Apuntes de ayer y hoy

Manuel Fernández-Molina | Literatura/cultura / APUNTES DE AYER Y HOY

Un sábado anterior, que hablaba del Primero de mayo, decía que los mártires de Chicago (frase usual en los discursos de esa fecha) no fueron trabajadores abatidos a balazos en una manifestación, sino dirigentes políticos a quienes se les dio muerte tras un proceso judicial que quiso tener características de limpio y de equitativo. Hubo, eso sí, algunos obreros muertos a tiros en dos ocasiones diferentes (3 y 4 de mayo), pero no es a ellos a quienes se alude como «mártires de Chicago» cuando se celebra el Primero de mayo, pues se ignoran sus nombres; nadie reclamó los cadáveres en la morgue, y estos trabajadores fueron sepultados como «XX».

Días atrás, apuntaba que en la masiva manifestación del sábado primero de mayo no hubo ni un muerto. Transcurrió en calma, a pesar de que la situación obrero-patronal era tensa, pues varias fábricas se hallaban en paro por la huelga de los trabajadores. Agregué que el proceso contra los dirigentes sucedió después de que alguien lanzara una bomba contra una compañía de policías que había ido a disolver un mitin obrero debidamente autorizado por la Municipalidad de Chicago. ¿Quiénes fueron los dirigentes sindicales acusados y sentenciados en el juicio? ¿Cuál fue la figura penal (el delito) que usó la Fiscalía? El delito utilizado por el Estado fue «conspiración para asesinar».

Los acusados fueron ocho, dos estadounidenses de nacimiento, un británico y cinco alemanes (inmigrantes plenamente legales). Los ocho fueron hallados culpables; cinco sentenciados a muerte, y los otros a cadena perpetua. Los tres que no fueron ejecutados recibieron indulto a los pocos años, pues ya era una verdad aceptada por el establishment que todos eran inocentes y que el juicio había sido una farsa, un procedimiento judicial hecho para calmar la alarma entre los industriales.

¿Quiénes fueron los líderes sindicales que sufrieron muerte o cárcel? Citados en orden de edad, del mayor al más joven, los tenemos aquí: 1) George Engel, nacido en Hesse, Alemania, el 15 de abril de 1836 (en mayo del 86 tenía 50 años); en Chicago era propietario de una pequeña tienda de juguetes. 2) Samuel Fielden, nacido en Lancashire, Inglaterra, el 25 de febrero de 1847 (en mayo del 86 tenía 39 años); había sido un pastor metodista, y en Chicago se dedicaba especialmente a la política. 3) Albert Parsons, nacido en Alabama, Estados Unidos, el 20 de junio de 1848 (iba a cumplir 38 años cuando los sucesos del 86); había sido tipógrafo, y era periodista, escritor y político. 4) Oscar William Neebe, nacido en New York, el 12 de julio de 1850 (iba a cumplir 36 años en dos meses); asalariado en muchos empleos. 5) Michael Schwab, nacido en Bad Kissingen, Alemania, el 9 de agosto de 1853 (tenía 32 años). Era encuadernador y empastador de libros. 6) August Spies, nacido en Hesse, Alemania, en diciembre de 1855 (tenía 30 años). Era tapicero. 7) Adolph Fischer, nacido en Bremen, Alemania, alguna fecha de 1858 (tenía 28 años, o estaba cerca de cumplirlos). Era tipógrafo. 8) Louis Lingg, nacido en Mannheim, Alemania, el 9 de septiembre de 1864 (tenía 21 años). Era carpintero. Así, tenemos que del grupo de acusados, cinco andaban entre 30 y 39 años, dos estaban en sus veintes y solo uno (Engel) tenía 50 años.

Pero los cortes etarios no son tan importantes, como lo es fijarnos en otras de sus características. Por ejemplo, sus oficios o sus roles en el proceso productivo. Veamos uno por uno. Samuel Fielden es un caso especial, pues era un hombre de la iglesia metodista que se había convertido en agitador político. Seis eran, o habían sido, artesanos. Así, tenemos a un fabricante de juguetes (Engel), un encuadernador/empastador de libros (Schwab), un carpintero (Lingg), un tapicero (Spies) y dos tipógrafos (Fischer y Parsons). Solamente uno, Oscar Neebe, había sido y era (y fue, después de salir de la cárcel) un asalariado. Los que habían sido tipógrafos, arregladores de las cajas de letras en las imprentas de entonces, habían devenido en periodistas y eran, además, dirigentes políticos de tiempo completo (Fischer y Parsons), pero los otros cuatro del mundo artesanal eran propietarios de pequeños negocios; eran microempresarios.

