Luis Ricardo López Alvarez | Literatura/cultura / CATÁBASIS
La mañana del seis de octubre, Dieguito Alburez se despertó agitado en su cama. Tenía el cuerpo cubierto de sudor y se encontraba sorpresivamente desnudo. Le llamó la atención un frasco de pastillas nunca vistas, además de una botella y una única copa de vino con la mitad de la marca de unos labios en el borde.
Se sentía extraño en aquel lugar, con el estómago flojo y un fuerte dolor de cabeza que comenzaba a bajarle por las sienes. Estaba mareado y asustado. Dieguito Alburez, a sus 40 años, seguía usando el nombre en diminutivo que le puso su padre para diferenciarlo de sí mismo, don Diego Alburez; notable abogado de gran trayectoria, que fuera internado y muerto en el hospital de salud mental Federico Mora de la ciudad de Guatemala.
¿No sería aquella ansiedad que sentía, el preámbulo para la locura?, tal cual y su padre lo había vivido unos años atrás; ¿acaso tendría que internarse él mismo? Sin haber tenido hijos ni mujer.
Pero no podía ser eso, en efecto aquel medicamento, el vino y la marca del labio en la copa. ¿Una copa?; acaso era de alguna mujer; ¡tenía que ser una mujer!; que quizá lo había drogado y ahora tomaba una ducha, porque se escuchaba el rumor del agua corriendo en la ducha del baño.
Se tocó todo su cuerpo para observar si le faltaba algo, si descubría alguna cicatriz o algún parche adherido; esa era, según recordaba, una de las prevenciones que cualquiera debe tener de acuerdo al manual antiviolaciones; o para verificar que no le había sido extraído o implantado algo en su cuerpo.
Se sintió tranquilo pues parecía que no le faltaba nada. Estaba completo, pero probablemente no completamente solo en el apartamento.
¿Quizá decidió salir por la noche?, ¿quizá se ligó alguna chica guapa?, quizá tomaron algunas copas y se fueron a la cama.
Quizá él no quiso beber, y ella fue la única; pero ¿por qué no recordaba nada?; ¿qué hacía una única copa en la mesa de noche con marca de pintalabios?
Haciendo memoria, no recordaba nada de la noche anterior. Se levantó, abrió la puerta del baño, observó que el vapor había empañado tanto el espejo del lavabo, como las puerta de vidrio en la ducha; seguía escuchando el rumor del agua yéndose por la coladera.
Caminó de puntillas, en completa desnudez; abrió la puerta de la ducha y se encontró con el espacio totalmente vacío.
Se extrañó de lo que veía; cerró la llave, se puso en marcha para revisar todos los rincones del apartamento. Fue entonces que se dio cuenta que estaba solo, y ya sin muestra alguna de la misteriosa compañera, que sin duda era alguna excéntrica bromista, que lo dejó solo justo antes de despertar, tan solo para reivindicar que una mujer puede usar a un hombre como objeto sexual y salir impune del combate.
Exhaló resignado, realmente le hubiese gustado que le respondiera varias dudas que venían a él sobre la noche anterior; así que sin más que hacer se pasó las manos por la cara, buscaba despabilarse. Se metió a la ducha y reabrió con alivio la llave del agua, para llevarse el dolor de cabeza y los mareos por la coladera.
Una idea extraña, una que nunca había tenido empezó a recorrer su mente, y en un descuido volteó a verse reflejado en la puerta; abrió sus ojos con asombro para notar de inmediato que su propio dedo medio estaba introduciéndose vigorosamente por su culo; efectivamente, no era de una forma exploratoria o curiosa, sino mas bien obscena. Se sacó el dedo, y se sintió extrañado de esa actitud tan poco propia de sí.
¡Qué rayos le había ocurrido!
¿Por qué hasta el momento de observarse se había dado cuenta de aquel acto tan obsceno que perpetraba?
De cómo su reflejo con una mano se penetraba, y con la otra se palpaba el pecho, para luego arrojarse a sí mismo una sonrisa lasciva.
