María José Schaeffer | Política y sociedad / ETERNA PRIMAVERA ECONÓMICA
América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo. De acuerdo con estimaciones recientes de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), 10 % de los hogares más ricos de la región concentra en promedio 32 % de los ingresos totales, mientras que 40 % de los hogares de menor ingreso concentra únicamente 16 %. Por años y décadas el escenario no ha cambiado mucho; la desigualdad ha estado allí constante y creciente, lacerando a las democracias, impactando negativamente sobre las personas y su desarrollo –principalmente sobre las más vulnerables–, y limitando el crecimiento económico. Aunque es sabido que la desigualdad es inevitable en un sistema económico de mercado, la extrema desigualdad en la región está causando profundos daños económicos y sociales, por lo que tomar acción para cerrar las brechas se vuelve imperativo.
Además de las brechas de desigualdad en términos de ingreso y riqueza, la región también padece de un moderado crecimiento económico, baja productividad, bajos niveles de capital humano, débil institucionalidad, y perspectivas políticas y macroeconómicas inciertas. Al analizar todas estas variables en conjunto, los desafíos aumentan y obligan a repensar las políticas económicas tradicionales y conservadoras predominantes en la región, poniendo sobre la mesa temas como la redistribución que hasta hace algún tiempo era impensable mencionar: aumento de impuestos a los ricos, y más ayuda –transferencias– a los pobres.
En consecuencia, en los últimos años, la política fiscal ha cobrado un nuevo rol protagónico y transformador con el objetivo de redistribuir el ingreso y la riqueza, y avanzar hacia un crecimiento económico más inclusivo y sostenible. En las economías emergentes y en desarrollo, como las de la región, la redistribución actual es muy limitada porque los ingresos tributarios y el gasto público son bajos, y muchas veces regresivos. En este contexto, otro desafío que enfrenta la política fiscal es lograr mayor eficiencia, es decir, alcanzar más y mejores resultados con los recursos disponibles.
A la luz de un cúmulo de evidencia cada vez más amplia sobre los impactos negativos de la desigualdad, recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI) tomó una postura más firme con respecto al tema, y lanzó una trilogía de recomendaciones de política fiscal para contribuir a cerrar las brechas de ingreso y riqueza, incluyendo: mejorar la eficiencia y calidad del gasto social, principalmente en salud y educación; implementar una política tributaria más progresiva, revisado las tasas impositivas aplicadas a los grupos de mayor ingreso; y analizar la adopción de un esquema de renta básica universal como mecanismo para combatir con mayor eficacia la pobreza y la desigualdad, y hacer frente a los rezagos regionales frente a la economía digital.
El éxito o fracaso de esta nueva ola de políticas económicas, principalmente de la política fiscal, dependerá en gran medida de la capacidad de analizar y hacer propuestas que tengan como eje central a las personas y sus realidades cotidianas, para garantizar que puedan ejercer sus derechos y exigir acceso a oportunidades, participación e información de su interés –filtración de abajo hacia arriba–. De acuerdo con Thomas Piketty, especialista en desigualdad económica, «la cuestión del reparto de la riqueza es demasiado importante como para dejarla en manos de economistas, historiadores y filósofos. Interesa a todo el mundo, y tanto mejor que así sea».
En síntesis, la evidencia actual es contundente para acabar con la falsa idea que se ha manejado de que hacer más ricos a los ricos hará más rico a un país y a todos sus habitantes. ¡Todo lo contrario!, la absurda desigualdad extrema, por el simple hecho de limitar las oportunidades y el potencial de las personas, frena el crecimiento económico. Crear sistemas económicos más justos es la única forma de enriquecer las economías y garantizar mejores condiciones de vida para todas las personas. ¿Será capaz este argumento de dar un giro sustantivo al debate entre el sector privado y político sobre desigualdad y crecimiento económico en Guatemala y en la región? ¿Usted qué opina?
Fotografía principal tomada de Harvard T. H. Chan
María José Schaeffer

Economista por pasión. Comprometida con el desarrollo y la equidad desde frentes fiscales y rurales. Disfruta galopar con el viento sobre el infinito espacio rural del continente amado. Cree en la capacidad transformadora de las letras, el conocimiento y el diálogo. Rechaza cualquier forma de injusticia y no pierde la esperanza en un mundo mejor para todas y todos. Se describe curiosa, aprendiz incansable y constructora de libertades. Hija y nieta de mujeres transgresoras. Dicen por ahí que su lucha por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres le cambió el alma.
5 Commentarios
Muy interesante artículo. Todo el debate político y social en la región, gira alrededor de la incomprensión e indiferencia de ese 10 % más rico que invisibiliza la «otra realidad». Si como están las cosas, culpan a «los diferentes» de su destino, por haraganes y estúpidos, cuanto subiría de tono su clamor si se creara una «renta básica universal». ¡Anatema! Así que, sigamos intentando cambiar la realidad, con ideas y palabras. No lo lograremos, pero es bonito compartir un «sueño básico universal»
Gracias por el comentario, Victor. Nos toca seguir incidiendo para transformar realidades y alcanzar el «sueño básico universal».
Gracias por el comentario, Victor. Nos toca seguir incidiendo para transformar realidades y alcanzar ese «sueño básico universal».
Extraordinario texto. Me encanta tu postura crítica. Te dejo dos textos míos (links). Uno ya viejito y el otro de este año.
A) https://www.academia.edu/3333332/Andariega_Guatemala_city
B) https://gazetagt.com/guatemala-city-ciudad-ilegible/
Ramio
Gracias por el comentario e insumos, Ramiro.
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