Alaíde Foppa

-Ruth del Valle Cóbar / HILANDO Y TEJIENDO: MEMORIA Y DERECHOS HUMANOS

Y sin embargo,
bajo el pesado manto
de sombra,
también se esconde
el seguro camino
de la aurora.

Alaíde Foppa

María Alaíde Foppa Falla nació el 3 de diciembre de 1914, en Barcelona, España, hija de Tito Livio Foppa, periodista argentino de ascendencia italiana que había sido corresponsal en Europa durante la Primera Guerra Mundial, y Julia Falla de Foppa, guatemalteca. Fue hija única. Se graduó como doctora en Letras en Italia, lugar donde su padre se asentó como diplomático.

La vida de Alaíde estuvo llena de tareas y responsabilidades. Visitaba Guatemala mientras estudiaba en Italia, pero llegó para quedarse en la época de la Revolución del 44, involucrándose en la campaña de alfabetización del gobierno de Arévalo; también comenzó a dar clases en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos.

Por esa época conoció y se casó con Alfonso Solórzano, intelectual guatemalteco, funcionario del gobierno de Arévalo, uno de los creadores del IGSS y después director del mismo. Con la contrarrevolución de 1954 Alfonso tuvo que salir exiliado a México y Alaíde permaneció en Guatemala. Años después, con la llegada de Ydígoras al gobierno, Solórzano intentó regresar infructuosamente, por lo que Alaíde Foppa se llevó a sus 5 hijos al exilio.

Ya en México fundó el Instituto de Cultura Italiana y desarrolló una amplia labor relacionada con la literatura y el arte.

Siempre se ha reconocido que Alaíde tenía una fuerte personalidad, mucha energía, se sentía su presencia. El hecho de venir de una mezcla de nacionalidades, haber vivido y estudiado en varios lugares, que los hijos hayan nacido en varios países, haber tenido que incursionar en una sociedad diferente, hizo que Alaíde Foppa fuera completamente cosmopolita, abierta y desenvuelta.

Por otra parte, Alaíde fue una de las pioneras del feminismo en México, creando la cátedra de Sociología de la Mujer en la UNAM, fundó la Revista Fem y el primer programa feminista de Radio Universidad. Apoyaba a artistas jóvenes para que desarrollaran su actividad. Escribía poesía y era crítica teatral. Era una mujer intelectual, inteligente, atractiva, con mucha presencia, no podía dejar de llamar la atención. Causaba impacto en quien la viera.

Con el tiempo, varios de los hijos de Alaíde y Alfonso siguieron las ideas políticas del padre y se incorporaron al movimiento revolucionario hacia finales de la década de los 60 e inicios de los 70. Juan Pablo cayó en un combate guerrillero en Nebaj en junio de 1980, dolor que debieron guardar en secreto porque Mario, el otro hijo, era periodista, pero también era militante destacado del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) [1].

Tres días después de haber sabido de la muerte de Juan Pablo (agosto 1980), Alfonso Solórzano salió a la Avenida Insurgentes, en la ciudad de México, y fue atropellado por un vehículo y falleció; las circunstancias nunca fueron esclarecidas.

Según recuerdos de sus amistades, se supo que estaban amenazados de muerte desde hacía varios meses.

Alaíde continuaba participando desde la lejanía en la solidaridad con Guatemala y la revolución Sandinista, era miembro del Frente Democrático contra la Represión. En los últimos meses de 1980 había aceptado el compromiso de formar parte de un grupo de destacadas personalidades democráticas aliadas al movimiento revolucionario, junto a Luis Cardoza y Aragón, Carlos Paz Tejada y Guillermo Toriello, entre otros. La situación en Guatemala estaba cada vez más difícil, durante todo ese año habían sido víctimas de ejecución extrajudicial y desaparición forzada cientos de dirigentes populares y revolucionarios.

Alaíde viajó a Guatemala y visitó a su anciana madre, pero su propio hijo Mario le pidió que regresara de inmediato a México, recomendándole incluso que se asilara en la embajada de ese país, porque la situación estaba muy difícil.

Lamentablemente esto ya no fue posible. Alaíde fue secuestrada el 19 de diciembre, cuando iba acompañada de un chofer que también desapareció. Se los llevaron posiblemente por la 9ª avenida en la esquina de la plazuela del ferrocarril, donde había un mercado de artesanías, según informaciones de testigos.

Ningún intento de rescatarla, ni porque su cuñado era ministro de Economía del Gobierno, surtió efecto. Las denuncias públicas y reclamos en aquellos años de férrea represión militar se iban por el desagüe.

Sin embargo, como dijo la escritora Luz Méndez de la Vega, «Alaíde está fija en la historia, en la literatura… y va a resistir el olvido de todos». Porque nadie muere en la historia, mientras haya alguien que le recuerde y continúe su lucha.


Mario fue asesinado en una casa de seguridad de la guerrilla en Guatemala en junio de 1981.

Imagen principal tomada de Página de la literatura guatemalteca.

Ruth del Valle Cóbar

Feminista, defensora de derechos humanos, investigadora social, constructora de mundos nuevos. Ha pasado por las aulas universitarias en Ciencia Política, Administración Pública, Psicología Social, Ciencias Sociales. Transitado del activismo social al político, incluyendo movimientos sociales, organizaciones sociales, entidades gubernamentales y del estado.

Hilando y tejiendo: memoria y derechos humanos

Un Commentario

Vilma Ovalle 27/01/2018

Lindo reconocimiento a una ilustre guatemalteca. Gracias Ruth del Valle por compartir tu creación.

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