Tomás Rosada | Política y sociedad / MIS CINCO LEN
Llegó el rito de las elecciones. Pero esta vez, y lo que escribo es opinión compartida por muchos dentro y fuera del país, la formalidad de votar ha sido, como pocas veces en la historia reciente, vaciada de contenido casi en su totalidad. No solamente eso, sino que además, la elección comenzó ya en las cortes de justicia y de Constitucionalidad. Impresionante y preocupante la capacidad de los poderes del Estado de alcanzar acuerdos de gatopardismo hermético y efectivo para prolongar un falso y frágil equilibrio.
Todo ese descalabro no ha sido libre de costos. El Ejecutivo, como poder del Estado, está en franca caída libre y mucho se lo debemos al actual equipo de gobierno que rehusó cumplir una única tarea política, simple, pero que demandaba mucha valentía y liderazgo: escuchar a la Plaza. Eso no ocurrió. Morales demostró muy temprano que no daba el ancho para el cargo y el momento histórico en que le llegó la carambola.
Además, ante un líder tan débil, su rosca y aliados asfixiaron con mucha maestría el diálogo social, procurando por todos los medios agravar la crisis, como queriendo llevarla a un punto de no retorno. Como queriendo repetir tiempos más oscuros, épocas premillenial. Eso no pasó por fortuna, mas no por mérito propio. A alguien más, fuera de nuestras fronteras, no le pareció una buena idea volver a sentar gente armada en Palacio Nacional.
Pero la herida a nuestra democracia es profunda y con mucha facilidad se podrá infectar. No hay ninguna certeza de que acudir a las urnas evite una crisis mayor a corto plazo. Las candidaturas que lograron evitar ser borradas de la papeleta son casi todas más de lo mismo: urbanas, machos y hembras alfa a la cabeza, comprometidas con y cuestionadas por su pasado. Y la que no lo es, está ya siendo descalificada, porque ¿cómo así que una india campesina se atreva siquiera a soñar con usurpar el poder?
Desperdiciamos otra oportunidad de renovar la hoja de ruta que el país tanto necesita para salir del atraso. Respuestas urgentes a preguntas históricas: ¿qué vamos a hacer para aumentar los ingresos del Estado y avanzar en el cierre de brechas? ¿Cómo vamos a reducir los alarmantes índices (crecientes, además) de pobreza? ¿Cuál es la estrategia de desarrollo rural y de cohesión de las múltiples Guatemalas que cohabitan sin conocerse, sin siquiera voltearse a ver unas a otras, mucho menos escucharse? ¿Qué se piensa hacer para contener la hemorragia de paisanos que ya tiraron a pérdidas su futuro en este país y prefirieron éxodo o muerte? ¿Cómo se piensa recuperar el equilibrio y la legitimidad de los poderes del Estado? ¿Cómo se va a rendir cuentas a la población?
Ciertamente no serán tiempos fáciles. No para Guatemala, no para Centro América, no para América Latina. La tentación de imponer monólogos es muy grande, pero es sin duda un camino equivocado. No se trata de hacer una apología del consenso, sino más bien un llamado a pensar cómo convocar un frente amplio de cambio y cómo mantenerlo vivo un tiempo suficientemente largo para que dé frutos irreversibles. Esas son las dos grandes interrogantes y desafíos para mantener a flote nuestra frágil y agonizante democracia.
Cuando vaya a votar, piense en dos cosas: quién ha respondido preguntas fundamentales para el desarrollo del país, y quién tiene una propuesta de convocarnos a todos para hacer de este esfuerzo una verdadera construcción colectiva.
Tomás Rosada

Guatemalteco, lector, escuchacuentos, economista y errante empedernido. Creyente en el poder de la acción colectiva; en los bienes, las instituciones y los servidores públicos. Le apuesta siempre al diálogo social para la transformación de estructuras. Tercamente convencido de que la desigualdad extrema es un lastre histórico que hay que cambiar en Guatemala. Por eso, y sin querer, se metió al callejón del desarrollo, de donde nunca más volvió a salir. Algún día volverá a levantar el campamento y regresará a Guatemala para instalarse en el centro —allí cerquita de donde dejó el ombligo—, para tomar café, escribir, escuchar y revivir historias de ese país que se le metió en la piel por boca y ojos de padres y abuelos.
Correo: trosada@gmail.com
Un Commentario
Muy buen artículo lucido, justo mesurado, y sobre todo sin la pretensión de sermonear ni de dar cátedra.
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