Año electoral

Luz Lescure | Política y sociedad / LUCES

Vaya, estamos en año de elecciones, en Suecia y en Panamá, y en diversos países del planeta, tan distintos y tan iguales… Acabo de escuchar una entrevista de uno de los precandidatos a presidente en Panamá… a pesar de lo tanto que desconfío de la política actual, me sorprendió que dijo que es su deber decir las cosas. Claro, es su deber y es deber mío también: decir lo que creo que esté mal y bien en este hermoso y extraño mundo en el cual habitamos. Es deber de todos.

Y partiendo de ese deber, sigo escribiendo. Decía que estamos en año electoral en varios países y es cierto; sin embargo, los escándalos que tenemos en Panamá, no los hay aquí, en Suecia. La cuestión política se maneja en forma muy distinta, aquí nadie dice por quien vota, lo mantiene en silencio, en secreto, aunque se sepa de qué lado cojea, no se tiene la certeza al 100 %. En nuestros países, al menos en el mío, no solo sabes por quien vas a votar, lo demuestras a gritos y discutes a cada rato con tus contrincantes, como si de eso dependiera algo. Hasta se llega a los puños aunque, por suerte, no a muertes, como en otros lugares del planeta. ¡Esto de las ideas políticas lo tomamos tan en serio los humanos! ¡Sobre todo los latinos!

Vimos por los medios sociales cómo apuñalaban a un candidato en Brasil, otros muchos han muerto en nuestros países latinoamericanos por decir lo que piensan o por quererle arrebatar la cuota de poder que han tenido algunos por tanto tiempo.

La batalla por las elecciones en América Latina es atroz y comienza un año antes o tal vez, hasta más. Vemos, por ejemplo, con ojos incrédulos, como nuestra desprestigiada Asamblea Nacional va a utilizar USD 48 800 en tratar de mejorar su terrible imagen, sobre todo en estos tiempos en que el pueblo pide a gritos la no reelección y varios «honorables diputados» pretenden reelegirse o elegirse a otros cargos públicos y se sienten acosados por graves escándalos de donaciones, planillas y contratos.

¿Y por qué, si se quejan tanto, no dejan el poder? Creo que los seres humanos amamos el poder que nos da, aparte de acceso a un poco de riqueza, el sentimiento de que somos alguien y hacemos algo en esta extraña vida. Necesitamos sabernos útiles, aunque no lo reconozcamos. Aparte de que nos crece el ego, nos vuelve el centro de atención.

Además, volvemos a lo mismo de siempre: el poder trae consigo dinero y prestigio, cosas que ya sabemos por las cuales los humanos estamos dispuestos a todo. Hasta matar, en algunos lugares de nuestro mundo.

Aquí, en Suecia, como en la mayoría de países del mundo occidental, la extrema derecha ha crecido enormemente. ¡Vaya fenómeno! Y los escritores, periodistas, sociólogos y todos los que nos interesamos por la cuestión social, nos preguntamos lo mismo: ¿por qué?

Tal vez no queremos ver la realidad, tal vez cada país tiene su historia, tal vez los seres humanos estamos cansados de la política. Tal vez queremos que todo vuelva a ser como antes fue. Tal vez tienen razón quienes dicen que una cosa es ser solidario de lejos y otra es que los olores extraños y los sonidos raros vengan a tu vecindario. Simplemente no los aceptamos. Como no aceptamos las diferencias. ¿Y cómo haremos si nos llegan visitantes de otros mundos con escamas y cola? ¿Los aceptaremos? O haremos como si no los reconocemos y les dispararemos a matar con nuestras primitivas armas.

Ayer, en un språkcafeet (café que se realiza con la finalidad de conversar y mejorar tu nivel de idioma, sobre todo los inmigrantes) en la biblioteca de Hallonbergen en el que trabajo como voluntaria con la Cruz Roja, una chica de unos 20 años, de piel negra y con su consabido pañuelo envuelto en la cabeza, evidentemente musulmana e inmigrante, me dijo que a ella le gustaban los conservadores y que va a votar por ellos apenas pueda. Y cómo le dices a esta chica cuya cultura le hace ver que los conservadores van a conservar la familia tal como está estructurada y todo va a volver a ser como antes, que ella se está, sin saberlo, acercando a los de extrema derecha que la quieren sacar de este blanco país y que ¡son casi nazis! ¡No entendería! Como no entendemos a aquellos que, en nuestros países latinoamericanos, aman las dictaduras siendo indígenas.

Me decía una señora Cakchiquel en Guatemala que en épocas de la dictadura podía caminar segura por las calles y nadie te iba a robar, por eso ella amaba las dictaduras y a un dictador, en especial, que masacró a su pueblo.

¡Qué mundo este en el cual vivimos! Y por lo que veo venir, no cambiará, al menos en las próximas generaciones.

Sin embargo hemos avanzado considerablemente. Tenemos a varios expresidentes siendo procesados por enriquecimiento ilícito o tras las rejas y pedimos a gritos menos corrupción en las clases gobernantes. No todo es negativo, veamos el futuro con ojos positivos y tal vez llegaremos a ver el mundo que tanto deseamos.


Luz Lescure

Poeta, escritora y académica panameña. Licenciada en Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá, estudios de posgrado en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha publicado los poemarios Volvería ser mujer, El árbol de las mil raíces, Añoranza animal, La quinta soledad y El mundo es un silencio. También los libros de relatos El obelisco de mi abuelo y La sonrisa de la primavera. Publicó La práctica diplomática, libro académico utilizado en universidades centroamericanas.

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