-Carlos René García Escobar / TELURIA CULTURAL–
Mi abuela materna fue raptada a sus trece años por un hombre de nombre Ciriaco Cruz que la arrancó del suelo donde ella caminaba y la subió a su caballo para llevársela y luego tener un hijo, quien creció con ese trauma hasta su muerte. Tal circunstancia la determinó a aceptar la vida con sospecha de haber sido violada y de resignarse para siempre. Esto fue en la segunda década del siglo XX, 1917. No importa dónde. La historia nos la contaba ella misma con dejos medio orgullosos de Así fue y qué se va a hacer. La misma historia corrió oralmente por mi madre y mi tía, sus dos siguientes hijas aunque de distintos padres. Cuando digo que nos lo contaba, significa que también la oyeron mi hermana y mis primas, sus biznietas. Hecho semejante ha sucedido a través de la Historia de las civilizaciones en todas partes.
Ello tampoco quiere decir que por su repetición histórica y costumbre se convierta en un acto humano sin penalización. No.
Recuerdo haber consignado en un trabajo de investigación antropológica danzaria de hace varios años, El rapto de la doncella (historia inveterada euroasiática de milenios) también realizado en la tradición histórica maya de hace más o menos mil años. Se llama Ma’moon o Las Guacamayas publicado en un Boletín de la Tradición Popular en el CEFOL-USAC.
Me da grima que a estas alturas, en pleno siglo XXI, particularmente en Guatemala, estas cosas hayan cambiado para peor. La moral hipócrita actual de nuestras sociedades, basada en normas religiosas, también hipócritas, continúa como en siglos y milenios pasados, abusando de niños, niñas y adolescentes, sin reflexión desarrollada y civilizada de parte de la autoridad dizque dominante: los hombres, y con ellos también las mujeres adultas. Aquí, la peor parte la llevan las mujeres niñas y jóvenes debido a su natural indefensión. Las adultas sufren lo mismo pero por su edad, el mismo tema es de tratarse por aparte, aunque con el mismo interés e importancia. Este asunto violatorio discurre en todos los ámbitos sociales y territoriales: cuando más, cuando menos, según su grado de instrucción educativa en general.
Digo de mal en peor, o de peor a pésimo, porque encima del escarnio sexual les quitan lo único que tienen en propiedad natural, la vida. Aún así, se ven casos de torturas, mutilaciones de miembros, incineraciones y por supuesto muertes horrendas. Incluso, no hay legislación apropiada para evitar estas perversidades y todavía así, no la quieren hacer.
Por eso, este ocho de marzo y todos los días de todos los años, se debe tener una actitud reivindicativa en todos los sentidos, para desterrar por siempre este defecto de nuestra sociedad que va contra todo orden humano y civilizado.
¡No más!
Carlos René García Escobar

Antropólogo. Escritor. 69 años. Columnista y colaborador en distintos diarios y revistas científicas y culturales. Miembro activo del Centro PEN Guatemala, Adesca y CIAG. Coordinador revista Egresados Historia-USAC. Consultor cultural, especializado en antropología de la danza tradicional y en culturas populares. Novelista, cuentista, ensayista.
Un Commentario
Que simpático el inicio: «Mi abuela (…) por un hombre de nombre Ciriaco Cruz…
En lo personal, en 1989 ingresé a estudiar otra carrera universitaria (Ciencia Política) y a una de mis compañeras la llevaba su novio y la espera en los pasillo y a veces ingresaba al aula y escuchaba a los docentes como si fuera alumno. Tiempo después la compañera dejó de llegar a la universidad y nos enteramos que el novio se la había «robado»,
Lo que dice Carlos René sigue sucediendo en Guatemala. Ahora ya no las montan al caballo: las suben al carro.
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