-Manuel Fernández-Molina / APUNTES DE AYER Y HOY–
Y bien, para terminar con el tema del homicidio doble acaecido en la noche del viernes 30 de noviembre de 1821, con certeza puede decirse que tenemos dos cadáveres a unos 20 metros al sur del crucero de la actual trece avenida y quinta calle de la zona central de Guatemala. Allí tendidos están los cuerpos baleados de Remigio Meida y de Cayetano Bedoya. El asunto podría quedar en esta simpleza: dos muertos por motivos políticos; y mucho habría de escribirse sobre la violencia en las semanas que siguieron a la independencia política de España.
Pero también puede indagarse más sobre lo sucedido en esos minutos. No crear historiografía sobre bases sociales, sino fijarnos en lo fáctico del drama. Podemos preguntarnos sobre la verdad de lo acontecido aquella noche. No se trata de preguntarse por una verdad amplia basada en una teoría de la Historia o fundada en la metodología de Marc Bloch o en la de Ernest Labrousse o en la Fernand Braudel, no; sino se trata de una pequeña verdad de hechos concretos, de acciones precisas.
Vamos al asunto. Al comenzar a estudiar Historia, a los estudiantes en Estados Unidos se les hace pensar en la noche del 5 de marzo de 1770; fue entonces que en Boston una escuadra de soldados británicos disparó sobre un grupo de vocingleros (como los de Guatemala la noche que nos ocupa) y provocó cinco muertos. A los estudiantes se les ofrece la versión de la parte acusadora y la perspectiva de la defensa. ¿Que sucedió esas noches, separadas entre ellas 51 años y unos nueve meses? ¿Hubo voluntad y decisión del oficial al mando de las escuadras de dar la orden de “fuego”? E incluso puede preguntarse si quienes estaban al mando de la tropa dieron esa orden, o no. Los abogados que defendieron a los acusados, en uno y otro drama, sostuvieron otra versión de lo sucedido. La voz de ”fuego” no provino de quienes estaban acusados de haberla proferido; en ninguno de los dos casos. Tanto la defensa del capitán Thomas Preston, en Boston, como la defensa del alcalde Mariano Larrave y del sargento Juan Islas, en Guatemala, arguyeron exactamente lo mismo: que alguno de los manifestantes, en un acto de bravuconada, se había abierto la ropa a la altura del pecho y había gritado “fuego”. Los integrantes de las respectivas escuadras, simples soldados (no expertos en análisis de voces -apuntaron los defensores-), se confundieron y entendieron que quien les comandaba estaba dando esa orden, ¡y dispararon! Una simple equivocación verbal provocada por el desorden de múltiples voces y por la oscuridad.
¿Que sucedió realmente? Nunca vamos a saberlo. La verdad en la Historia es elusiva, escurridiza. Por muy sesudo y sagaz, a lo Sherlock Holmes o Hercule Poirot, que un historiador sea, la verdad será siempre coqueta y desafiante, pero imposible de asir en su totalidad. Este es uno de los encantos de ser un detective del tiempo que fue, pero que ya no es.
Y cabe preguntarse ¿cuán importante es encontrar la verdad? Pues depende de qué verdad se trate. Si la duda es si llovía o hacía sol esplendoroso el 30 de abril de 1789 cuando George Washington juró el cargo como presidente, pues esclarecer el tema hasta lo ínfimo, no tiene mayor trascendencia. Nada se desprende del contexto climático de aquel 30 de abril. Pero si el asunto es los muertos en el crucero de Devonshire y Court Street, en Boston, o los muertos en el crucero de la avenida trece y la calle quinta (nombres actuales), en Guatemala, el asunto rebasa la mera curiosidad histórica, pues en ambos casos se trata de mártires. Ahora bien, independientemente de la importancia y de la trascendencia del hecho, la verdad va a ser imposible (o casi imposible) de establecerse al punto preciso y exacto.
En Boston a esos cinco muertos se les reconoce como mártires de la independencia, y en el crucero de Devonshire y Court Street hay un importante recordatorio de que allí cayeron. En Guatemala no hay ni una modesta placa que recuerde a Bedoya y a Meida. Lo importante, creo, no es la verdad judicial, procesal, sino el manejo que una y otra sociedades han hecho de esos homicidios.
Manuel Fernández-Molina

Profesor retirado de Historia, interesado en la europea, especialmente española. Actualmente docente de Historia Global en el Colegio Humanístico Costarricense, campus Coto.
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