuerzas sociales protagónicas como el Comité de Desarrollo Campesino, el Comité de Unidad Campesina y los grupos que protagonizan las movilizaciones en las ciudades que aspiran al cambio, pero que no tienen un perfil político estratégico. Hay otros cuya demanda es inviables en este momento, entre ellos los que proponen una Asamblea Constituyente Plurinacional, la cual no casa con las leyes vigentes y por tanto es difícil que avance. Todos estos actores por separado no tienen una estrategia que canalice el descontento, tal vez juntos, pero por ahora no hay quien los articule.


Fotografía tomada de Vice News.

Hugo Sergio Del Águila Reyes

Periodista, editor, multimedia, comunicador social, corresponsal de la prensa extranjera, experimentado periodista de 38 años de ejercicio en cinco países, productor de radio y televisión.

ViZtAso

Un Commentario

Rodolfo 12/10/2017

Me gusta tu análisis muy pragmático, saludes y adelante Sergio

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