-Otto Ricardo Gaytán Silva / TEATRO GUATEMALTECO: SU HISTORIA–
Ciertas narraciones, más cercanas a la ficción, sugieren representaciones teatrales durante la decimosexta centuria. Algunas de carácter épico que hubiesen encantado a teóricos del siglo XX como el alemán Bertolt Brecht, o Santiago García, colombiano.
En La hija del Adelantado, novela histórica, Salomé Jil (José Milla) cuenta que para celebrar el regreso de Pedro de Alvarado (al asentamiento de Santiago en Almolonga), una «encamisada representó un coloquio de circunstancias».
En otra novela histórica, El visitador, el mismo José Milla narra con maestría la representación de una obra teatral en la Plaza Mayor, que versaba sobre la captura del rey k’iche’ y del rey kaqchikel.
El asunto no emanó de su febril imaginación: Milla toma para este pasaje la crónica del capitán Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, que en su Recordación florida, tomo I, libro 16, capítulo VI, describe delirante la primera obra de teatro colonial en Guatemala. Al menos es la más antigua de que se tenga información hasta ahora.
Un pasaje histórico da origen a la pieza teatral: k’iches y kakqchikeles se sublevan contra los conquistadores españoles. Pedro de Amalín y Francisco de Orduña, al mando de 120 infantes, persiguen a los alzados de Chimaltenango para someterlos y constituirse en retaguardia de los españoles. Pedro de Portocarrero, con 215 españoles escopeteros y ballesteros, 108 de a caballo, 120 tlaxcaltecas y 230 mexicanos, más cuatro tiros de artillería, persigue a los rebeldes rumbo a Quetzaltenango. En sendos enfrentamientos mueren los generales indígenas Rubam Pocom y Tamolahán. Los sublevados se refugian en las cimas occidentales; los españoles sitian el lugar, capturan a sus reyes y terminan derrotándolos [I]. Esto sucedía alrededor de 1526.
La representación teatral que rememora lo acontecido pudo gestarse inmediatamente después, cuando los hechos estaban frescos en la memoria, y se continuó representando, esporádicamente, durante más de un siglo. No existen datos sobre su representación en el siglo XVI, pero ya a principios del XVII se le menciona como una «antigualla de mucho gusto vello» [II].
El montaje se hacía en escenario construido junto a la fuente de la Plaza Mayor. La escenografía consistía en un volcán de grandes dimensiones fabricado de madera, con grutas y un refugio en la cima llamado la «casa del rey». Complementaban la escenografía flores, aves y hasta monos, venados y dantas, «según lo que hubieran cazado» [III].
El público privilegiado se ubicaba en los balcones de la Audiencia Real y demás tribunales, o mandaban a construir tablado y andamios para sus familias. El espectáculo en realidad empezaba desde la noche anterior, cuando en el «volcán» sonaba «entretenida y armoniosa consonancia tanta variedad de música de diversas trompetas, chirimías, caracoles y flautas, que por lo de no frecuentes y comunes a nuestros oídos, es de entretenimiento notable» [IV].
El argumento de la obra es sencillo: un grupo de indígenas sublevados es perseguido por el Ejército español, Se refugian en lo alto del volcán Tajumulco, donde son sitiados. Los españoles van ganando posiciones. El rey kaqchikel se refugia en el apartado escenográfico llamado «la casa del rey». Música y efectos de sonido elevan el dramatismo. Unos mueren y otros huyen hasta que los españoles logran la captura del rey Zinacam.
El día de la representación, a las tres de la tarde, se daba inicio con el ingreso de dos compañías de caballería que se colocaban del lado de Catedral y dos compañías de infantería que se colocaban del lado del Real Palacio y cárcel de corte.
