Andrea Ixchíu Hernández

-gAZeta / 5 PREGUNTAS A-

¿Cuál es la mirada que usted tiene de su país, en los últimos 5 años?

Veo la continuidad, mediante dispositivos actualizados, de las formas coloniales de despojo y acumulación de riqueza por parte de las familias corporativas que gobiernan el país. Este modelo ensancha las brechas de desigualdad y facilitan la concentración del poder político, casi el 80 % de la población no tiene influencia en las decisiones políticas, no tiene la posibilidad de participar en el sistema de partidos políticos y se encuentra en desventaja en disputas estratégicas por el desarrollo.

Las élites económicas, políticas y académicas concentran los beneficios del actual modelo de desarrollo y utilizan las instituciones públicas para perpetuar su impunidad, sus privilegios y con ellos el incremento de los conflictos sociales, ambientales y políticos. En una población cuya mayoría es indígena, más del 80 % de la población indígena vive en condiciones de pobreza, debe señalarse el racismo estructural.

Las y los jóvenes migran de Guatemala para buscar empleo, para mejorar sus condiciones de vida, para tener acceso a educación de calidad, se vacían nuestros territorios, las comunidades. La migración es un fenómeno complejo que afecta nuestra sociedad de diversas formas.

Luego de la firma de la paz se mantuvo el violento modelo de despojo territorial, y a pesar de que las comunidades organizadas han empleado los mecanismos institucionales (cortes, ministerios, juzgados) para resolver problemas relacionados a la tenencia de tierras, el otorgamiento de licencias a empresas extractivas no ha cesado la violencia y la represión en su contra.

En el 2012, con la llegada de Otto Pérez Molina se recrudecieron las prácticas violentas de represión en contra de comunidades y organizaciones, esto dio lugar a Masacres (Totonicapán, Monte Olivo, Samojoch), implementación de estados de sitio (Barillas, Santa Eulalia, San Mateo Ixtatán, San Juan Sacatepéquez) y la criminalización de organizaciones comunitarias, autoridades indígenas y resistencias pacíficas que cuestionaron tanto la forma de gobierno militar del Partido Patriota como los privilegios que otorgaron a capitales y empresas extractivas.

El 2015 fue un año interesante, en tanto se puso en evidencia la existencia de grupos criminales controlando las altas esferas de Gobierno y el modo de operar de los aparatos corruptos que por décadas han saqueado las estructuras del estado. La corrupción que existe en los gobiernos ha sido un «secreto a voces». Lo que activistas de derechos humanos, organizaciones sociales, académicos y periodistas denunciaron por años fue develado por Iván Velásquez y Thelma Aldana, cabezas al frente de la Cicig y el MP, quienes dieron inicio a la persecución penal de funcionarios públicos, desde cargos locales, mandos medios, hasta llegar al presidente de la República.

Veo un país en donde hace falta más movilización social organizada, politizada. Veo esperanza, veo esfuerzos, veo la lucha histórica de comunidades que han resistido al despojo, veo el nacimiento de nuevos espacios de encuentro y formación. Me resisto a creer que todo esta perdido.

¿Qué avances cree que hubo?

Ha habido muchos esfuerzos promovidos por muchas organizaciones para reformas democráticas en favor de pueblos indígenas, mujeres, niñez que han generado políticas públicas, propuestas de ley, etcétera.

Víctimas de crímenes de Estado durante la guerra han incidido en avances al sistema de justicia, consiguiendo sentencias importantes y condenas en contra de violadores de derechos humanos.

Medios alternativos, radios comunitarias han democratizado el acceso a la comunicación en muchas partes del país, permitiendo que se rompa el cerco mediático impuesto por muchos años por conglomerados privados afines a las elites corruptas.

Los pueblos reconstruyen organización comunitaria. A pesar de la violencia del Estado he visto la reconstitución de la autoridad indígena en pueblos que fueron arrasados por la guerra.

¿A qué le apuesta?

A la organización social, comunitaria, a la comunicación comunitaria, a la educación, a la cultura, el arte, la música.

¿Cree que hay organización en Guatemala?

Muy poca y muy local, a la gente le da miedo organizarse a consecuencia de las políticas contrainsurgentes de los gobiernos dictatoriales y los intereses de gobiernos como el de Estados Unidos, que desde 1954 financiaron y fortalecieron mafias de crimen organizado y acabaron con cualquier disidencia. 45 000 desaparecidos durante la guerra son saldo de esa historia de violencia y terror.

Y bueno, nuestra sociedad está hambrienta, despolitizada, dividida en muchos sentidos. Asedida por muchas violencias, que prioriza sobrevivir ante cualquier cosa.

Pero a pesar de esto, hay pueblos muy bien organizados que tienen modelos efectivos de gestión social. Nací y vivo en Totonicapán un pueblo indígena K’iche’ que tiene un modelo de organización social y política basado en el servicio comunal, por ejemplo. Y así como Toto, puedo nombrar a Sololá, Chichicastenango, el Gobierno plurinacional Q’anjob’al, Xinca, entre otros.

Pero realmente lo único que esta bien organizado y articulado aquí es el crimen.

¿Cuáles son sus sueños y aspiraciones?

Aspiro a ser una mejor persona, una mejor profesional que sea capaz de tender puentes y trabajar en colectivo para cambiar este modelo injusto, racista y desigual en que vivimos.

Sueño con el fin del capitalismo, del racismo y del patriarcado, pues estos sistemas nos tienen orpimidos, esclavizados a todas y todos, destruyen la vida en el planeta.

Por Jaime Barrios


Andrea Ixchíu Hernández: líder indígena, gestora cultural, activista de derechos humanos y escritora, nacida en Totonicapán, Guatemala.

Fotografía principal tomada de las redes sociales de Andrea Ixchíu Hernández.

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