Edgar Barillas | Arte/cultura / RE-CONTRACAMPO
Las primeras películas sobre la guerra hispanoamericana fueron filmadas en los escenarios reales de la guerra, pero más adelante, ya con Estados Unidos participando en el conflicto, las compañías cinematográficas realizaron reconstrucciones de los hechos, utilizando actores y/o sets construidos. Una de las más exitosas de estas películas fue Tearing Down the Spanish Flag, 1898, de la Vitagraph Company of America, que presenta en un solo plano la arriada de la bandera española y la izada de la estadounidense Old Glory; tanto fue el éxito de esta película que la misma compañía realizó una nueva versión en 1899. Otras películas reconstruyeron situaciones de la guerra hispano-estadounidense en Filipinas (Girona, 2015). La recreación de los hechos se hacía de forma desprejuiciada y la reconstrucción ficcionada se realizaba incluso mezclando materiales tomados en el lugar de los hechos con las representaciones; no había reparo en «representar la realidad», en «reconstruir» las noticias, siguiendo la trayectoria de diarios como The New York Sun y el Herald. Los filmes «verídicos» y los «reconstruidos» eran igualmente aceptados por los productores y lo más significativo, por el público (Tranche y Sánchez Biosca, 2006, p. 81). Circularon centenares de copias de noticieros amañados en los estudios sobre la guerra hispano-estadounidense. Otro de estos famosos filmes fue el rodado en Chicago por Edward H. Amet, en el que reprodujo en un estanque con maquetas, la batalla naval del 3 de julio en la bahía de Santiago; la gente se tragó el anzuelo. La propaganda política y la exaltación nacionalista ocupaban ya un lugar preponderante en el cine, lo que hacía prever a los comerciantes una prometedora fuente de ganancias (Gubern, 2014).
Para Girona, el papel del cine en el conflicto entre Estados Unidos y España fue secundario, pero tuvo implicaciones en el combate ideológico y propagandístico que pusieron en marcha el gobierno y la prensa estadounidenses. El cine se ciñó al discurso oficial y sirvió para justificar el intervencionismo norteamericano (Girona, 2015). Iniciaban así las películas su recorrido en el incipiente arte de la propaganda.
Con la Primera Guerra Mundial, el cine adquirió matices marcadamente propagandísticos. Ello tuvo que ver con la pérdida de la neutralidad que la misma palabra «propaganda» había tenido hasta antes de la gran conflagración. Al sufrir más bajas que las que podían cubrir los nuevos reclutas ante el gran poder destructivo de las ametralladoras y la artillería pesada, los gobiernos necesitaron de los medios de comunicación, entre los que se contaba el cine, para concientizar a los individuos de que los mensajes de las instituciones del Estado estaban dirigidos a ellos (Clark, 2000). El cine ya había adquirido un estatus más alto y había desarrollado un lenguaje propio, aun cuando se trataba de películas silentes. De las «vistas» de un solo plano cinematográfico se había pasado a las actuality, factual films o «actualidades» (como se les conoció en Guatemala a los noticieros fílmicos); las mismas continuaron conteniendo imágenes reales o bien con reconstrucciones en sets construidos. Las actualidades británicas fueron las primeras que desarrollaron una estructura para la presentación de noticieros, dándoles un formato específico. Sin embargo, fueron los alemanes quienes utilizaron el reportaje fílmico para hacer propaganda para su causa, algo que pronto se imitaría en todas partes.
Las potencias implicadas en el conflicto crearon programas para influir en la opinión pública; así surgieron organismos para desactivar la propaganda enemiga y elaborar y distribuir propaganda propia. En Estados Unidos, el presidente Woodrow Wilson estableció en 1917 el Committee on Public Information, no directamente dependiente del Gobierno, pero creado con el fin de apoyar las políticas gubernamentales e influir en la opinión pública para convencerla de que el país debía intervenir en la guerra; para sus fines propagandísticos, el comité empleó la prensa, los carteles, la radio, el telégrafo y el cine. Dentro de esa organización se creó la Division of Films, que se encargaría de producir y distribuir películas, utilizando la madurez que había alcanzado el cine y que lo convertía en un medio de comunicación nada despreciable.
Hollywood también contribuyó en la formación de la opinión pública, con más intensidad en las fases finales del conflicto; en las películas que tenían la guerra como tema se visualizaba al enemigo (alemán) en términos altamente peyorativos, se le descalificaba y se fomentaba el odio irracional contra él: «Se imponía en todas estas películas la estética del ejército prusiano y el tópico del militar con un gran bigote, cruel y libidinoso, que tanto podía lanzar niños desde una ventana como violar a chicas jóvenes o asesinar a civiles inocentes» (Girona, 2015). Gubern plantea el asunto de la siguiente manera: las necesidades dramáticas de los guionistas les llevaron a crear un personaje negativo: el «villano», cuya finalidad es perturbar la felicidad los protagonistas. El esquema plantea, con toda su elementalidad, el combate entre las fuerzas del Bien y del Mal; son dos polos que «subliman y condensan las apetencias más irracionales y secretas del hombre, las imágenes hechas celuloide del «héroe» y del «villano» fusionan y confunden los valores éticos y estéticos, como ocurre en las más viejas mitologías de la Tierra». De esa manera, el «héroe» es un personaje bien parecido, simpático, mientras el villano es la suma de todos los males, además de físicamente desagradable (Gubern, 2004). Tal como lo expresa Girona, la diferencia salta a la vista de tal manera que con solo una imagen se puede saber quién es el protagonista y quién el antagonista de una película. El malo es malo sin matices, sin aristas, es, en una fórmula abrumadoramente simplista, la encarnación de todos los males que asolan la humanidad. Con el tiempo, al «villano» se le verá evolucionar en el cine y de acuerdo a las conveniencias políticas, de cuatrero a gánster, luego a oficial alemán, para acabar como espía ruso que roba planos atómicos (Gubern, 2004). En la actualidad, el malo se ha trastocado en musulmán, talibán, venezolano bolivariano, en fin, todo aquel que plantea disidencias ante el imperio.
Continuará.
Fotografía principal, tropas norteamericanas desembarcando en Daiquirí, Cuba, tomada de YouTube.
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Edgar Barillas

Guatemalteco, historiador del cine en Guatemala, investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
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