Salió de la ducha perplejo, decidiendo ignorar aquello; se dirigió al lavabo, preparó la espuma y la afeitadora; limpió el vidrio empañado y se aplicó el medio en la cara; estuvo viéndose detenidamente para constatar que aunque los años habían pasado, seguía luciendo bien; no era un hombre feo, pues podía incluso describírsele como un hombre de buen ver, ni bello ni desagradable.
Estaba a punto de afeitarse cuando notó que su reflejo no se correspondía con el gesto de tensión que sus músculos estaban realizando. Miraba que su rostro denotaba una mirada atenta, excesivamente obscena, de cómo la pupila se perdía fija a observar, tenía la ceja arqueada, y su lengua recorría lenta y morbosamente sus labios.
Se llevó las manos a la cara, y al tiempo el reflejo hacía lo mismo, pero con diferente intención; parecía como si se acariciara, como si sintiera un verdadero gusto de palpar su propio rostro.
Alburez sintió terror verdadero, quiso tocar el vidrio para observar si realmente hacía esos gestos, o si el reflejo correspondía con sus movimientos.
¿Pero por qué no habrían de hacerlo?, ¿acaso había dado por sentado desde siempre que la imagen proyectada en el espejo debía responder siempre a voluntad?
¿Qué causa ajena a la lógica le haría pensar lo contrario?; Así que pasó su mano sobre el cristal, y observó como el rostro reflejado emitía un mudo gemido de orgasmo.
Separó la mano, y volvió a colocarla; pero nuevamente el reflejo se mostró excitado.
Quitó la mano con violencia. Frunció el seño sin que la imagen revelara sorpresa, o le imitara; seguía ahí, viéndolo de forma obscena, retrocedió asustado chocando de espaldas con la puerta del baño; corrió a su cama, y se observó completamente desnudo, frente al espejo, ahora puesto de espaldas sobre la cama, agitando su trasero al aire; tirándose besos con la mano derecha.
Desesperado tomó la sábana y cubrió el espejo; ahora no sabía realmente si se trataba de sí mismo; dejaba de reconocerse, aunque el rostro le parecía familiar.
Alburez cerró sus ojos, se trataba muy probablemente de un mal sueño; quizá no había despertado aún, quizá era efecto del recurrente sonambulismo.
¡Alburez!, ¿qué te pasa?- dijo en voz alta-, ¿estaré viendo lo mismo que vio papá, antes de perder el juicio?
Se cambió sin quitar la sábana del espejo, aunque le pareció que por un resquicio un ojo se asomaba para verlo cambiarse; y aún lo que le pareció el sonido del unos golpes sobre cristal.
Salió a la calle, caminó tres o cuatro cuadras, se sentó a esperar el autobús, respondió un par de mensajes por el celular; luego se sintió aliviado pues en todo el trayecto no había visto siquiera una vez su propio rostro.
Incluso la tranquilidad que irradiaba, le dio confianza a una anciana para sentarse junto él; fue entonces cuando volteó a verse, estaba reflejado en el cristal de un anuncio de la parada de autobús; el reflejo lucía exactamente como él; con la diferencia de que aunque Dieguito permanecía sentado, la figura reflejada del «otro», se ponía de pie y comenzaba a quitarse la ropa en público, ahí frente a todos los que esperaban; mientras que él, «el verdadero Dieguito Alburez», seguía sentado, atónito, congelado frente a su reflejo; observaba como agitaba su miembro cual rama de guayabo.
¡Tan falto de pudor!
La anciana, al notarle, soltó un grito de terror, se dio cuenta de lo que el reflejo de aquel hombre hacía, y lejos de persignarse tomaba por arma contundente su bolso, y le propinaba fuertes golpes a Alburez, gritándole una y otra vez que se detuviera, que no hiciera obscenidades en público.
Y el reflejo observaba directo a las pupilas de Alburez, mientras este recibía furiosos golpes, al tiempo que trataba de detener con sus manos el bolso de la anciana.
