Ante la crisis del ambiente, otra estatalidad

Gabriela Carrera | Política y sociedad / FÍJESE USTED

Le dicen ecohisteria, fíjese. Esa alarma que da cuenta de la magnitud del problema al que nos estamos enfrentando. Son las voces de los que le siguen los pasos al ambiente y por lo tanto a su degradación, al cambio brutal del clima, a la erosión de la tierra, a la sequía y a las lluvias imperiosas. Ecohisteria, pero muy cierta. Eso dicen los datos. Para muestra unos dos: entre 1990 y 2000, 12 campos de bosque se deforestaban; hoy, el ritmo se eleva a 20 campos por hora en Guatemala. Y el pato poc solo desapareció. Y para salvar el lago de Atitlán se necesita invertir 6.5 millardos al año por una década.

La situación no es halagadora, no se vislumbra un panorama alentador. Es cierto que en otros momentos los cambios climáticos han sucedido y nos hemos -como sociedades-, adaptado, migrado o desaparecido. Así, lo que se adelanta es un escenario muy complicado y más complicado para quienes hoy ya viven en condiciones infrahumanas: poca agua, poco acceso a alimentación, amenazas a la seguridad alimentaria, más pobreza, y una serie de conflictos sociales en los territorios bajo la premisa de la supervivencia.

Quien debiera de estar preocupado por amortiguar la situación es el Estado. Pero este es un Estado criollo, fundado en el racismo como mecanismo de explotación y, entonces, indiferente a cualquier sentido en donde el bien común abarque las necesidades de los Pueblos Indígenas. Es un Estado cooptado por estructuras que no tienen el mínimo interés de ver más allá de su nariz y las dos o tres décadas que seguirán por estos rumbos. Es un Estado botín, y lo gana el más hábil. Es un Estado defensor de las élites y lo hace de obra -con las leyes que los amparan-, y de omisión -con la ausencia de las leyes estratégicas, como la del agua-. Es un Estado que no suelta el modelo extractivista que solo beneficia a unos a costa de todos los otros y de la naturaleza.

Pero a ese Estado le pedimos institucionalidad y gestión integral de los bienes naturales. A ese mismo Estado le pedimos que defienda los bosques y el agua. Le exigimos que nos escuche y que legisle, olvidando que la ley es el medio y no el fin, y cuando el medio no se respeta en este país, pues igual no se alcanza el objetivo.

En conclusión: a mí las cuentas no me salen. Es un Estado con muchas desviaciones y perversiones de la naturaleza democrática y pedimos que canalice la solución.

Así que yo propondría que viéramos a las otras maneras de estatalidad, a los otros sistemas políticos y a los otros pactos sociales que hay en Guatemala. La relación sociedad/naturaleza es en plural en este país. Gracias a la vida por eso, porque ahí existe una posibilidad concreta de entender la gestión y el cuidado de los bienes naturales de otra manera, desde otra autoridad. Así, la respuesta no está en el Estado criollo, extractivista, racista. Está en el Estado de los Pueblos Indígenas.


Gabriela Carrera

Creo firmemente que la política y el poder son realidades diarias de todos y todas. Por eso escogí la Ciencia Política para acercarme a entender el mundo. Intento no desesperanzarme, por lo que echo mano de otros recursos de observación como los libros y las salas de cine. Me emocionan los proyectos colectivos que dejan ver lo mejor de las personas y donde el interés es construir mundos más humanos.

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