Maya Lima | Cóncavo/convexo / DEMONIO HEMBRA
Me mantuve sorda, quemándome. Mi corazón chorreante está ensartado en la punta de un sahuaro, es fruto del desierto, ofrenda al sol. Lo vi secándose lentamente, concentrando sus azúcares y oscurecido su color. Mi corazón atrapa sueños, mi corazón colibrí. Amor que se destila, infusión para bestias.
Dejé el huerto, solté la cadena para buscarme en otra semilla, en otra distancia, en el temporal, en otro instinto, o por lo menos en una señal de vida.
Pero el mundo es una sala de cuatro altares, y como todos los sincorazones sabemos, escenario muerto. Este perro mundo que hace de escudo volcánico me agita el cabello, las mejillas y arranca la ropa llevando en galerna mi viejos impulsos, mis desatinadas mañas transmutadas en chamizo levanta polvo. Y donde debieran renacer higueras, ahora podemos tragar arena hirviente que mata y seca.
Despojada de corazón florezco a pesar de todo una vez al año en estos suelos yermos, que por increíble que parezca albergan esperanza. Y soy flujo de lava, duna activa, preludio. Pero también joya de agua, lluvia, rapsodia. Porque los impulsos del amor vienen de donde viene el amor y son magma y fuente y música y esas cosas que nadie entiende ni sentido encuentra.
Descorazonada, sorda y desdichada me expando ante el asombro de los venados y un par de cactáceas que permanecen rigurosas mirando al sol. El fuego me necesita con esta oquedad pétrea, en este sitio mágico donde ya no se puede clamar por vida a través de la sangre.
Pero soy fiel a una hora precisa, a un presagio, a siempre renacer. A imaginar cuánto y de cuántas maneras podrías afiliarte a mi carne. Y es cuando me alejo de la duna pues sé que ejecutarás la mejor sinfonía, que serás oasis en medio del despoblado infierno que es el silencio.
Quiero todo de ti, no voy a mentirte. Principalmente quisiera que me arranques los deseos. Por eso suplico envuelta en llamas, llévate este cuerpo hasta donde pueda ser fuga. A donde lo inexplicable de lo adorable sea un útero repleto de canto, repleto de notas altas.
Sentado aguardas estoico en el centro del páramo. Abrazas con tus muslos toda mi piel. Mi espalda se adosa a tu regazo y mi cabeza es un caracol. Soy un trozo de madera conectado a la tierra por una espiga que hidratará el fruto que aún late entre mis pechos. Benévolo creas armónicos, vibrato, glissando. No hay un mínimo silencio mientras deslizas y frotas, mientras ejecutas un Pizzicato que me arranca risitas tontas. Vas de Donde me gusta a La suave música. Escuchamos de fondo un himno.
Las flores del desierto aman la Sonata, aman el sol, pero fatigadas cierran sus pétalos al ritmo de tus manos. Esta tierra seca no demanda nada más. La luz de la luna se asoma discreta. Un frescor nos avisa que mañana nacerá un nuevo corazón, chorreante, dulce miel de agave. Mi nuevo corazón que atrapó un sueño. Mi corazón colibrí. Amor que se destila. Infusión para bestias.
Maya Lima

(México D. F. 1973). Poeta, cuentista, lectora en voz alta y promotora cultural. Autora de los poemarios El síndrome del desierto (2013) y Gerontofilia de una reina (2015). Ha participado en más de diez antologías de cuento y poesía en México. Es una de las fundadoras del grupo Cabaret Poético (performance poético de burlesque), presentándose en diversos foros de la ciudad de México. Fue responsable operativa de la Casa del Poeta José Emilio Pacheco del Instituto Municipal de las Artes en el municipio de Tlalnepantla de Baz, Estado de México. Actualmente radica en Alemania.
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