Los datos anteriores son valiosos para la historia de los movimientos anarquista y socialista, pues son evidencia de que las ideas revolucionarias habían seducido las mentes de microempresarios. Ni Marx y Engels, con su socialismo científico, ni Mikhaíl Bakunin y Pierre-Joseph Proudhon, con el anarquismo, intentaban capturar la mente de los pequeños propietarios, sino la de los obreros fabriles. Sin embargo, y es muy interesante hacerlo notar, las ideas revolucionarias hallaron seguidores entre los sectores sociales no favorecidos económicamente, independientemente del rol que tuvieran en el proceso productivo. Hecho simple: ni uno solo de los ahorcados en noviembre de 1887 había sido obrero en una fábrica. El viernes 11 de noviembre el establishment le dio muerte a dos periodistas (Albert Parsons y Adolf Fischer), a un tapicero (August Spies) y a un fabricante de juguetes (George Engel). Louis Lingg, que era carpintero, se había suicidado horas antes de ser ejecutado.

¿Por qué fueron arrestados, juzgados, sentenciados y ejecutados? Escuchemos directamente la voz de los acusados, en sus discursos de cierre de sus defensas, a principios de octubre del 87. Albert Parsons expresó que «Si nos van a matar, entonces dejen que la gente sepa por qué es. Este veredicto es contra el socialismo». Adolf Fischer dijo que «Un anarquista está siempre dispuesto a morir por sus principios: pero en este caso yo fui acusado de asesinato, y no soy un asesino (…) Este veredicto es un atentado contra la libertad de expresión, y muy pronto la gente va a ser consciente de eso». Y veamos las palabras de Louis Lingg: «No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por temor a la anarquía». Es muy interesante fijarse en las palabras, mientras que Albert Parsons se presenta como víctima por ser socialista, Fischer y Lingg alegan que el sistema los ha perseguido y sentenciado por ser anarquistas. ¿Son estas discrepancias un mero asunto de palabras? No. No, en absoluto. Dentro de la International Working People’s Association (Asociación Internacional de Trabajadores), organización en la que todos ellos militaban, había muchos y distintos matices ideológicos. Había los socialistas utópicos, admiradores de las ideas de Robert Owen, de Henri de Saint-Simon y de Charles Fourier; había aquellos que seguían los conceptos del socialismo científico, de Marx y Engels; había los anarquistas, inspirados en las ideas de Mikhaíl Bakunin. Esta pluralidad de pensamiento político explica las diferencias en las palabras elegidas por los acusados. Cabe también, fijarse en que el líder estadounidense habla de socialismo, mientras que los alemanes prefieren el concepto de anarquismo.

Los sucesos de Chicago de 1886 me parecen sumamente importantes en la Historia. Sin embargo, muy pocos historiadores han acometido la tarea de estudiarlos. Un vacío difícil de aceptar, pero que es un hecho. La American Historical Association ha tenido, en sus más de 130 años de vida, unos 75 mil miembros, y ¿cuántos historiadores han tratado de explicar aquel mayo de 1886? ¿Unos cien? No; apenas cinco académicos han trabajado aquel suceso. Voy a poner sus nombres (¡son tan pocos!): William Adelman, Paul Avrich, Philip Foner, James Green y Timothy Messer-Kruse. Apenas cinco de entre miles y miles de historiadores. ¿Por qué? De manera general, podemos argüir que en la academia estadounidense no es bien visto estudiar los temas que pongan en entredicho a su sistema, especialmente si se trata de casos internos; puede analizarse lo hecho fuera de las fronteras, y hasta exagerar la culpa norteamericana (como todo lo que se ha escrito sobre derribar el avión de Yamamoto), pero escudriñar lo hecho dentro de casa… ¡eso es asunto desagradable!, y muy pocos académicos se atreven.


Manuel Fernández-Molina

Profesor retirado de Historia, interesado en la europea, especialmente española. Actualmente docente de Historia Global en el Colegio Humanístico Costarricense, campus Coto.

Apuntes de ayer y hoy

2 Commentarios

Norma Natalia Carrillo 29/05/2018

Me han gustado tus columnas sobre el «Primero de mayo». Y recuerdo el mayo del centenario que estuvimos en Chicago y fuimos a todos los sitios vinculados a los acontecimientos.
Me gustaría que escribieras sobre las mujeres. En charlas y conferencias siempre las mencionas, pero en esas columnas, no. Hace falta saber el papel de las mujeres en 1886. Recuerdo que fue importante.

Norma Natalia Carrillo 29/05/2018

Me has gustado tus columnas sobre el «Primero de mayo». Y recuerdo el mayo del centenario que estuvimos en Chicago y fuimos a todos los sitios vinculados a los acontecimientos.
Me gustaría que escribieras sobre las mujeres. En charlas y conferencias siempre las mencionas, pero en esas columnas, no. Hace falta saber el papel de las mujeres en 1886. Recuerdo que fue importante.

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