Jiménez Suchité | Literatura/cultura / VOZ EN OFF
Aniquilación, la película de ciencia ficción de Netflix que ha dado mucho de qué hablar en las últimas semanas, es una obra sobre la autodestrucción. Somos seres autodestructivos, estamos inclinados hacia la decadencia, podemos luchar por cambiar eso y conseguirlo al crear diferentes hábitos, pero la autodestrucción es parte de nuestra sangre, viene implícita en nuestro organismo, que, llegado su tiempo, se autosaboteará para cumplir su misión: fallar.
«Vemos la vejez como algo natural, pero es una falla genética», le dice Lena (Natalie Portman) a Kane (Oscar Isaac), su esposo. Ella es una mujer llena de conflictos morales y culpas, además es bióloga, sabe perfectamente que la vejez se produce por varios errores en la división de las células. Kane es un militar que desapareció en una misión secreta y un día, un año después, reaparece de repente en la cocina de su casa, para sorpresa de Lena. Sin embargo, su salud está muy desmejorada y su actitud es diferente. Todo esto conduce a Lena a conocer la base militar donde trabajaba su esposo y la misión a la que fue asignado.
El punto central de la trama es algo a lo que ellos llaman un «resplandor», generado por el choque de alguna especie alienígena en un faro. Ese resplandor, que es algo parecido al domo de Stephen King, pero multicolor y traspasable, ha estado avanzando lentamente, conteniendo a todo lo que abarca dentro de sí. Varias expediciones han entrado para investigar su origen, pero ninguna ha regresado. De hecho, el único que regresó fue Kane, el esposo de Lena.
Como Lena es bióloga, y además es la protagonista, resulta obvio desde ese punto que entrará al resplandor, y así sucede, lo hace junto a otro grupo de mujeres que también cargan con vidas rotas, mujeres que no tienen nada que perder. Si han llegado hasta aquí, probablemente estén pensando que les voy a contar toda la película, pero no, les he contado un poco sobre los primeros minutos. Lo verdaderamente importante es lo que va a suceder adentro del resplandor, cuando el grupo de mujeres traspase la colorida barrera y deban enfrentarse a las razones por las cuales ninguna expedición ha podido salir. Allí inicia la verdadera película y descubrimos que no es una obra solo para entretener.
Aniquilación es una película de ciencia ficción, pero no de la fácil, no es sencillo digerirla, no es para verla en familia y asombrarse con peleas entre humanos y extraterrestres. Es para cuestionarse, para reflexionar, para analizar contenidos y darles significados, no es para cualquier público. El grupo de mujeres dentro del resplandor se cuestionará moralmente, examinará su identidad y sufrirá transformaciones enfrentándose a un ente que no ha venido para destruirnos, sino para crearnos como seres nuevos. El resplandor avanza sin detenerse, va cambiando las reglas, reformulando lo que es humano, lo que es bello, lo que es funcional y lo que es necesario.
Considero importante mencionar que me ha recordado mucho a La zona, la obra maestra de Andréi Tarkovski, el insondable director ruso, que mostró en su obra un espacio formado por la misma causa y que puede ayudar a las personas que entren para realizar su más profundo deseo. Claro que La zona es una película mucho más profunda en sus cuestionamientos filosóficos, cuestión en la que Aniquilación se queda bastante corta. También es más densa, lenta, silenciosa y perturbadora. Si Aniquilación no es para cualquier público, La zona es para uno más selecto todavía.
Vean Aniquilación, vale la pena dedicarle el tiempo por no ser una película convencional. Luego, si pueden y si quieren, vean también La zona (está en Youtube a 1080p), pero no me culpen a mí o a gAZeta por las consecuencias.
Imagen principal tomada de Espinof.
Jiménez Suchité

Mal amante de la literatura y el cine, series, música e historias en general. El arte me salva la vida y yo la voy haciendo peligrar, así nos complementamos y así, algún día, algo saldrá mal. Cargo con muchas etiquetas, pero solo me hago responsable de las que he elegido yo. Ya no pregunto por quién doblan las campanas, ahora sé que doblan por mí. Rechazo y resisto, no conozco otra forma de vivir.
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