Por las bocacalles de Mercaderes y la de la Sala de Armas, ingresan, como actores y danzantes, vecinos de Jocotenango, caracterizando a los sublevados: «indios desnudos con sus maztlates embijados á la usanza de la gentilidad de sus mayores, con plumas de guacamayos y pericos, con arcos y saetas despuntadas, otros con varas y rodelas al estilo antiguo» [V]. Los acompañan músicos con «diversos e incógnitos instrumentos y trompetas varias, que ordenan una confusión agradable» [VI]. Se presentan varias danzas y luego entra con gran pompa el gobernador de Jocotenango en el papel del rey Sinacam (o Zinacam, pues la ortografía varía en la misma crónica). A continuación los actores toman sus posiciones en el escenario, en el volcán.
Por la esquina de la Sala de Armas, marchando y armados a modo de milicia, entran los españoles: «dos compañías de los indios de la Ciudad Vieja, que son descendientes de aquellos tlaxcaltecas nuestros amigos, muy bien adornados y con galas y plumas á la española» [VII].
Empezaba entonces la pelea: «los indios tlaxcaltecos empiezan a combatir acometiendo la fortaleza del volcán formando sitio en torno de su circunvalación, disparando sus arcabuces y dando sus acometidas y asaltos por varias partes. Los defensores de él, disparando sus varas y saetas á el aire con muchos alaridos y voces, silbos y rumores confusos, hacen y representan muy al vivo la defensa de aquella fortaleza» [VIII].
La escena de combate duraba largo rato, Los españoles avanzan, los sublevados se van retrayendo hasta que dejan a su rey solo y es capturado.
Encadenado, el Rey sublevado es conducido ante el presidente. Pero este presidente no es un actor o un personaje más. Se trata del verdadero presidente de la Audiencia, gobernador y capitán general, que es un «mirón» más [IX], junto a otros funcionarios y familiares, lo cual constituye una interacción con el público, cuando menos, insólita.
Fuentes y Guzmán nació en 1653, escribió alrededor de 1690 y trasmite su propia vivencia en tanto público. Descubrimos en su crónica varios elementos teatrales: escenario, escenografía, utilería, vestuario, personajes, coreografías, música, interacción con el público… El rol de Sinacam era muy codiciado: el cacique de Itzapa ofreció 500 pesos al de Jocotenango para que le cediera el papel durante una función cuando se dedicó la Catedral (1680). La oferta fue rechazada.
No conocemos los parlamentos, pero con seguridad los hubo, pues sería la forma adecuada de comunicar al público, por ejemplo, que el personaje principal que huía era Sinacam. Quizá existió el libreto escrito.
Aunque la mayoría era simple comparsa, participaban unos mil actores [X], debidamente custodiados por la milicia, por si acaso… [XI]
Así pues, sin proponérselo, el capitán Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán nos deja un apunte importante para la historia del teatro en Guatemala y deja constancia del acierto que los conquistadores tuvieron al utilizar el arte dramático como instrumento de dominación, pues enseñaron a los conquistados a representar su propia derrota, tal como se replica en la actualidad en la obra teatral mal llamada «Baile de la conquista», representada en varios lugares de la República de Guatemala.
[I] Fuentes y Guzmán, Francisco Antonio de, Recordación florida, Tomo I, Editorial Universitaria. Guatemala 2012, pp. 588 a 592
[II] García Peláez, Francisco de Paula, Memorias para la Historia del Antiguo Reyno de Guatemala, Tomo II, Establecimiento tipográfico de L. Luna, Calle Santa Rosa, N. 4, Guatemala, 1852, p 254.
[III] FUENTES, Op. Cit. Pp 592 y 593
[IV] Op. Cit. p. 593
[V] Op. Cit. p. 594
[VI] Op. Cit. p. 594
[VI] Op. Cit. p. 595
[VIII] Op. Cit. p 595
[IX] «Mirones» llama Fuentes y Guzmán al público. Op. Cit. p 595.
[X] Op. Cit. p. 594
[XI] No era usual que tantos indígenas se congregaran en la Plaza Mayor y ello obligaba a los conquistadores a tomar medidas de control para evitar inconvenientes.
Otto Ricardo Gaytán Silva

La Antigua Guatemala 1960. Obrero de la imagen en movimiento y el sonido. Trabajador de la cultura interesado en descubrir huellas diluidas de la historia y su difusión.
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