Se puso de pie, y corrió al otro lado de la calle, sin prestar atención a los carros que casi le atropellan; huía sintiéndose sucio, acosado, golpeado y con lagrimones en los ojos.
Donde pasaba, la gente que miraba su reflejo se volteaba rápidamente para gritarle, se detenían al punto que veían que aquel hombre bien vestido y con lágrimas en los ojos, no correspondía con el otro que corría desnudo agitándose el miembro, hace apenas dos segundos.
Diego apareció más tarde en su habitación, lloraba desconsoladamente, quizá era el hecho de verse loco y destinado al mismo cruel, rancio y solitario final que su padre; si tenía suerte estaría muerto en unos diez o más años en aquel inhumano sanatorio mental.
«DIEGUITO ALBUREZ, HIJO DE DIEGO ALBUREZ, HOMBRE DE 56 AÑOS DE EDAD, FALLECIÓ EL DÍA DE AYER; FUE ENCONTRADO MUERTO A CONSECUENCIA DE UNA GRAVE INFECCIÓN PULUMONAR…» o algo parecido.
Pero si aquella mujer lo había visto, y si se había mostrado tan agresiva contra él, podía que no se tratara de su locura personal haciéndose presente.
Decidido, se sentó al borde de la cama y removió la sábana del espejo, luego se vio a sí mismo en la misma posición pero completamente desnudo, viéndose con la misma mirada lasciva.
Fue entonces cuando decidió hablarse a sí mismo: -¿Qué quieres?, dijo a su reflejo.
Entonces la imagen se puso de pie, adquirió un rostro serio; cerró en puños sus manos, y las llevó al frente; las jaló hacia atrás como si de bridas se tratara; y empujó sus caderas hacia el frente con fuerte y continuo movimiento de lordosis; en tanto mordía su labio inferior, cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás.
-¿Qué quieres, en serio?; ¿por qué a mí?
El reflejo se encogió de hombros, y luego se acercó para exhalar sobre su lado del cristal, habiéndolo empañado, logró escribir con el dedo:
IT A OREIUQ ET-
Alburez entendió que no había manera de librarse o de razonar con una imagen que se contorsionaba frente a sí para lamerse en movimientos impensables. Algo que buscaba de continuo como desesperarlo o hacerlo sentirse incómodo con su persona.
¿Qué sería lo siguiente que reaccionaría así?, ¿sería acaso su sombra o el sonido de sus pasos?, ¿quizá su voz actuaría ajena a su voluntad y emitiría sonidos indeseados?
Acosado por la incertidumbre, volvió a cubrir el espejo con sus sábanas, se recostó en la cama, y seguido de un – Buenas noches.
Se echó a dormir.
Luis Ricardo López Alvarez

Escritor, docente y lector. Licenciado en Letras por la USAC yProfesor en Lenguaje y Ciencias Sociales por la UFM. Miembro del colectivo Testosterona Literaria.
2 Commentarios
Xl clima politico de Guatemala no necesita mas machismo es una ofensa y agresion que esto este dizfrasado de cuento cuando la misoginia que hay atras es ms que ebidente pero en Guatemala ya no nos callamos tenemos vos y garras para matar al machito que pretende mantener vivo a este patriarcado fetido
delesneable *relato*
El problema del perpetuamente ofendido es que no importa si le estas enseñando una pelota, ellos estan enfocados en que SKAHDF LSDKSDJBFM LA PELOTA ME ESTA OPRIMIENDO PORQUE TIENE DIBUJOS EN FORMA DE ^ Y ESO ES SIMBOLO DEL PATRIARCADO!
Por cierto, por mucho que quieras evitar usar pronombres masculinos las masculinidad y la virilidad van a seguir vivas no importa cuantas X quieras usar ni cuantas «garras» tu «voz vulvar» tenga, que de hecho es patetico pretender detrás de una pantalla llevarselas de agresiva, eso solo demuestra lo vacio y poco lógico de tu postura.
Asquito.
A mi si me gusto el cuento :c
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