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Relato gracioso y crítico de la vida estudiantil de principios del siglo XX, esta obra menor de Flavio Herrera resulta una alhaja literaria que cobra brillantez y actualidad, no tanto por las aventuras estudiantiles que en ella se narran, sino más por las reflexiones, los comportamientos y el cálido y pulcro estilo literario con las que son narradas. Mucho de lo dicho un siglo después aún se repite en las aulas, en las prácticas docentes, en la camaradería estudiantil, en los amores y en menosprecio a la mujer y el indígena.
Flavio Herrera, de quien Wilfredo Valenzuela, cuando la publicación de su Trilogía del trópico por la Editorial Universitaria, afirmó que es «uno de los primeros exponentes de la realidad social guatemalteca», nos ofrece en esta obra de sarcásticas e irónicas memorias, la fotografía en sepia de una sociedad pazguata, conservadora e hipócrita, fuente y raíz de la Guatemala que hoy nos atormenta.
No pretendió el autor con esta obra sentar cátedra de literatura, que para eso estaban los períodos animados y amenos de sus cátedras de Derecho. Son más de 20 narraciones, cortas unas, prolongadas otras, que describen la vida estudiantil universitaria de aquellos inicios de siglo. No es un texto continuo, ni en el tiempo ni en los personajes, que fluyen, aparecen y desaparecen sin ser necesariamente veinte rábulas. Amor, solidaridad, traición y muerte danzan entrelazadas por las calles polvorientas y pusilánimes de una ciudad que se cree a tono en con el nuevo siglo, pero que vive y se despereza en el sueño del tiempo más que pasado.
En un juego de espejos en el que los personajes reales aparecen desdibujados, y los imaginarios nítidamente caracterizados, los unos no lo son tanto y los otros resultan más que parecidos con estos. No hay, en la literatura centroamericana, una narración tan clara y veraz de los últimos días de Rubén Darío en Guatemala, como la que en breves páginas Herrera nos presenta. Un recuento de lo que era la práctica jurídica de aquel ingresar al siglo XX, atada al hacer y deshacer decimonónico, es, en buena medida, el cortinaje que adorna casi todas las columnas de este teatro parroquial y pueblerino.
Son el amor y las pasiones libidinosas parte del entramado literario de Herrera, quien con más o menos veinte pícaros trasnochadores revive tiempos estudiantiles idos, en un decir y no decir sobre las dictaduras que, arropadas por conservadoras creencias, silenciaban la creación literaria, pero fortalecían espías y traidores, amantes efímeros, abortos y suicidios.
No es, en las propias palabras del autor, una novela. Es más bien una nivola, en el sentido y contenido que dicen que Unamuno dio a la palabreja. Es, agrega, un texto con un «bizarro amoralismo de muchos de sus héroes que, en la tradición estudiantil de Guatemala dejaron, como un desquite a la opresión, un relámpago de bohemia y de alegría».
El lector encontrará de todo lo que en aquellos «latonados» tiempos sucedía y se temía, teniendo con ello una fotografía en sepia y a contraluz, y por momentos en secuencia de gif, de un mundo pacato y tramposo, ingenuo y procaz, que ya solo en los comentarios de los abuelos de los abuelos puede encontrarse, pero que con otros ropajes y escenarios aún vivimos.
Editorial Universitaria ofrece, con la reedición de esta «epopeya de genios inéditos, pícaros bien creados, donjuanes inofensivos, licurgos cimarrones y monflotas irredentas», un homenaje a las letras leves, pero seguras y hermosas, de ese escritor olvidado y abandonado hasta en sus propias tierras, las que donó para que nuevos licurgos y, ahora sí, ofensivos donjuanes, intenten aprender algo de agricultura.
Valga decir que, aunque lejanas y gangosas, las psicofónicas palabras que desde su pluma enviara Pepe Batres tienen, a casi un siglo de escritas, mucha validez en nuestros días, porque tal parece que ahora de nuevo vemos, «que se nos acercan algunas sombras de cara patibularia y de la inconfundible fauna de los orejas y como aquí la verdad y la justicia son tabús, temo por ustedes que por mi culpa podrían ir a dar con sus huesos al tabicón o al cementerio».
De cualquier manera, leerlo hará mucho bien a todos, aunque lamentablemente, la Editorial, por órdenes superiores, desperdicia una página con el listado de las autoridades de turno, olvidando, posiblemente por falta de espacio, nombrar al jefe de mantenimiento y limpieza, así como a los jardineros que mantienen hermosos y frondosos los jardines universitarios, mientras la literatura sigue sepultada.
Por Virgilio Álvarez
Libro publicado por la Editoral Universitaria, Guatemala, Universidad de San Carlos, 2018.
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