12 de octubre. Su nueva connotación

-Carlos Enrique Fuentes Sánchez / EL EDUCADOR

Hace 525 años, Cristóbal Colón “descubrió” América. Así lo relatan equivocadamente los libros de historia. Después vinieron las “conquistas”, más bien invasiones, desarrolladas por países europeos que, aparte de llevarse las riquezas bióticas y minerales de nuestros pueblos, también acabaron con la vida de millones de personas originarias de estas tierras, asesinados durante las guerras de conquista, o como consecuencia de los trabajos forzados construyendo edificios para españoles y criollos, o escarbando los yacimientos de oro y plata de las tierras de nuestros ancestros.

Después, la colonización impuso a los pueblos originarios un nuevo Dios, un nuevo idioma, nuevas vestimentas y nuevas formas de conducta, es decir, a mantenerse como esclavos. Grandes templos mayas, aztecas e incas fueron destruidos y sobre sus escombros se construyeron los templos católicos. Gran cantidad de manuscritos y monumentos con inscripciones fueron quemados y demolidos. Sabios matemáticos, astrónomos y médicos indígenas fueron asesinados. Entonces, vale la pena preguntarse: ¿valió la pena ser, equivocadamente, “descubiertos” por Colón? ¿Cómo sería la vida actual de los pueblos originarios sin haber sido descubiertos?

Los defensores del descubrimiento dirán que gracias a dicho acontecimiento ahora se tiene el idioma castellano (mal llamado español, puesto que en España se hablan más de cinco idiomas) que permite comunicarse con los países de Latinoamérica y otros países del mundo; que ahora hay más literatura, arte, más medicamentos, entre otros, pero no hay que olvidar que el descubrimiento y la invasión también trajeron nuevas enfermedades y, sobre todo, antivalores como la ambición, el engaño, la traición y muchos otros.

Pero los pueblos originarios de América Latina no se entregaron fácilmente. A lo largo de cinco siglos hubo luchas en Brasil, Perú, Guatemala y México por la libertad y la recuperación de las tierras y costumbres. Por eso, aprovechando la “celebración” de los 500 años del descubrimiento, así como la designación de Rigoberta Menchú como Premio Nobel de la Paz, organizaciones indígenas, de afrodescendientes y ladinos pobres de Latinoamérica decidieron darle una nueva connotación al 12 de octubre, llamándole Día de la Resistencia Indígena, Negra y Popular, recordando que: “Cortaron nuestros frutos, quebraron nuestras ramas, quemaron nuestros troncos, pero nuestras raíces jamás las mataron”.

A partir de entonces, el 12 de octubre pasa a ser un día en que las poblaciones afrodescendientes, indígenas y de mestizos pobres alzan su voz para hacerse escuchar; comienzan a exigir que se conozca su cosmovisión y se respeten sus costumbres, sin verlas como tonterías, excesos o, incluso, como algo diabólico. Pero, sobre todo, a exigir que desaparezcan la discriminación y el racismo contra sus etnias, pues, como lo han evidenciado estudios nacionales e internacionales, Guatemala continúa siendo un país racista y discriminatorio en contra los pueblos maya, garífuna y xinca. Esto es notable en el escaso número de diputados indígenas en el Congreso de la República, ministros de Estado y altos funcionarios en general, dentro del sistema político guatemalteco.

Pero también se nota la discriminación en aquellos lugares en donde mujeres y hombres indígenas mayas han recibido, por su apariencia o traje regional, un trato desigual y disminuido con respecto de las demás personas, como ha ocurrido en restaurantes, oficinas públicas e, incluso, hospitales y juzgados. Igualmente están los otros pueblos, el garífuna y el xinca, poco tomados en cuenta en todos los aspectos del desarrollo humano. No es coincidencia que los departamentos y municipios donde hay hambruna y desnutrición, insalubridad y bajo nivel educativo, sean los mismos en donde hay, mayoritariamente, pobladores indígenas. Y claro, esas condiciones también predominan en los mestizos pobres, los de los barrios marginales de la capital y de las ciudades departamentales, alejados del desarrollo humano.

Por eso es válida la nueva interpretación del 12 de octubre. Porque es necesario que exista una fecha para conmemorar que los pueblos indígenas, afrodescendientes y sectores de mestizos pobres siguen de pie en busca de verdadera igualdad, equidad y libertad, exigiendo que en Guatemala se cumpla el artículo 4º de la Constitución Política de la República. No más Día de la Raza o Día de la Hispanidad. ¡Viva la resistencia indígena, negra y popular!


Fotografía tomada de Plaza Pública.

Carlos Enrique Fuentes Sánchez

Pedagogo y educador, con 40 años de experiencia docente en los diferentes niveles del Sistema Educativo Nacional. Surgido de los barrios pobres de la zona 6 en la ciudad capital pero formado, a partir de su adolescencia, en diferentes departamentos de la República, donde fue educado y a la vez brindó educación. Conferenciante nacional e internacional, columnista, consultor de organizaciones educativas nacionales e internacionales, participante y decisor en los procesos y redacción de documentos de mayor trascendencia en la educación nacional en los últimos 40 años. Asqueado de la historia de injusticia social que vive Guatemala desde la invasión española y últimamente de otras potencias, así como de la historia de masacres y crímenes políticos sufridos por la población, aspira a una Guatemala diferente, una Guatemala justa, democrática y humana, a la cual se pueda llegar por medio de una educación popular y revolucionaria, de calidad y con calidad, para todos y todas.

El educador

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