Al diablo la geografía, se acabaron las fronteras…

Edgar Rosales | Política y sociedad / DEMOCRACIA VERTEBRAL

No, no es porque la deuda externa al fin nos robó la primavera, como decía Ricardo Arjona. Lejos de ello, nuestra capacidad de aguante en esta materia, dicen que todavía da para mucho. Y tampoco es que se haya cumplido el concepto de frontera de Ambrose Bierce, según su Diccionario del Diablo: «Línea imaginaria entre dos naciones que separa los derechos imaginarios de una, de los derechos imaginarios de la otra».

Es solamente otro más de los efectos de tener como presidente a un mentecato de primera. A un verdadero tonto de capirote, cuya insensatez descomunal esta vez lo ha empujado a rebasar los límites de todas sus tonterías previas.

Se supone que hoy estará en Washington, rindiendo miserable pleitesía, como ha sido su costumbre, a su mentor, Donald Trump. Pero esta vez el doblez de cerviz no es común y corriente. El temible y oscuro propósito –tal como se ha filtrado– es comprometer el futuro de Guatemala mediante un acuerdo de «tercer país seguro» que se firmaría con Estados Unidos. En dos platos, este tipo de convenio consiste en que los migrantes que solicitan asilo pueden ser enviados a Guatemala, sin necesidad de pisar las tierras del Tío Sam. Y aunque al principio se especulaba que el acuerdo aplicaría únicamente a salvadoreños y hondureños, ha trascendido que incluye a población migrante de cualquier país.

En la práctica, el acuerdo conlleva el hecho de que nuestras fronteras con México se convertirán en fronteras con Estados Unidos, luego de que AMLO se comprometió a reforzar la presencia de las fuerzas armadas mexicanas en la frontera sur, para evitar el paso de migrantes hacia el norte. Y con este maldito convenio a suscribir entre Trump y Morales, los migrantes ya no se verán expuestos a cruzar el vecino país, con todos los riesgos que ello significa ahora, porque aquí deberán ser atendidos –sí o sí– por las autoridades guatemaltecas.

Y es que actualmente se obliga a los solicitantes de asilo a esperar en tierras mexicanas mientras se formalizan las solicitudes correspondientes. Según los términos del nuevo arreglo –aún no oficiales– los migrantes pueden ser «transferidos» a este «tercer país seguro», donde, una vez instalados, los gringos se van a desentender olímpicamente de sus «referidos».

La irresponsable acción de Morales ha causado natural repulsa y mucha preocupación, no solo en Guatemala, sino entre observadores internacionales, debido a que nuestro país lo que menos tiene son condiciones para fungir como «país seguro», además de muchas otras deficiencias.

Lejos de ello, aquí abundan las razones por las cuales los migrantes buscan huir de sus países. Aquí hay pobreza y miseria, hay maras y narcotráfico, abundan el desempleo y la corrupción, y, a pesar de que existen políticas públicas para enfrentar todos estos flagelos, la realidad es que se trata únicamente de buenas intenciones en papel, porque son escasas y aisladas las que reportan un nivel siquiera mediano de implementación.

¿Se puede imaginar, estimado lector, el panorama que se nos va a presentar, cuando esas huestes famélicas, esos pandilleros foráneos, los tenebrosos sujetos ligados al crimen organizado, decidan asentarse aquí y se multipliquen exponencialmente los graves problemas sociales que padecemos y que nos retratan como un país de vergüenza?

Y no se trata de prejuicios o xenofobia. La realidad es que los protocolos internacionales establecen que si alguien solicita asilo, este solo puede ser ubicado en un lugar donde su vida o su libertad no se vean amenazadas. En las sempiternamente graves condiciones socioeconómicas de Guatemala, es obvio que no hay manera de que existan garantías para ello.

Pero, ni modo. La realidad es que Morales ya va de salida, con los índices de popularidad más ínfimos de la historia para un mandatario, pero es obvio que le importa un pepino dejarle al país que tan mal representó y a los siguientes gobiernos un compromiso que es una bomba de tiempo (se desconoce cuál será la duración del convenio), sin recursos para cumplir las enormes obligaciones que habrán de emanar del acuerdo y, lo más grave, cada vez con menos posibilidades para Guatemala de atacar las condiciones internas que determinan el fenómeno de la migración.

En virtud de la opacidad con que se manejó este caso, el procurador de los Derechos Humanos y algunas representaciones de la sociedad civil han realizado esfuerzos desesperados por detener este desquiciado proyecto, dejando en manos de la Corte de Constitucionalidad la posibilidad de salirle al paso a los designios imperiales.

Sin embargo, el asunto no es solo de juridicidad. Ni es solo de condena a este terrible desatino. Ahora es un asunto de decencia común, como bien dijo Eric Schwarz, presidente de Refugees International. Otros muchos, le han recordado que de por medio está la dignidad.

¿Decencia? ¿Dignidad? Pero si este que hoy va a besar tan dócilmente la mano trumpiana y a mandar al diablo nuestras fronteras, es aquel mismo que apenas hace unos meses se desgarraba las vestiduras en defensa de «la soberanía».


Imagen principal tomada de La Olmos.

Edgar Rosales

Periodista retirado y escritor más o menos activo. Con estudios en Economía y en Gestión Pública. Sobreviviente de la etapa fundacional del socialismo democrático en Guatemala, aficionado a la polémica, la música, el buen vino y la obra de Hesse. Respetuoso de la diversidad ideológica pero convencido de que se puede coincidir en dos temas: combate a la pobreza y marginación de la oligarquía.

Democracia vertebral

Correo: edgar.rosales1000@gmail.com

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