-gAZeta | RESEÑAS–
El relojero perverso
No es un riesgo afirmar que el insecto más famoso de la literatura sea la cucaracha de Kafka. Un bicho cuyo origen se remonta al Cretácico, digamos 140 millones de años atrás, encuentra otra forma de inmortalidad en el gran escritor de Praga. La cucaracha Samsa encarna el pesar de la humanidad de inicios del siglo XX –expandible indeterminadamente a un pasado más lejano y al futuro que somos hoy–. Un año antes de la publicación de La metamorfosis, en este lado del planeta, Rafael Arévalo Martínez anotaba «octubre de 1914» al final del cuento El hombre que parecía un caballo, una de las obras maestras de este escritor guatemalteco que hizo que su personaje, el señor Aretal, pasara por ese proceso de transformación (quizá moral, quizá existencial, a lo mejor ambas) a un caballo, digamos resultado de las ocultas pasiones de la humanidad, versus la transformación a pavo real del narrador del relato, que queda del lado del observador que, simplemente, no se anima. Estos son dos pequeños y trascendentales ejemplos del debate existencial humano que termina en una especie de zoológico literario, el animalario como género.
Animalicidio de Francisco Alejandro Méndez es un libro de poesía que se suma a esta tradición simbólica de los bichos y la existencia. Pero esta vez dándole la vuelta al asunto, volcándose no a un proceso de transformación, sino al de la permanencia del sujeto ante la realidad del bicho, o la contemplación –casi siempre perversa– del humano ante la vida cotidiana, que incluye, como la más placentera de las mieles del poder: la decisión sobre una vida ajena. De ahí el nombre, de ahí el filo. Méndez poeta nos coloca frente a una serie de animales innombrables –por ausentes, por inexistentes o acaso por imaginarios– que son presa de la minuciosidad de una especie de asesino, de uno obsesionado con los detalles, cuidadoso de describir y ordenar cada uno de los procesos para tomar control de sus vidas, como una suerte de relojero de palabras: como un poeta, digámoslo pues: como un poeta policíaco.
Y es que Animalicidio es el primer libro de poesía de un tremendo narrador, de un referente de la novela policíaca y negra mesoamericana, y de un académico entregado al estudio de la literatura de esta región. Esto que explica el nivel de bicho raro que es este libro, el personaje que lo habita viene del diseño de laberintos y de la adicción a salir de ellos, y de esa cabeza obsesionada con pensar y resolver crímenes tenía que salir un muy particular poeta, ¿un animalicida?, qué más saldría de ahí, y eso no es ser un criminal cualquiera, sino uno que se dedica a contemplar cada uno de sus movimientos ya para llevar a cabo la dulce venganza del día a día o para invocar en la más profana de las realidades la más sublime de las sensaciones: amar.
Entre el amor y la muerte, entre la honestidad brutal y la ternura, el poeta detrás de esta páginas sabe reconocer en la naturaleza de la vida que la muerte no está del otro lado, que las pasiones, las venganzas, las crisis son la saliva cotidiana de la bestia que nos habita, y que nos abraza, no le teme a la sombra. A su manera, las páginas de este libro son el monólogo interior de alguien que todos hemos sido, el que ama intensamente, capaz de poner en su cabeza las más contundentes imágenes de la entrega pero que no las dice, que las guarda para sí en un rito extraño de introspección amatoria, sí, criminal.
Los objetos del entorno cotidiano son el coro polifónico de estas particulares canciones que casi son de cuna, se agradece en este libro ese gesto dulce, tierno y perverso del poeta que se enfrenta con sus propias sensaciones, del que ante aquello que tememos decir se yergue a acariciar el cabello de una joven esparcido en el suelo del lenguaje para advertirle, acaso, sobre sus últimos estertores.
Escrito como a la luz de una lámpara de aceite, a lo Poe, a lo Chesterton, con una pipa a la mano a lo Chandler o Simenon, rinde un homenaje a las mentes de aquellos que saben descomponer la realidad como las piezas de un reloj y colocarlas en una mesa de noche como quien rinde una ofrenda, también a aquella cucaracha, y al caballo y al pavo real, y al animalario que somos como especie y al perverso relojero de palabras que también llevamos dentro.
Por Julio Serrano Echeverría
Sobre Francisco Alejandro Méndez
Es un dogadicto, pues siempre ha tenido más de algún perro a su lado. Por ejemplo, hoy día, vive con 25, entre Pointer, Weimaraner, Bulterrier y Gran Danés. Deconstruyó la frase de Terencio para hacer suya la de «Soy urbano y nada de lo urbano me es ajeno», pues tiene como Guatemala a su ciudad de nacimiento y vida. Aunque hay que agregar que a los 5 meses de edad ganó el concurso del Niño Sano del Año.
Escapó hacia Costa Rica, gracias a una beca para cursar estudios superiores, pues necesitaba dedicarle tiempo a la escritura, la cual comenzó a los 17 años, al mismo tiempo cuando ganó el campeonato juvenil centroamericano de tenis de mesa.
También ha sido ciclista, triatlonista, ajedrecista y bolichista, alguno de ellos, menos el ajedrez, le causó serios problemas en el corazón, con resultados de trombosis, embolias y cardiomegalia. Aunque gracias a las supervivencias, considera que puede ser inmortal.
Más que lector, devorador de policiales, deteniéndose por largo tiempo en Simenon, Hammett, Chandler y Mankell, fiambre que le hizo concebir al comisario Wenceslao Pérez Chanán.
Precisamente, por culpa de este detective, tuvo que renunciar al rock y a la música clásica, para escuchar otro tipo de clásico: la salsa de Héctor Lavoe.
Para sobrevivir en uno de los países más violentos del mundo (pero con un Nobel de la Paz) y con más analfabetas (con Nobel de Literatura) ha trabajado como catedrático en varias universidades y como periodista y columnista. Algunos de sus textos han cruzado el charco y el idioma.
Es el primer escritor de novela negra que gana el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, en 2017.
Reseñas gAZeta

En gAZeta estamos interesados en difundir las publicaciones de las distintas editoriales centroamericanas sin distinción. Entendemos la lectura como un acto fundamental para el desarrollo humano. Si usted está interesado en que su libro sea reseñado, por favor envíenos su versión electrónica al correo i@gazeta.gt.
0 Commentarios
Dejar un comentario