Víctor Manuel Reynoso Angulo | Política y sociedad / INTERÉS PÚBLICO
A Carlos Castillo Peraza le tocaron momentos difíciles para su partido, Acción Nacional. Primero como persona muy cercana a Luis H. Álvarez, que dirigió al partido entre 1987 y 1993. Luego él mismo como presidente nacional del PAN. En algún momento resumió su propuesta partidaria en una frase: «apostemos por nosotros mismos».
En 2018 el PAN parece haber apostado por otros. En al menos dos cuestiones es visible esa apuesta: la alianza con el PRD y con Movimiento Ciudadano, y la primera candidatura a la presidencia del PAN que no fue resultado de una elección partidaria interna, la de 2018.
Han sido varias las alianzas entre estos partidos en elecciones locales (sobre el tema, Diego Reynoso y Orlando Espinoza Santiago acaban de publicar un interesante libro ¿Alianzas contranatura o antihegemónicas? Las alianzas PAN-PRD en los estados mexicanos). Han dado lugar a varios gobiernos. Pero ninguno ha sido reivindicado como un logro destacable. Ninguno fue tema de campaña. No se habló de eso. No parece haber un argumento político positivo en las alianzas previas entre el PRI y el PAN y en los gobiernos a los que han dado lugar.
Las más notables fueron las de 2010 para varios estados en los que no se había dado la alternancia: el PRI había gobernado siempre. Triunfaron en tres estados, Oaxaca, Puebla y Sinaloa. ¿Qué mérito quedó de esos gobiernos aliancistas? ¿Qué resultados o bienes públicos que pudieran ser un argumento a favor de una nueva alianza entre PAN, PRD y otros partidos? ¿Puede derivarse de esos gobiernos algún logro que se presente como lema o propuesta de campaña que convoque a los ciudadanos a votar por la coalición?
No al parecer, si analizamos la narrativa de Por México al Frente durante el pasado proceso electoral. Nunca se hizo referencia a los gobiernos estatales resultados de alianzas anteriores. Como si no hubieran existido. Se apostó por una alianza meramente aritmética, pensando que se iban a sumar los votos de los tres partidos.
La ausencia de una elección interna para decidir quién sería el candidato a la Presidencia de la República también fue una apuesta por otros. Por otros métodos, distintos a los que el PAN había seguido desde 1952, cuando definió a su primer candidato presidencial. Desde entonces y hasta 1994 fue una convención nacional la que decidió esa candidatura. Hubo algunas convenciones tensas e intensas. Para la elección de 1976 la situación llegó a ser crítica, a tal grado que ninguno de los precandidatos alcanzó la mayoría calificada estipulada en los Estatutos y el PAN se quedó sin candidato a la Presidencia. Por primera, y hasta ahora única vez en su historia.
Desde el 2000 la elección se abrió a toda la militancia. Fox fue precandidato único, pero aun así se cumplió la formalidad. Para las elecciones del 2006 y 2012 en la interna fueron derrotados los candidatos del presidente de la República en turno, Santiago Creel para el Gobierno de Fox y Ernesto Cordero para el de Calderón.
El PAN ha tenido una institucionalidad interna, un conjunto de reglas escritas y no escritas, que le han permitido tomar sus decisiones y resolver sus problemas aun en momentos críticos. Hoy, ante el próximo Gobierno, para el que las instituciones no parecen ser prioridad, el PAN tiene una oportunidad de ser oposición creativa y constructiva. Su primer reto es elegir a su próximo presidente nacional. Ahí se verá si los panistas logran apostar por sí mismos.
Víctor Manuel Reynoso Angulo

Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla. Doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, maestro en Ciencia Política por FLACSO México y licenciado en Sociología por la UNAM.
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