-Meme Barrientos / APRENDIZ DE ALERO–
Cuando empecé mi aventura universitaria en la Facultad de Arquitectura como estudiante de Diseño Gráfico quedé impresionado con los murales plasmados en los edificios de la Facultad. Uno llamó mi atención, ubicado dentro del edificio T2, en el segundo nivel, lo observaba diariamente, era una ilustración magníficamente ejecutada cargada de simbolismos que en ese entonces como un novel alumno ignoraba su trasfondo, pero llamaba mucho mi atención. La metamorfosis del sapo; una bala era empujada por el anfibio, un molino tragándoselo repintado con la bandera norteamericana y aquel grupo de indígenas estilo Galeotti Torres con su mecapal halando al sapo militar y al sapo haragán ungido con el birrete.
El mural paso frente a mí por un par de años, volviéndose parte de mi ideario mental. Cuando decidí trasladarme al Departamento de Arte de la Facultad de Humanidades me topé con otros murales que circundaban esta sede. Aquellos que llamaban mi atención estaban ubicados en los edificios de Derecho, en estos apreciaba otro sapo muy parecido al de Arquitectura, parecía sacado de la misma cabeza, ejecutado con la misma mano, con una lectura semántica que no distaba uno con otro, lo acompañaban otros murales cargados de elementos simbólicos muy fuertes que para algunos podían chocar y a otros nos hacían reflexionar.
Poco a poco me volví «fan» de estos y muchas veces me detuve enfrente de Rogelia a fumar un cigarro y contemplarla. ¿Quién habrá sido la mente de estas obras tan llamativas pero tan olvidadas?, ¿a nadie le importan ya?, parece ser que su descuido es adrede, talvez quieren que el tiempo los borre y de esa forma olvidar esa época llena de conflictividad y de injusticias. Parece ser un lastre más que una forma de gritar y exigir conciencia y resistencia social. «Algún día se van a borrar y van a pintar algo nuevo encima, total el pasado ya fue», me comentó un compañero en una ocasión mientras caminábamos en la plaza homónima de Rogelia Cruz.
Un día, en mi clase de Historia del Arte Contemporáneo, en una exposición sobre artistas guatemaltecos, quise reivindicar la obra y el nombre del creador de estos murales; polémico sí, pero genial, la mente brillante en la elaboración del boceto y de los dibujos de estas obras que emergen de las paredes de los edificios de la USAC, miembro de la Brigada Cultural Otto Rene Castillo formada por varios jóvenes intelectuales estudiantes de la década de los 70 entre ellos: Marco Antonio Flores, José Mejía, Luis de Lion, Roberto Morales, por mencionar algunos.
Arnoldo Ramírez Amaya, más conocido como El Tecolote, ese de la línea formidable, el que no despega el lápiz o rapidógrafo del papel hasta que termina su trazo, ese que tiene un magnífico uso del espacio, ese que no le teme al vacío y logra una brillante composición ordenada y equilibrada, el de la Revista Alero, el maestro de Diseño Gráfico en la UNAM, el del documental El último pájaro sobreviviente, el de los tecolotes, el del menú del Fu Lu Sho (en donde uno se lo puede encontrar cenando y tomándose un litro de cerveza con sus camaradas cualquier día), el que uno puede encontrarse en el Centro o en cualquier exposición.
El maestro Ramírez Amaya ha sido uno de los grandes de la plástica guatemalteca en los últimos tiempos, ha sido influencia tanto para artistas como para diseñadores gráficos; muchos de los ilustradores actuales parecen ser muy cercanos a su obra. El Teco ha llegado a marcar un antes y un después de él, su obra es directa y, como su línea, no titubea en dar un mensaje. Desde sus inicios como miembro activo de movimientos políticos con consciencia social manifestaba su compromiso por lograr una Guatemala más justa y fue en el arte donde profundizo su lucha, donde exponía sus inquietudes. Después del exilio que muchos tuvieron que vivir, su obra sigue siendo abundante y hermosa, llenando el papel de un impresionante bestiario surrealista, alguna obra evocando y recordando a su amigo Francisco Tun, otras que llenan el espacio de texturas y de colores, sistemático y metódico.
Espero un día El Tecololote sea reconocido como uno de los grandes, espero también que su obra sea conservada y no descuidada y desvalorizada y que con el paso del tiempo nuevas generaciones de estudiantes de la Universidad de San Carlos se detengan, como yo, a cuestionarse con sus murales y a valorar la creación y el legado de Arnoldo Ramírez Amaya.
Meme Barrientos

Licenciado en Arte y restaurador de bienes muebles, carrera que amo y me quita el sueño. Apasionado de la historia del arte guatemalteco, admirador y fanático de la arquitectura. Acumulador compulsivo de historias de antes y de objetos de otras épocas. Un alma vieja pérdida en este trajeteado siglo.
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